Desde los tiempos de los camanchangos hasta hoy, existe una delgada línea que nos une y es la significativa carencia o falta de agua . Para la cultura de los camanchangos y los Aymaras, el agua es fuente de vida, es un regalo cósmico de la madre tierra, de la Pachamama. Charles Darwin, el famoso naturalista inglés dijo de Iquique en 1835, «Los habitantes viven como en un barco». Todo es traído de otra parte. El agua es traída desde Pisagua , que está a una distancia de 40 millas, y se vende a 9 reales ( cuatro chelines y 6 peniques) el barril de 18 galones; una botella de vino cuesta 3 peniques. Práctica que se extendió por décadas, hasta la debacle del cierre de las oficinas. Desde «Oficina Victoria» por ejemplo, se llevaba agua al funcionamiento de las últimas covaderas. Era común, que las casas acumularán agua en tinas de cemento, porque literalmente el agua la cortaban.
Es una miserable caleta, y parece un barco dijo Darwin, toda vez que el glorioso en dichas épocas es estéticamente de madera, poblada de miradores, balcones y cubiertas muy semejante a un barco de la época. Sin embargo a falta de agua, y ser azotada por terremotos e incendios, la región de Tarapacá es una tierra rica y fértil de plata, guano( Pabellón de Pica, Patache, Punta de Lobos, Huanillo, entre otras) y oro blanco, con la instalación de más de 300 oficinas para el auge y prosperidad de la región en el siglo XIX, convirtiéndose en el erario nacional. La calle Huancavelica ( Baquedano), la señorial, cuyas calles adyacentes y casonas están construidas de pino oregón. La población va in crescendo, de todos los rincones del país vienen llegando en tren o en barco, incluyendo extranjeros ( chinos, croatas, italianos, alemanes, y otros).
Iquique se convierte en la mina de oro, en la reina del desierto, el botín más preciado, un tesoro atractivo para Chile y el mundo entero. Iki Iki en lengua Aymara, lugar de descanso y sueños permiten traer a grandes artistas de fama mundial al «Teatro Municipal» como Antonio Vico, Della Guardia, la Fregoli y otros, lo que refleja el gran auge económico y cultural del puerto. Con el nacimiento del salitre sintético, comenzó el lamentable deterioro del teatro, las butacas se dañaron, el piso sufrió un hundimiento sostenido y muchas tablas comenzaron a apolillarse. Se ocupó como cine por tres décadas. No obstante afuera del teatro, las familias y el ciudadano a pie se reunía cada domingo para el desfile, la retreta y el tontódromo, institución que quedó instalada por años bajo la sombra de dátiles y frondosas palmeras. La vida citadina es la manifestación máxima, aquí se genera el reencuentro, el paseo familiar, la conversación con el lustra botas, los juegos, los viajes en autito, la fotografía, el seguimiento a la banda de la guarnición y el bocado necesario de un helado, empanada o compartir aperitivo en el Casino Español.
Un 24 de diciembre, cientos de iquiqueños derramábamos lágrimas a borbotones al suponer que nuestro monumento histórico estaba siendo consumido por el fuego. Una navidad triste sin regalos y reyes magos, sólo la cortina de humo y los recuerdos del almacén del costado, que albergó después de la retreta a miles de artistas y parroquianos.
Bueno, después de 15 años desde que cerraron las puertas del Teatro Municipal de Iquique, el Ballet Municipal y el Coro de Cámara y voces blancas, volvieron en gloria y majestad al principal escenario de la región.
Felicidades, que no muera la cultura en el glorioso, que se abran las puertas del Teatro a la comunidad y el desarrollo de las expresiones artísticas en completa libertad.
Sonia Pereira Torrico
Fotografía: Hernán Pereira Palomo