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¡La palabra que construye mundos!

20 octubre, 2025
en Columnistas
Las deudas del poder político
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Iván Vera-Pinto Soto, Cientista social, pedagogo y dramaturgo


Comunicar no es solo transmitir: es desafiar la indiferencia, crear memoria y despertar conciencia. Cuando el lenguaje se vacía de sentido, la educación tiene la obligación de devolverle su fuerza capaz de transformar el mundo.

Discurso hueco: la violencia silenciosa del poder

Hoy vivimos atrapados en la pobreza de lenguaje. Los políticos repiten cuñas y frases hechas como autómatas, huérfanas de contenido y de significado, mientras fingen gobernar con vocablos rimbombantes. Lo que para algunos parece mera retórica es, en realidad, un arma silenciosa. Pierre Bourdieu lo llamó “violencia simbólica”: actos casi invisibles que se ejercen sobre los grupos dominados mediante frases, estereotipos y valoraciones que legitiman la opresión. Los sectores oprimidos no solo son nombrados desde la perspectiva de los poderosos: se les dispone como sujetos limitados, condenados por una visión hegemónica que se presenta como natural e inevitable.

Lenguaje vaciado: control y sumisión

La pobreza de lenguaje no es inocente: perpetúa jerarquías, encierra la imaginación social y convierte el discurso hueco en un instrumento de control. Cada cliché repetido, cada frase inútil, refuerza la idea de que nada puede cambiar. Hablar así no es comunicar: es someter.

Expresarse es rebelarse

Durante más de cuatro décadas, la poesía, el teatro y la narrativa me han enseñado que expresarnos no es un ejercicio estético ni una técnica literaria: es la manera más genuina de comprender la vida cotidiana y dialogar con la memoria. Olvidar es renunciar a uno mismo; recordar es un acto de resistencia.

Hablar es elegir, no repetir

Hablar no es neutral. Hablar es elegir. En tiempos de discursos vacíos, repetir frases aprendidas es colaborar con el olvido. Enseñar a hablar no es enseñar a pronunciar: es enseñar a pensar, a recordar, a imaginar y a rebelarse. Como sostenía Paulo Freire, “la palabra es un instrumento de liberación”. Cada palabra consciente es un acto de transformación.

Voces que despiertan dignidad

He visto jóvenes que jamás levantaron la voz transformarse frente a un aula o un escenario. La timidez se convierte en gritos de dignidad. Cada historia contada es un acto de memoria, porque, como recordaba Walter Benjamín, “la memoria es el arma de los pueblos”.

El aula: laboratorio de libertad y rebeldía 

No quiero cátedras rígidas ni conceptos repetidos como un eco. Quiero ensayos, experimentos, interrogantes. Cada frase debe probarse, sentirse, cuestionarse. Solo así se compone pensamiento crítico. Solo así se forma ciudadanía.

Faros del pasado, mapas del presente

Poesía, teatro, narrativa: no son decoración ni ejercicios técnicos. Son faros. Son mapas del pasado que nos permiten construir el presente. Olvidar es renunciar a nosotros mismos. Dejar que otros escriban nuestra historia es traicionarnos. El arte de la palabra —un poema, un relato, una escena— es resistencia pura.

Memoria viva en el desierto

En el norte de Chile, el desierto guarda historias que los libros ignoran: pampinos, obreros, migrantes, desaparecidos. Sus voces necesitan ser escuchadas. Cada narración escénica es un acto poético de justicia. Cada voz levantada reconstruye y resignifica un pasado que alguien quiso borrar.

Palabra consciente: política y libertad

El lenguaje no es neutro. Moldea imaginarios colectivos. Lo que repetimos define ciudades, relaciones y sueños. Educar desde la palabra consciente es política pura: es imaginar el país que queremos habitar. Como advertía Hannah Arendt, “donde desaparece la palabra, desaparece la libertad”. Enseñar a hablar con sentido es enseñar a no permitir que otros borren nuestra historia.

Educar para resistir: la fuerza de la voz

No buscamos actores ni declamadores. Queremos ciudadanos con voz propia. Ciudadanos que construyan su narrativa y reclamen su historia. Cada expresión importa. Cada frase moldea mundos. Cada palabra elegida define quiénes somos y quiénes queremos ser.

Hablar con conciencia no es neutral: es un acto de rebeldía frente al olvido. Es resistencia. Es memoria viva. Es esperanza que desafía el silencio impuesto.

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