Entre los mil 600 valientes defensores de Arica, se encontraba un joven coronel de apenas 33 años de edad. Su nombre completo Juan Alfonso Ugarte Vernal, más conocido por todos por Alfonso Ugarte. tarapaqueño de nacimiento, fue bautizado el 13 de julio de 1847, en la iglesia Parroquial de San Lorenzo de Tarapacá.
Recibió una esmerada educación y luego se dedicó a las actividades agrícolas, comerciales y a la explotación del salitre, logrando muy buena posición económica. Siendo muy niño perdió a su padre Narciso y a sus dos hermanos, por lo que desde muy temprana edad conoció lo que era el dolor y la adversidad.
Será su madre Rosa, quien influirá decisivamente en la vida y el destino del héroe. Por otro lado, Ugarte vivió en medio de todas las comodidades económicas ya que su familia es una de las más ricas del Departamento de Moquegua, del cual formaba parte en ese entonces la provincia peruana de Tarapacá. Su vida personal transcurrirá entonces entre alegrías y dolores, dinámica que en el crisol de su fe cristiana, irá forjando en él a un hombre y a un soldado de extraordinario temple y carácter lo cual demostrará plenamente en la Guerra del Pacífico.
Quienes lo conocieron, lo describen como un hombre alegre, afable, juicioso, trabajador, generoso y totalmente entregado a servir a su Patria. Pudo haber sido un jovencito frívolo, mundano, un millonario engreído y vanidoso, pero fue todo lo contrario, un joven maduro, amante de su país, de su gente y de su cultura. Con menos de 30 años de edad, muestra una extraordinaria capacidad para la administración y los negocios, por lo que incrementa aún más la fortuna familiar heredada. Lejos de ser un hombre egoísta y ambicioso, sabe que su deber es también trabajar por el bien común y el desarrollo integral de la patria, por ello animado por una profunda vocación, será un afanoso servidor público. Con gran sentido de solidaridad socorrerá con su propia fortuna a las víctimas del terremoto que destruyó Tarapacá y otras zonas del sur del Perú, el 13 de agosto de 1868 y por ello, en virtud de su madurez y entrega desinteresada será elegido en 1876, alcalde de Iquique y de la provincia de Tarapacá. Fue fundador de la actual Compañía Española de Bomberos Nº 1 Iquique en su origen.
Cuando el 3 de abril de 1879, Chile declara la guerra al Perú. Alfonso Ugarte, sin titubeos cancela un viaje de negocios a Europa, y posterga su matrimonio con su prima Timotea Vernal. Con el único objetivo de incorporarse al ejército, colocando su fortuna al servicio de la nación. Debido a su posición social e influencias políticas, Alfonso Ugarte pudo fácilmente evitar pelear en la guerra, pero en cambio prefirió morir como un héroe por su patria. Valores que le entregó su madre Doña Rosa Vernal, en la cual «Dios y la Patria eran lo más importante».
Las huestes chilenas doblan en cantidad a los peruanos. No obstante la decisión del ejército era no rendirse pese a la disminución de sus hombres y a las inclemencias geográficas del lugar de batalla. Alfonso Ugarte, herido, con el cráneo infectado y con una fiebre altísima, guió a sus soldados por los calichales en la retirada de Tarapacá a Arica. Llegando a Arica, es internado en el hospital. Su estado era grave y delicado. La guerra podía perfectamente haber terminado para él, pero se negó rotundamente.
Con una abrumadora superioridad en hombres y armamento, el ejército chileno se lanzó a las 5:30 a.m de la mañana del día 7 de junio de 1880 a la captura del Morro de Arica. 6.500 hombres chilenos contra 1.500 peruanos. El coronel Francisco Bolognesi moriría en la cima. En cambio, el joven tarapaqueño tomando la bandera peruana clavada en la cima y picando a su caballo blanco, lo arrojó al océano gritando con toda su alma. «A mí, ni a mí caballo tocaréis, lo juro, ¡Viva el Perú!» Mito o realidad, aún está en discusión la muerte en el despeñadero. Soldados afirman que lo vieron caer, otros dicen que murió en plena batalla . El escritor chileno Jorge Inostrosa Cuevas, en su conocida obra “Adiós al Séptimo de Línea”, escribirá rindiendo homenaje a la inmolación de Ugarte. Dice así: “Luego irguiéndose sobre los estribos, gritó con toda su alma ¡Viva el Perú! y picando espuela se lanzó al vacío. Con un grito de estupor estrangulado en las gargantas, peruanos y chilenos, vieron el altivo jinete volar, como en un caballo alado y describiendo una impresionante parábola, ir a estrellarse contra las puntiagudas rocas asomadas en la espuma del mar que azota los pies del morro.
En Iquique, 4 de noviembre de 1879, Alfonso Ugarte, realiza el último testamento, corroborando su fe cristiana. Señalando en uno de los puntos: «Si en algo soy injusto aquí; si he olvidado algún deber, suplico a todos me perdonen, pues en los momentos en que escribo esto me encuentro apurado, con mis deberes militares y del negocio y mi ánimo completamente aniquilado al pensar que puedo desaparecer en esta campaña y abandonar a mi madre y mi hermana que necesitan de mi apoyo.
Sus restos fueron traídos a Lima en 1890, siendo depositados provisionalmente en el mausoleo del mariscal Ramón Castilla. Tiempo después fueron trasladados a un sarcófago de mármol del tercer nivel en la Cripta de los Héroes de la Guerra de 1879, en donde reposan a la fecha.
Ahora entiendo por qué los iquiqueños somos tan aguerridos y valientes, nuestros antepasados hablan por sí solos a través de la historia. Sus proezas conducen el alma y la gloria a la inmortalidad .
Sonia Pereira Torrico
Fuente: «Descendientes Juan Alfonso Ugarte y Vernal» (Página web)
