Con mi cabeza apoyada en la ventana, me deleito por el paisaje más inhóspito y desértico, conjugan el señor sol y la sequedad de la chusca pampina. Tamarugos y escasos animales desfilan por la gran alfombra tarapaqueña. Permito que el silbido conecte con mi memoria y el corazón mágico. Las zampoñas, las quenas y guitarras se fusionan para trasladarme a los tiempos idos, a la benevolencia de los afectos, a la fiesta de los abrazos. Este es un lugar maravilloso , un oasis en medio del desierto, habita una flora exquisita, frutos nativos como los dátiles; naranjas; tangelos, guayaba; mangos y el limón más embriagador del mundo.
De las distintas acepciones etimológicas sobre la palabra Pica, la más aceptada, es aquella que dice proviene de la voz » T’ika», que significa » Flor» en quechua. Previo al arribo de los españoles, Pica fue parte del mítico Camino del Inca. Allí, los eternos caminantes del imperio recuperaban energías en un entorno de gran fertilidad. Tiempo después, por este mismo lugar transitó Diego de Almagro, quien seguramente también hizo una pausa en su empresa conquistadora. En el proceso de » chilenización » impulsadas desde el centralismo, las familias tradicionales fueron el último bastión en la entonces Provincia de Tarapacá, de la peruanidad, conservando hasta hoy esa identidad, pese a la violencia desde el Estado mismo y de las Ligas Patrióticas ( 1911-1929). Los piqueños de hoy son gente de trabajo, portadores de una tradición, en que se fusionan los legados de antaño con el presente y los sueños del mañana.
En Pica , se siente el aroma a canela , clavo de olor , hojas de naranjo y azúcar. La fábrica de alfajores en Pica queda en calle Lord Cochrane. Ha sido recientemente nombrado con el sello ‘Best Tourism Village’ entregado por la Organización Mundial del Turismo.
Los aromas a mango y naranja atrapan mis sentidos y levito por la calle principal; saludo a los vecinos del pueblo. Me emociona abrazar a Milena, una linda mujer que conocí hace un tiempo, trabajando en el hotel «San Andrés».
La diversión familiar es plena y vivaz en este espacio de tanta quietud y serenidad. Mientras observo y cuido de mis hijas, la niña interior que brota de mi sale corriendo en dirección a la «Cocha» y a sus socavones. Estos socavones , son el resultado de un proyecto del gobierno peruano en 1873 y su objetivo fue aumentar el recurso hídrico de la zona. Con la construcción del estanque en la roca natural se hace posible elevar el nivel de agua y así poder cultivar en laderas y superficies coincidentes en cotas de nivel , siendo ella la actual cocha. A través del tiempo el agua no ha causado merma de caudal y su temperatura promedio es de 33 grados Celcius.
¡Oh! Necesito zambullirme, jugar, sacar barro con una piedra, quedar literalmente embetunada y con la investidura de una princesa Inca. La fiesta costumbrista no ha terminado, unos ricos mangos despiertan mi apetito, el jugo de la fruta traza rayos deliciosos en mi cara . Después de disfrutar hasta el último pedacito adornado de hilachas, solo quiero una cosa al caer la tarde, vivir sin pensar en la existencia de un mañana.
Sonia Pereira Torrico
(La foto es aportada por la columnista y pertenece a Samuel Rivas Arcos)