jueves, diciembre 4, 2025
No Result
Ver todos los resultados
Contacto
El Reportero de Iquique
  • Inicio
  • Noticias
  • Deportes
  • Salud
  • Entretenimiento
    • Cultura y Espectáculos
    • Tecnología
  • Columnistas
  • Cartas
  • Arica – Antofagasta
  • Inicio
  • Noticias
  • Deportes
  • Salud
  • Entretenimiento
    • Cultura y Espectáculos
    • Tecnología
  • Columnistas
  • Cartas
  • Arica – Antofagasta
No Result
Ver todos los resultados
El Reportero de Iquique
No Result
Ver todos los resultados

Lo que Chile olvida y Tarapacá enseña, por Iván Vera-Pinto, cientista social, pedagogo y dramaturgo

1 diciembre, 2025
en Columnistas
Lo que Chile olvida y Tarapacá enseña, por Iván Vera-Pinto, cientista social, pedagogo y dramaturgo
Share on FacebookShare on Twitter

Dicen que la pampa no perdona el olvido. Que cada vez que Chile intenta definirse desde Santiago, algún soplo del Norte Grande derriba certezas y recuerda lo esencial: la identidad del país no nació en los salones de la capital, sino en sus orillas, en las mancomunales obreras, en los campamentos, en los puertos que el mapa político suele mirar de reojo.

En Tarapacá, la altiplanicie respira con una franqueza que desarma. Sus llanuras abiertas —aparentemente mudas— guardan las huellas de quienes la cruzaron ayer y de quienes la atraviesan hoy, empujados por el hambre de futuro.

En esta geografía ardiente, donde la luz desnuda cada ilusión, la actual migración escribe sus propios relatos: pasos cansados, esperanzas migrantes, convicciones que resisten. El desierto no es solo un escenario: es una superficie reveladora, un claroscuro que devuelve, con crudeza y belleza, las historias humanas que la recorren y la reinventan día tras día.

Y si alguna vez Chile quisiera reconocerse sin máscaras, tendría que escuchar ese llamado antiguo que asciende desde este horizonte áspero: ningún país puede construirse si insiste en negar a las regiones que lo sostienen y le recuerdan, una y otra vez, quién es.

Quizás por eso, cada vez que Chile entra en crisis —y ocurre con frecuencia— Tarapacá se vuelve un marco incómodo, un contraste que revela lo que preferimos ignorar: que Chile siempre ha sido un tejido de orígenes entrelazados, y que cualquier intento de uniformarlo es pura amnesia histórica, una renuncia a su propia trama.

Un territorio que desobedece la idea de nación homogénea

Iquique huele a puerto, a tránsito perpetuo. No a esa frontera rígida del discurso político, sino a una frontera viva: la que late entre personas, oficios, acentos, sabores. Aquí ningún apellido garantiza nada. Nadie es “puro”. Nadie es “de origen único”. Y eso es precisamente lo que irrita a quienes sueñan con un país de bordes identitarios dibujados con regla.

Desde las caravanas prehispánicas hasta los pampinos peruano–boliviano–chilenos del siglo XIX, Tarapacá ha sido un acto de desobediencia sostenida: demuestra que las naciones no se separan, sino que se entrelazan; y que ningún decreto puede borrar siglos de convivencia compartida.

Las identidades del trabajo, no del discurso

Mientras los gobiernos centralistas inventaban símbolos para imaginar un país “coherente”, en el Norte Grande la identidad se forjaba de otro modo: en las manos de las lavanderas que sostuvieron campamentos enteros, en los sastres y zapateros que tejieron ciudad y oficio, en los músicos que fundieron tonadas andinas con ritmos porteños, en las cocineras que convirtieron la pampa en un hogar posible.

Y en esa historia de oficios y sudor compartido hay un capítulo que Chile recuerda poco —quizás porque duele demasiado—: las matanzas obreras, donde la sangre de trabajadores de múltiples nacionalidades se mezcló en la tierra salitrera sin pedir permiso para hermanarse. Peruanos, bolivianos, chilenos, aymaras, argentinos, españoles, todos caídos bajo las mismas balas y la misma desigualdad.

En Tarapacá, la identidad no solo se construyó en los talleres y en los puertos, sino también en esos sacrificios colectivos que el relato nacional prefiere silenciar. Nada revela mejor la falsedad de las fronteras que esos nombres cruzados en las listas de muertos; nada demuestra con más fuerza que este territorio siempre fue mestizo, solidario y rebelde, incluso en su tragedia.

Tarapacá jamás esperó permiso para existir; simplemente lo hizo. Y tal vez ahí está lo que molesta: aquí la identidad no se declama desde un podio, se cincela a pulso, sudando verdad en un país que aún prefiere relatos simplones.

Lo que Chile no quiere mirar

Resulta provocador decirlo, pero es urgente: Chile no conoce al Norte Grande porque nunca ha querido conocerlo. Prefiere mirarlo solo cuando hay tragedia, conflicto o campaña electoral.

Olvida —a veces por comodidad, a veces por cálculo— que esta zona ha practicado durante siglos la convivencia que el país dice anhelar, pero no logra sostener. Olvida que la mixtura cultural no es una amenaza: es cimiento. Olvida que aquí los migrantes no “llegan”: continúan una historia de circulación que comenzó mucho antes de que existiera la bandera chilena.

¿Qué diría el país si aceptara, por fin, que su identidad más auténtica late justamente en el lugar que menos mira? ¿Qué pasaría si descubriera que lo que llama periferia es, en realidad, su centro más antiguo y verdadero?

Las lecciones que incomodan

Tarapacá enseña, pero su enseñanza desagrada: que la diversidad no es algo que se tolere, sino la materia misma de la que estamos hechos. Que la memoria es más peligrosa que el olvido, porque obliga a revisar el relato dominante. Que la cultura popular tiene una fuerza política que supera mil discursos grandilocuentes. Que ningún país puede existir sin regiones que disputen, desafíen y reescriban permanentemente la idea de nación.

Miro frente al mar: el país que podría ser

Cuando el sol cae sobre El Morro y el cielo se vuelve cobre líquido, uno comprende que el Norte Grande no se describe: se encarna. Es un territorio que obliga a formular las preguntas que Chile evita: ¿de qué estamos hechos realmente?, ¿cuántas mezclas hemos querido esconder?, ¿cuántas historias familiares borró el centralismo por incomodidad?

Esta tierra sin sombra lo dice sin tapujos, con la franqueza antigua del viento que no pide permiso para hablar: somos más complejos, más mestizos y rebeldes de lo que el relato oficial admite.

Y si alguna vez Chile quiere mirarse de verdad, sin esquivar su propio reflejo, tendrá que escuchar ese murmullo provocador que asciende desde el norte: ningún país puede levantarse sobre cimientos firmes si insiste en negar a las regiones que lo sustentan, lo alimentan y lo obligan a reconocerse.

Compartir
Siguiente
Fechas importantes para Segunda Votación Presidencial

Fechas importantes para Segunda Votación Presidencial

Indicadores Económicos

Jueves 4 de Diciembre de 2025
  • UF: $39.643,59
  • Dólar: $919,46
  • Euro: $1.072,51
  • IPC: 0,00%
  • UTM: $69.542,00
  • IVP: $41.244,94
  • Imacec: 2,20%
  • TPM: 4,75%
  • Libra de Cobre: 5,09
  • Tasa de desempleo: 8,45%
  • Inicio
  • Noticias
  • Deportes
  • Salud
  • Entretenimiento
  • Columnistas
  • Cartas
  • Arica – Antofagasta
Info@elreporterodeiquique.com

© 2025 El Reportero de Iquique.

No Result
Ver todos los resultados
  • Inicio
  • Noticias
  • Deportes
  • Salud
  • Entretenimiento
    • Cultura y Espectáculos
    • Tecnología
  • Columnistas
  • Cartas
  • Arica – Antofagasta

© 2025 El Reportero de Iquique.