Por Natalia Arcaya, gerente de Marketing y Comunicaciones de Pluxee Chile
Aunque solemos asociar el trabajo al ingreso, su valor real va mucho más allá: es una fuente de identidad, propósito y crecimiento. Sin embargo, el nuevo capítulo del Estudio Contexto Pluxee 2025 revela una tensión creciente entre lo que esperamos del trabajo y lo que realmente recibimos.
El 70% de los trabajadores declara que su empleo ha impulsado su desarrollo personal y un 66% cree que su labor aporta a la sociedad. Pero esta visión positiva convive con una realidad preocupante: solo el 57% se siente feliz en su trabajo y apenas un 55% se siente valorado. Esa brecha entre ideal y experiencia está alimentando la frustración y el desapego laboral.
La desconexión también tiene rostro de género. Las mujeres lideran la percepción de crecimiento personal gracias al trabajo (75% vs. 65%), pero han visto caer la sensación de que su labor tiene impacto social. Además, solo el 61% de los trabajadores dice hacer lo que le gusta y, en el caso de las mujeres, esta cifra cayó cinco puntos.
Aun así, ellas reportan mayor felicidad en sus trabajos que los hombres. ¿Resiliencia o autoexigencia? En cualquier caso, esto debe interpelar con fuerza a los empleadores para construir culturas organizacionales que no descanse sólo en el compromiso afectivo de las trabajadoras, sino también en un sentido de realización».
El problema es estructural. Si seguimos entendiendo el bienestar laboral como una lista de beneficios y no como un ecosistema de reconocimiento, escucha y propósito, seguiremos cultivando ambientes desconectados. Hoy, solo un 58% siente que ha logrado algo importante en su trabajo y esa cifra va en descenso.
Reimaginar el trabajo es urgente: no como una obligación productiva, sino como un espacio de sentido y bienestar. Solo así el trabajo podrá ser, realmente, una fuerza transformadora.