Esta semana fue de aquellas donde uno no quiere saber, nada de nada. Un fuerte malestar general se hizo carne, ruido molesto y sombra desdeñosa para hacer notar el manifiesto repudio a las Isapres.
El fallo de la Corte Suprema de los dineros cobrados en excesos por estas instituciones de salud privada, se hizo, sal y agua. ¡Qué rabia e impotencia! Por fin los chilenos/as, veíamos que el máximo Tribunal de Justicia, como poder del Estado, sacó un falló histórico a favor de la gente, remeciendo las estructuras de salud en nuestro país.
Desde hace un año, se venía tratando este tema en el parlamento. El Gobierno hizo lo suyo y defendió el sistema de salud pública para que, no colapsara más de lo que ya está. Es decir, evitar una crisis mayor. Además, hay que asumir otra verdad que no nos gusta, pero hay que decirla; cuando estamos bien, en realidad poco importa el sistema de salud pública. En una sana autocrítica, como simple ciudadano, al tener mejor trabajo y mayores ingresos, también, nos vamos al campo minado de las Isapres, porque en “chilensis” compramos el modelo neocapitalista.
En otra mirada, más política, el Gobierno extendió una mano salvadora a las Isapres. Ahora se ve con más razón. Pero lo, trágico, cuando empieza a regir el cumplimiento del fallo, los afiliados a las Isapres, están recibiendo un pago de devolución de 120 pesos. Otros de 250 y 580 pesos. El 10% de un dólar, una tremenda sinvergüenzura a vista y paciencia de todo el mundo político.
Esta ley de devolución de los “cobros excesivos”, se hizo a la misma pinta de quienes abusaron de “cobros excesivos”, lo hicieron por largos años. Incrementando sus utilidades indebidamente, a costa de las necesidades de la gente y clase trabajadora, tienen el poder económico y político, para manipular al Gobierno de turno. En otras palabras, izquierda y derecha, más el Gobierno, fueron artífices de esta ley cómplice de los abusos de las Isapres. Para ser juiciosos, todos los políticos tuvieron razones diferentes al momento de su aprobación. Este grave problema se arrastra por décadas y diferentes Gobiernos debieron hacerle frente.
Hoy, vemos como todos se lavan las manos como Pilatos. ¡Qué vergonzoso! Le tiran la pelota a la Superintendencia de Salud, para remediar la burla a los afiliados de este sistema de salud abusivo. Nada de extrañarse. Los políticos, -salvo excepciones honrosas- idiotas de las primeras páginas, se hacen los lindos con palabras de los filósofos amantes de la hipocresía del capitalismo reinante.
En mi soledad de madrugada, me hago dos preguntas. ¿Cuánto tiempo han dedicado los medios de información para hacer conciencia cívica de este abuso/delito de salud? ¿Le han dado la misma cobertura periodística y/o mayor importancia que el del caso político de Monsalve?
Está claro, Chile debería avanzar en tener y mantener un solo sistema de salud digna y de calidad. Que yo recuerde, desde el año 2015 se habló de una reforma al ocaso de las Isapres y se forma una comisión de Salud, bajo la Presidenta Bachelet, que plasmaría una ley que pusiera fin a este sistema discriminador y arbitrario de los planes de salud de las Isapres. ¿Dónde están los parlamentarios que llevan años de circo, sea en la Cámara de Diputados/as o en el Senado?
Crítica. Saben, hace como 35 años vengo escuchando el mismo cuento político. La derecha tradicional, no contribuye en asumir las nuevas realidades de país. La izquierda, parece que se quedó dormida en el siglo XX y la nueva izquierda nacida de los pingüinos, no amanece antes que el sol. Es decir, no estamos en el mejor de los mundos para dar un paso cualitativo al Desarrollo. Por otra parte, los republicanos que representan al neofascismo, se toman el discurso callejero y capitalizan el descontento.
El panorama es sombrío. Nos hablan de próximas elecciones presidenciales y de Diputados/Senadores -regiones impares-, cuando tenemos gravísimos problemas sociales. Quienes salgan electos, así es nuestra democracia capitalista, se olvidarán de los cambios profundos que se deben impulsar y danzarán en las estructuras del libre mercado. Estoy perdido. Lo que no quiere decir, que he perdido las esperanzas y mi fe. Mientras pueda, mi voz, es decir, mi conciencia seguirá el camino de la verdad que me ocultaron desde mi infancia, tratando de vencer siempre la pobreza, la mediocridad y la vida cómoda. Esa es mi riqueza. Todo es cuestión de amor, trabajo, felicidad y sacrificio.
Amigo/a, lector, usted comprenderá el profundo malestar de la inmensa ciudadanía sobre un fallo judicial del más alto nivel que favorecía al pueblo. Aquí, la clase política naufragó por sobreproteger a las elites económicas. ¿Dónde se puede hacer justicia para corregir esta injusticia y reine la justicia?
Por eso, aprendamos de esta amarga lección. No seamos presa fácil de la clase política privilegiada. Los valores y principios que aprendimos en nuestras casas y familias; en la escuela primaria/básica, media/humanidades, en las universidades y en “la vida”, se eleven hasta los más alto de los cielos, para con sabiduría elegir a nuestros políticos, ya sea en el Parlamento y/o en el Gobierno. Creo en los buenos corazones, pero no me dejo engañar por educados embaucadores, arribistas con doble máscaras y por cánticos de lobos salvajes con piel de oveja. Tengo presente, que la política esta convertida en un buen negocio.
Chile es un país bendecido, con grandes riquezas naturales. Tiene una geografía tan amplia y diversa como ningún otro país en la tierra. Además, nuestros profesionales son personas muy bien cotizadas en diferentes disciplinas. Hay talento y mentes brillantes. Hemos ganado dos Premios Nobel, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, nos han dejado la vara muy alta.
Entonces, porqué seguimos viviendo como si estuviéramos en el tercer mundo. La concentración de la riqueza en pocas manos y a desigualdad, en esta fase de la inteligencia artificial, la robótica y la tecnología de vanguardia, nos hacen vivir como sudamericanos/chilenos del patio trasero y de última clase. No quiero esto para mis generación presente y futura…
Nelson C. Mondaca Ijalba
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