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George Robledo: La historia no escrita del aliancino triunfador en Inglaterra, por Héctor Rojas Cabrera

9 mayo, 2022
en Deportes
George Robledo: La historia no escrita del aliancino triunfador en Inglaterra, por Héctor Rojas Cabrera
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Los periodistas nos debemos a nuestros lectores o audiencias en general. Por lo tanto, les voy a reproducir una monografía sobre los Hermanos Robledo, pues fueron innumerables las personas que así me lo pidieron.

Debo dejar constancia que esta historia la escribió mi amigo Manuel Asvildo González Valdivia, pues le ocurrió a él y su familia. Me la facilitó con autorización para replicarla. La autoría es de él.

Asvildo González inicia así su narración: “Fue un 16 de julio de 1950. Nunca lo he olvidado y pienso que siempre lo tendrá en mis recuerdos aún cuando ya han transcurrido más de 60 años. Debe haber sido alrededor de las 5 de la tarde y en Club Deportivo VICTORIA, en la oficina salitrera del mismo nombre, habíamos un gran número de aficionados al fútbol casi pegados a la radio escuchando el relato de la transmisión de la final del campeonato dl mundo que se jugaba en el Estadio Maracaná, y ante una concurrencia jamás reunida que se calculaba en más de 200 mil personas. Se enfrentaban las selecciones de Brasil, dueño de cada y la de Uruguay. El resultado a favor de Uruguay está en los anales de lo increíble y hace recordar que de vez en cuando, aparece David que derrota a Goliat.

Esta introducción tiene el mérito de recordar el campeonato mundial del año 1960, porque en ese campeonato participó Chile y en el equipo nacional jugó con la camiseta 9 el “Gringo”: George Robledo Oliver, el máximo goleador del fútbol inglés y capitán del equipo NEWCASTLE UNITED, ganador de la Liga Inglesa de Fútbol.

Fue en 1949 cuando en Londres se conformó la selección de Inglaterra con miras a participar en el mundial de Brasil al año siguiente. Entre los llamados figuraba el capitán y goleador del campeonato del torno inglés George Robledo Oliver. Este jugador de notable calidad y efectividad, sobre todo de alto, era toda una figura en la competencia más importante del mundo. Como suele ocurrir en todos los rincones del mundo, el jugador Robledo era uno de los grandes ídolos de los fanáticos del fútbol inglés. La sorpresa fue mayúscula cuando la Federación de Fútbol de Inglaterra, informó a los medios de comunicación, que el jugador George Robledo Oliver. No podía integrar la selección por cuanto era de nacionalidad chilena.

La noticia remeció y conmocionó a los seguidores del fútbol inglés, ya que esta situación era totalmente ignorada no solo en Inglaterra, sino que también en Chile.

Conocida la noticia, aquí comienzan las indagaciones para determinar cuanto había de cierto en lo informado. A Chile llegó la información días después, vía cable, donde el Embajador de chile en Inglaterra, Manuel Bianchi Gundián, informaba a la Federación de Chile de la feliz noticia. Es bueno destacar que el embajador era gran deportista y ex dirigente de Colo Colo.

Rápidamente en mérito a la información ya confirmada que realmente el jugador Robledo, era chileno, y según las primeras averiguaciones, había nacido al interior de Iquique, en una ex oficina salitrera llamada ALIANZA, un 14 de abril de 1926. Fue así como rápidamente y por intermedio del Embajador Bianchi, mandatado por la Federación de Chile, se iniciaron las gestiones tendientes a conseguir el préstamo del jugador para que participara en el mundial del 50 jugando por Chile.

Afortunadamente, todas las tramitaciones y cubiertos debidamente los riesgos, permitieron la llegada a Santiago del “Gringo”: George Robledo Olivier, para que vistiera por primera vez la roja.

Su llegada como era de suponer concitó la atención de todos los medios de comunicación que querían conocer al chileno.

Este chileno fue el primer latino americano en jugar en la competencia inglesa. La mayoría de los periodistas debieron usar intérpretes, puesto que nuestro compatriota no hablaba nada de español, y además no sabía nada de Chile.

En su casa en New Castle junto a su madre y sus otros dos hermanos, nunca se tocó el tema.

En el mundial de Brasil el año 50, entre muchos jugadores famosos de entonces, que fueron compañeros del “Gringo”, quiero aprovechar de destacar a uno, también nortino y de Tocopilla, y que ha sido uno de los grandes jugadores que han pasado por la “roja”, me refiero a “Colo Colo” Muñoz.

Robledo era el 9 y Manuel Muñoz el 10. Ambos grandes goleadores. Los resultados en el mundial no tienen ninguna importancia para el fin de este relato.

Finalizado el campeonato del mundo y ya de regreso a Santiago, nuestro compatriota George Robledo,  tomó el avión que lo llevó de vuelta a Londres, del solo quedaron gratos recuerdos en todos los que de una u otra manera lo seguimos mientras estuvo cerca.

Continúa su relato Asvildo González: “Mis padres nortinos ambos, se casaron en la Oficina Alianza en 1923 y mi hermano mayor, ya fallecido, nació en 1925. Hago este alcance porque me parece conveniente que quiénes lean este relato, sepan la razón o el porqué yo conozco  muy de cerca toda la historia del matrimonio Robledo – Olivier, cuyo enlace se realizó en 1925, y como fruto de ello nació su primer hijo George el 14 de abril de 1926. Dos años después nace su segundo hijo, el que fue bautizado como Edwards, Nació el 26 de julio de 1928. Ambos nacimientos están registrados en La Noria y su número de Inscripción son 428 y 851.”

“Corría el año 1924 cuando llegó a la Oficina Salitrera ALIANZA, un ingeniero químico inglés de nombre: G. Ellits. Venía con un contrato de 5 años para hacerse cargo de la dirección de la oficina. Este gringo de unos 49 años venía acompañado de su esposa, una mujer muy agraciada de unos 43 años.

A ellos se les unía una dama de compañía de la esposa del administrador.

Su nombre ELSIE OLIVER TAYLOR, de 23 años. Mr. Ellis hablaba algo de español, pero ellas no sabían nada de nuestro idioma. Así fue como un funcionario empleado que trabajaba en el “escritorio”, este era el nombre que se le daba en la pampa a los que trabajaban de empleados.

Este funcionario que había estudiado algún tiempo en el Colegio Inglés de Iquique, empezó a oficiarla de intérprete, a las dos damas.

Arístides Robledo Molina, era el nombre de este joven que a la sazón tenía la misma edad de mi padre, o sea 27 años. Este joven no era mal parecido, era de buenos modales y de gran simpatía, detalles que al parecer le valieron para estrechar vínculos con los recién llegados y posibilitaron para que luego empezara un romance de pololeo con ELSIE para terminar casándose con ella. ELSIE era al decir de mis padres que la conocieron, una niña muy agraciada y de modales distinguidos. La boda constituyó todo un acontecimiento en la pampa, ya que los padrinos eran el matrimonio de Mr. Ellis y su esposa. El nuevo matrimonio empezó a vivir con sus padrinos primero y después le entregaron una casa donde vivieron solos. Todo esto ocurría a comienzos de 1925 y la boda civil fue celebrada en el pueblo de Buena Ventura y la religiosa en Alianza.

Mis padres fueron muy amigos del matrimonio Robledo – Oliver, inclusive asistieron a su matrimonio y a la fiesta de celebración. Arístides y mi viejo como eran de la misma edad tenían muchas cosas en común. Por ellos fue que me enteré que cuando Mr Ellis, el administrador inglés cumplió su contrato de 5 años y decidió retornar a Inglaterra, ya que su esposa no pudo acostumbrarse en la pampa, le pidió a Arístides para que se fuera con ellos. Para esta petición había varias razones. Una que a ELSIE la querían como hija. El matrimonio inglés no podía tener familia. Otra razón era que los hijos del matrimonio Robledo – Olivier eran como sus nietos. George y Edwards eran los ojos del gringo y su señora. Mis padres recordaban que era frecuente ver al matrimonio mayor pasear con sus nietos por la plaza de la oficina y los llenaban de juguetes y atenciones. Muchos de los juguetes se los encargaban directamente a Inglaterra.

En 1929 y tras cumplir el contrato de 5 años por el cual venían, decidió regresar a su tierra, para lo cual planificó el regreso junto a su esposa, el matrimonio Robledo – Olivier y sus hijos. George por cumplir 4 años y Edwards de casi 2 años. Así, se regresaba con lo que para el Administrador, constituida su familia. Después de grandes demostraciones de agradecimientos y reconocimiento por parte de la gente de la Oficina Alianza a los viajeros, quedó de manifiesto el gran cariño y pena que dejaban en el Adiós, quizás sin retorno para la mayoría.

El viaje al puerto de Iquique, se realizó en el tren que bajaba el salitre que elaboraban las oficinas. Ya en el puerto se alojaron en el Hotel Savoy y al día siguiente, que era domingo, se embarcaron como a las 11:00 hrs de la mañana en el vapor Liverpool, nave que zarpaba este mismo domingo a las 6:00 de la tarde con destino a Inglaterra.

Como a las 12 del día, mucho antes de zarpar, Arístides Robledo, le dijo a su esposa que iba a bajar a comprar cigarrillos, ya que los que había a bordo eran muy fuertes. A ella no le pareció extraña la actitud de su marido y se quedó mirando cuando el bajó y empezó a caminar por el muelle en dirección a la ciudad. ESA FUE LA ULTIMA VEZ QUE ELSIE VIO A SU ESPOSO.

Cuando llegó la hora del zarpe y Arístides no aparecía, lo primero en que se pensó era que algo le había sucedido y se inmediato se alertó a las autoridades para que se le buscara. Hay que considerar que en aquel tiempo Iquique era muy pequeño y por lo tanto la búsqueda se hacía muy fácil.

Después de dos horas de búsqueda y ya suponiendo que la desaparición era voluntaria el capitán del barco ordenó zarpar, en medio del llanto desolado de ELSIE y sus dos pequeños que no entendían lo que pasaba.

Así fue como el barco se empezó a alejar poco a poco hasta perderse de Iquique.

De Mr Ellis, su señora esposa, de Elsie, sus dos hijos, más el que llevaba en su vientre y que era la sorpresa que le tenía preparada para decírselo a Arístides en alta mar, no se volvió a saber nunca más.

A los días después, Arístides Robledo Molina, regresó a la oficina Alianza y el asombro e incredulidad de la gente era grande porque no podían entender todas las explicaciones que Arístides daba para justificar su proceder.

Me contaban mis padres, que Arístides sufrió mucho recordando con lágrimas en los ojos a sus dos hijos que ya no volvería a ver. Contaba que cuando subió al barco con su esposa y sus hijos, no podía convencerse que se iba y que no volvería más a su tierra querida. Que no vería más a sus padres, a sus parientes, a sus amigos y todo aquello que para él era su mundo. Ahí fue donde inventó lo de los cigarrillos para bajarse y no volver al barco. Contaba que cerda de la hora de zarpe se fue muy lejos de Iquique y en un lugar que me imagino debe de estar cerca de lo que hoy es el Marinero Desconocido, esperó hasta que vio cuando el barco salió de la bahía y enfilaba mar afuera. Entonces, contaba que con el pañuelo blanco y con la cara bañada de lágrimas, lo agitaba dándole el adiós a lo que mas quería. Estaba consciente de su actitud de cobardía, en los momentos que quizás más lo iban a necesitar su familia y sobre todo sus tres hijos, ya que el tercero nació en Inglaterra.

Una hermosa historia que debe perdurar en el tiempo.

LOS TRISTES FINALES DE GEORGE Y TED TRIUNFADORES EN

INGLATERRA Y COLO COLO

Héctor Rojas Cabrera

Periodista UCN

Las siguientes reflexiones sobre las vidas de Ted y George corresponden al destacado escritor Francisco Muat, que ha recogido numerosos antecedentes, efectuado otras tantas entrevistas y pensaba editar un libro sobre la historia de ambos destacados futbolistas, la que reproducimos para conocimiento de los lectores.

Acompañamos este texto con las fotografías de los padres de los hermanos Robledo: Don Arístides Robledo y Elsie Oliver Taylor.

Ted terminó en Africa, cansado de vivir, dedicado, según se dice, al alcohol, si bien otras fuentes indican que, tras servir como agente de inteligencia, fue asesinado en Omán.

Jorge (George) repitió los días, en el pueblo de Rancagua, en un empleo burocrático, acabando como guardián de puerta en el colegio Mackay de Viña del Mar”.

Empecemos por Ted. Dos o tres años menor que Jorge, nunca tuvo ni su talento ni su profesionalismo. Cuando Jorge deslumbraba en el Newcastle, Ted formaba parte de las divisiones menores del club. Al venirse a Chile en 1953, Jorge Robledo exigió hacerlo con toda su familia: su madre, ELSIE OLIVER TAYLOR; su hermano Ted y su hermano menor, Guillermo.

Ambos, Jorge y Ted, jugaron en Colo-Colo entre 1953 y 1958. Pero mientras Jorge era figura y sobresalía por su disciplina y su capacidad en la cancha, Ted alternaba la titularidad y no escondía su amor por la jarana, la noche y las mujeres.

Nunca se casó Ted Robledo. Y después de 1958 su pista se desvaneció.

Vicente Riveros, antiguo dirigente de Colo-Colo y amigo de Jorge Robledo, dice haberle conocido varias novias del mundo de la farándula a Ted, entre ellas una hermosa bailarina de flamenco de Valparaíso. Pero en algún momento Ted se borra del mapa chileno y nada más se sabe de él, hasta su extraña desaparición.

Pudo ser a fines de los años 60. Las distintas versiones, la del Sapo Livingstone, la del periodista Lucho Urrutia 0’Nell, la del propio Vicente Riveros, la del antofagastino Danilo Díaz, apuntan a que fue arrojado desde un barco en altamar, en una riña, en el oceáno Indico, o al menos cerca de Africa. ¿Qué hacía ahí Ted Robledo? No es claro: al parecer, dicen estas fuentes, el hombre se dedicaba a negocios poco claros, contrabando o drogas, y sus amistades eran relaciones peligrosas. Lo concreto es que al puerto de desembarque de aquella nave nunca llegó Ted Robledo.

La dedicatoria escrita por Germán Marín no contiene información descabellada en absoluto. Ted terminó mal, asesinado, no sabemos si en Omán o en algún océano de la región, y lo de agente de inteligencia tampoco es tan descartable. ¿Y si ésta hubiera sido la razón para arrojarlo al mar, haberlo descubierto durante el viaje en una operación camuflada de infiltración?

Jorge Robledo nunca dijo una palabra en público ni en reuniones sociales de lo que había pasado con su hermano. No era un tema para conversar a viva voz. Hombre sencillo y discreto, abandonó el fútbol sin hacer mayor ruido y en Rancagua conoció a su futura esposa Gladys, con quien construyó “una hermosa pareja”, según Vicente Riveros.

Alguien señaló que la muerte de su hermano lo afectó muchísimo, y que desde entonces se puso bueno para el trago, pero Riveros lo desmiente: “Yo creo que Jorge era un gran bebedor social, seco para el whisky, pero nunca lo vi descompuesto por el alcohol”.

Jorge Robledo terminó sus días no de guardián de puerta del colegio Mackay, sino como encargado de deportes del colegio Saint Peter de Viña del Mar. Murió joven e inesperadamente, a los 62 años, de un paro cardiorespiratorio. Le sobreviven su esposa y una hija, ambas radicadas hasta hoy en Viña del Mar.

El honor de Ted Robledo

Hace algunas semanas escribí en esta misma página una columna sobre los hermanos Jorge y Ted Robledo. Me había cautivado la dedicatoria escrita por Germán Marín en su libro Carne de perro, en la que él decía haber leído, entre otras informaciones, que Ted Robledo había terminado en Africa, “cansado de vivir, dedicado, según se dice, al alcohol, si bien otras fuentes indicaban que, tras servir como agente de inteligencia, había sido asesinado en Omán”.

La historia de la desaparición del ex futbolista Ted Robledo parecía sacada de una película. Mi columna fue publicada mientras yo estaba de vacaciones, y, en lo que respecta a Ted, agregaba algunas indagaciones sobre su vida (que nunca se casó, que tuvo como novia a una hermosa bailarina de flamenco) y también sobre su muerte: versiones de periodistas que parecían estar de acuerdo en que Ted Robledo había sido arrojado desde un barco en altamar después de una riña cerca de alguna costa africana, tal vez porque el hombre estaba metido en asuntos poco claros, drogas, contrabando, cosas así.

Hasta que volví de vacaciones y encontré sobre mi escritorio un sobre de correo remitido por Carmén Calé viuda de Robledo. Abrí el sobre y en él había una carta manuscrita de cuatro páginas, una foto en blanco y negro de un matrimonio religioso y la copia escrita a máquina de un juicio auspiciado por la Corona británica.

El primer desmentido saltaba a la vista: Ted Robledo sí se había casado. Lo hizo en Chile y en 1956 con Carmen Calé, ex bailarina de danzas españolas. En la carta, Carmen Calé aprovecha de aclarar que no es verdad que Ted fuera bueno para la noche, la jarana y las mujeres, y luego precisa sus movimientos después del matrimonio.

Primero se fueron a vivir a Inglaterra, donde Ted jugó un par de temporadas en el Notts County de Nothingham, pero el clima inglés afectó bastante a su mujer y se volvieron a Chile en 1959. Ted fue entonces contratado por la Nasa como técnico electrónico, su segunda profesión, a través de la Universidad de Chile. Pero su sueldo era bajo y pronto buscó nuevos rumbos como entrenador de fútbol. En 1965 viajó solo a Centroamérica para dirigir en El Salvador al equipo “11 Municipal”. No duró mucho allá.

Más adelante, Ted trabajó ayudando a levantar torres petroleras en Africa y  Brasil. En ésas andaba cuando fue contratado por una compañía norteamericana de barcos petroleros -la International Drilling Co.- en el Golfo Pérsico. Y fue en esa condición que encontró la muerte. A comienzos de diciembre de 1970, solo y prácticamente sin dinero, aprovechó una invitación del capitán alemán del barco petrolero Assahn para pasar cuatro días de vacaciones a bordo de la nave, y se embarcó en el puerto de Dibbah, en el sultanato de Omán, para realizar un crucero a través del Golfo de Omán hasta Muscat y volver a Dibbah. Jamás regresó. Según la viuda, en el juicio consta que la noche del 5 de diciembre de 1970 cenó con el capitán y luego jugaron cartas junto a  otras personas, y fue entonces cuando desapareció sin dejar huella.

En Chile nadie se enteró del hecho porque Ted Robledo no era muy amigo de escribir cartas y marcar su paradero. La última carta suya la había recibido su esposa, Carmen, en noviembre de 1970. Pero en el verano de 1971 igual se dejaron escuchar en la familia rumores que hablaban de una desgracia.

Jorge Robledo, su hermano, no le prestó atención a esas versiones, hasta que el 4 de marzo de 1971 El Mercurio tituló en portada: “Asesinado Ted Robledo. Se abre investigación en Sultanato de Omán”.

La primera noticia fue un golpe en la cabeza de la familia Robledo. Su hermano Jorge se descompuso aquel día y prácticamente no pudo seguir hablando con el periodista que le informaba detalles del caso.

En los meses siguientes, el juicio verificó que el capitán alemán, Hans Besseinich, había mentido al decir primero que Ted Robledo jamás se había embarcado, y luego había tratado de influir a los otros testigos, un cocinero y otros miembros de la tripulación, para que dijeran lo mismo. Los testigos no cedieron a la presión y verificaron que Ted sí había estado en el barco, y además relataron cómo el capitán había hecho desaparecer su equipaje.

Casos y cosas de la justicia, el jurado británico por dos votos a uno decretó al final que el capitán alemán era inocente, descartó cualquier tesis de suicidio y determinó que sólo se había tratado de un accidente. Después de cuatro meses de prisión, Besseinich recobró la libertad y siguió haciendo su vida como capitán de barco.

Treinta y tres años más tarde, escribo esta columna para intentar restituir la memoria de Ted Robledo con la carta de la viuda a la vista. La leyenda, sin embargo, seguirá escribiendo en la imaginación de cada uno de nosotros. ¿Lo mataron? ¿Sufrió un accidente y cayó al mar?

Ahora sabemos dónde estaba esa noche y quién era el capitán del último barco que lo vio con vida. También sabemos de su relación con Carmen Calé, su matrimonio y su reticencia a escribir cartas. Estamos seguros de que nunca fue agente de inteligencia de la corona británica. Lo que probablemente nunca sabremos, como tantas veces ocurre, es cuáles fueron sus últimos movimientos después de aquella partida de naipes, y cómo fue que su vida terminó para siempre cinco millas mar adentro en las aguas del Golfo de Omán.

Por Héctor Rojas Cabrera

Periodista UCN

Los hermanos Robledos, Eduardo y Jorge, vistiendo la casaquilla de Newcastle United

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