Señor Director: El incendio de la Iglesia San Antonio de Padua (San Francisco) de Iquique causó un inmenso dolor no sólo en nosotros los iquiqueños, sino también en los compatriotas del resto del país y otros que viven alrededor del mundo y que vieron por las redes sociales como el fuego consumía un templo católico que tenía 120 años y así lo expresaron en los comentarios.
Es que hoy las malas y buenas noticias corren raudas por el ciberespacio. Ojalá siempre fueran buenas, pero la vida nos muestra todos sus lados y los viejos sabemos que el paso por esta vida es un largo camino con curvas.
Cientos de iquiqueños fueron bautizados en la Iglesia San Francisco, fueron acólitos, estuvieron en las clases de catecismo, hicieron su Primera Comunión, fueron Confirmados y también participaron más de una vez en los oficios religiosos para despedir a un amigo, a un pariente, a sus padres y familiares que partieron a una mejor vida; otros se casaron cumpliendo con el sacramento del matrimonio y muchos fueron acogidos en su comedor, no tenían nada que comer, consolaron ahí los rigores de las muchas situaciones que se presentan en el camino. Ahí supieron que hay gente que ayuda, sacerdotes y colaboradores dispuestos con alma y corazón.
Es doblemente doloroso aprender de algo que se pudo prevenir. Excusas y comentarios sobran, pero lo cierto es que muchas edificaciones históricas de Iquique no se cuidan como es debido en nuestra ciudad-puerto que no sólo fue conquistada con sangre, sudor y lágrimas, sino con mucho dolor en los participantes en un conflicto bélico, donde no hubo ganadores ni perdedores, porque una guerra sólo causa un dolor que perdura profundamente en el alma de todos, de allá y de acá. Es la pura y santa verdad.
Finalmente, los iquiqueños debemos reflexionar: Sinceramente hemos perdido mucho del “Iquique de antes”. Hoy vivimos de promesas y promesas. Los que no son de Iquique desconocen lo lindo que era vivir acá y los que nos visitaban se iban encantados con ganas de volver. Se podía caminar tranquilamente por las calles incluso madrugada. El saludo del vecino salía del alma. Todo era tranquilo. Disfrutábamos del mar, de playas que está aquí mismo, al alcance de la mano, de todos los deportes, sentíamos orgullo de ser iquiqueño; se barría el frontis de la casa, no se arrojaban papeles en la calle; cantábamos emocionados nuestro himno, celebrábamos con unción, con patriotismo el 21 de Mayo, etc. Hoy se palpa mucha gente mal educada, prepotente, garabatera, que no respeta nada. ¿Qué te pasó Iquique? Suena fuerte en nuestra cabeza, especialmente en los que tuvimos la suerte de vivir en el Iquique hasta el 90. Después todo se malogró. De nuevo, es la pura y santa verdad. Lamentablemente.
¿Qué viene ahora? Como muchos hechos conocidos costará hacer un nuevo templo como la Iglesia San Francisco. Vemos lo que pasó con el incendio de la Aduana (ahí está, esperando), vemos otros edificios históricos deacuidados. No hay que enojarse por la verdad. Hay que reconocer, para avanzar. De lo contrario, seguirá todo como está. Tampoco faltarán los politiqueros para decir “no hay que ser pesimista, hay que hacer algo y bla bla, bla”. La pregunta clave es: ¿Cuándo? Aprendamos de este hecho doloroso. Seamos humildes y modestos en reconocer lo malo, para mejorar.
Pelayo es mi nombre. 80 años.








