Este joven nacido en Valparaíso se viste de guerrero con 16 años como el mismo lo dice en sus memorias «…poseído del febril entusiasmo, nato en la raza chilena, y cuando todo el mundo quería ocupar un puesto en el Ejército y la Marina, abandoné el hogar de mis padres, escapándome de su lado y llegué a Antofagasta, donde logré embarcarme a bordo de la goleta Covadonga que la comandaba don Joaquín Orella y senté plaza de grumete, muchacho del maestro de señales.»
El bautizo de fuego de este joven patriota fue en el combate naval de Angamos y luego se encuentra en el asalto y toma de Pisagua.
Existe una anécdota muy interesante antes del asalto a Arica, ya que la Escuadra necesitaba comunicarse con tierra y se requería un voluntario y el grumete es quien nos narra su participación en tierra aquel glorioso día del Asalto al Morro de Arica: «Me embarqué en seguida en una canoa del buque la que me acercó lo más posible a tierra, ocultamente del enemigo, desde donde me arrojé al mar. En esos momentos la Covadonga disparó un cañonazo a pólvora, calibre de a nueve, señal de aviso a la tropa nuestra de tierra de que yo iba; el disparo fue oído oportunamente, pues inmediatamente se acercó a la playa un grupo de soldados de la caballería de la división sitiadora del coronel Lagos. «El mensaje fue dado y nuestro joven grumete cumplió su misión@.
Terminada esta aventura regresa a bordo para vivir el momento más triste de su vida naval, el hundimiento de la Goleta Covadonga.
Se traslada al vapor Pisagua y luego al Transporte Angamos.
Finalizada la guerra vuelve al seno familiar ya como un hombre.
Pasa el tiempo y se radica en la ciudad de Iquique donde forma familia. Sus restos hoy descansan en un nicho perdido en el olvido en el Cementerio N ° 3.
Un hombre solo muere cuando se le olvida…
Mauricio Pelayo