De todos los despertares, escuchar la tetera hirviendo, debe ser el susurro más esperado. Indefectiblemente pienso que estás merodeando el lugar, con el tranco cansino colocando el pan en el tostador, y los avatares deliciosos en la mesa de madera, una que construyó un carpintero para la familia y el barrio entero. No ha cesado el primer zumbido de este día , y creo que a veces estoy viviendo una epifanía, pero no lo es, estoy aquí en mi amada tierra Iquiqueña , sumergida en las aguas, girando al revés y al derecho, pellizcándome, dibujando una sonrisa de la felicidad inmensa que es estar con la familia.
Estoy aquí con los ojos bien abiertos, fijando la mirada en el techo, activando los sentidos, incluyendo el más fuerte, el del corazón, ese que a veces se enamora y no perdona. Huele a pino oregón, los gatos desfilan al rededor, creo que me voy a levantar, me doy un tiempo, respiro lento, la oscuridad no me paraliza, los cuentos de terror se quedaron en la repisa. Poco a poco se encienden los motores de las calles del casco histórico, la gente debe ir a trabajar, los niños a los últimos días del periodo escolar y los comerciantes en sus camionetas para instalarse en la feria. El olor a pino a oregón sucumbe con el de guayabas, mangos y naranjas, también de una fritura de sopaipilla tiraneña que se vino de la fiesta de julio a mi casa iquiqueña. Mis piececitos se volvieron locos, desean con frenesí moverse hacia el comedor y seguir cantando esta canción. Mi sobrino sigue durmiendo, se ha quejado por mis precipitosos ronquidos, oh, no los he sentido, pero no me preocupa, yo le respondo, tápate los oídos chiquillo, no sufras con esta veterana, que ya le duele la rodilla y la corazonada. Pero en mi cuerpecito ovalado, existe una niña interior que ha despertado del milagro del amor con los aromas y sabores que sólo Iquique le sabe dar, tal cual el amor del inexpugnable océano al poeta Óscar Hahn. Es la tierra , que llama, que trina, que abraza, desata, te suelta, se enmudece, se resiente, se entristece, y florece. Abro la puerta con los pies descalzos, la gélida mañana ha disipado con el primer hervor de la tetera, tanto que la amo, he esperado 100 años para que suceda algo tan simple pero tan extraordinario. La gatita Monsi se cruza entre mis piernas, el oscuro gris de sus patas produce un cosquilleo mientras la veo. Fiona sigue durmiendo, es la perrita de la casa, es muy temprano dice roncando, yo sigo mi ruta para tomar desayuno, e ir a la captura de verduras y frutas.
Como en antaño, se enciende la radio, no es a.m, pero el hombre de radio disfruta su pasión a las 6 de la mañana en punto. Me encanta todo esto, aunque el padrecito esté dirigiendo en el alto cielo, también la madre morrina, la abuelita enfermera, la prima bailarina y el tata calichero. Pruebo a sorbito el tecito con cedrón y hierba luisa, engullo lentamente el pan tostado con mantequilla crujiente, le añado unas cuantas aceitunas de Azapa, para el ensamblaje perfecto de los aromas de la mañana. Estoy delirando, no puedo creer lo que está pasando, voy a publicar un nuevo libro y estoy aquí para bendecirlo en el lugar más bonito del mundo. Estoy aquí tomando desayuno, escuchando una canción nortina, un perro meneando la cola, le comparto un trocito de pan, sonríe la Fiona del hogar, le acaricio la cabeza para que no se vaya a otra pereza. Estoy aquí y no es un sueño, es simplemente todo lo que quiero. De a poco aparecen los rostros, cada uno en su estilo y asombro, más lento, más rápido pero jamás dejan de decirte oye te quiero, buenos días, ¿qué vamos a hacer?. Lavo mi taza, comienzo la caminata por la feria, ese paraíso que me tiene toda re enamorada, no hay un día que pase que no te piense, esta lejanía me hace extrañarte, con sus colores de mango, de verde limón, un rosa guayaba que agita mi vestido de color, el traje del tata inti cubriendo mis pensamientos y mi corazón nortino. Volverte a ver, conversando con los vecinos, probando un alfajor de Pica, entre los pasillos de mi tierra y así te quiero ver sin dejar de pensarte, sentirte, escribirte y tomar a sorbito un tecito. Estoy aquí entregando mis sueños a San Lorenzo, y recibir la bendición de la Chinita por el nacimiento de un nuevo libro. Elegí el club Rápido porque es un lugar familiar, uno de los clubes más antiguos de la ciudad y donde por diferentes épocas mi familia ha dirigido los hilos del deporte. Estoy aquí en casa con mis hermanos recordando que mi hermosa madre fue jugadora de niña , Presidenta y también el lugar de la despedida, hacia el alto cielo y no fue un rumor de luz , fue una libro escrito , un canto de la soledad y el mar. Así llegaron las olas, se retiró la tormenta y apareció el sol cubriendo la humanidad para regalarnos un tiempo de paz. Estoy aquí recibiendo los regalos del universo, en el Iquique glorioso, entregando a la comunidad las «Nuevas Historias bajo el cielo de Iquique».
Sonia Pereira Torrico








