Me detengo a meditar por unos momentos, mientras por nuestras calles, el ruido de sirenas, música y bandas, carros alegóricos en caravanas; pastillas y dulces, reparten la alegría de la Navidad del viejito pascuero por la ciudad.
Es inevitable para un ser humano no abstraerse a esta fiesta navideña. La paz y el amor cristiano, expresado de diferentes formas, realza el nacimiento del niño Jesús.
En medio de esta felicidad navideña, resulta una tarea más que difícil, detenerse para levantar la vista hacia acontecimientos históricos que ocurrieron hace más de un siglo. Especialmente, cuando en nuestro país, hemos padecido y vivido desastres que han sacudido los cimientos de nuestra democracia.
El mundo esta en permanente cambio. Algunos, piensan que no y permanecen anclados al siglo pasado. Dos guerras mundiales con miles de personas muertas, nos muestran la barbaridad bélica a límites inconmensurables e infinitos del infierno del imperio anti humano.
El poder y la codicia humana se hacen más fuertes en la misma medida que hacen desaparecer literalmente verdades, dominan naciones ejerciendo el control de las riquezas naturales y la explotación social. Justifican el exterminio humano y destruyen la vida de nuestra hermosa tierra. Se creen amos del planeta y ellos son los dioses del planeta.
Los episodios de guerra en la franja de Gaza, nos narran hechos que la humanidad no puede silenciar. Son crímenes masivos de seres humanos, inocentes y seres pacíficos. EE.UU., no puede ser cómplice activo de este exterminio. Aquí no se trata de ser de izquierda y/o derecha.
Parece que nos olvidamos de que las guerras han permanecido como una constante muy dolorosa desde el principio del mundo.
No podemos ignorar que el avance de la humanidad, sus progresos y desarrollo más confortante se lo debemos al progreso de la ciencia. El hombre ha llegado a la Luna y a otros planetas de nuestra galaxia. Satélites nos permiten comunicaciones a largas distancias. Podemos ver grandes eventos de un continente a otro como si estuviéramos presentes. El despligue de la tecnología y la robótica son más comunes en nuestro diario vivir.
El ser humano es más consciente de su propia esencia y por naturaleza fortalece estos valores que no se tranzan en el marcado bursátil. Vivimos con el peligro encima de una Tercera Guerra mundial. Pero, esta vez, las armas nucleares destruirán todo vestigio de nuestra naturaleza y sería el apocalipsis de nuestra tierra. Todo destruido y su atmósfera no podría recuperarse por siglos de los siglos. Es decir, sería el fin de la especie humana.
Miren, esta Navidad me lleva a detenerme en mi extenuado andar. Creo, es bueno meditar y pensar por unos breves momentos. Vivimos otros tiempos. Chile no es ajeno a los acontecimientos que ocurren más allá de nuestras fronteras. Me gusta la noción de la autodeterminación de los pueblos y la soberanía de su destino. De lo contrario, se permite que cualquier potencia con poder armamentista se entrometa en asuntos que son propios de cada pueblo y nación con el fin de adueñarse de sus tesoros. ¿Me hago entender?
En tal sentido el actual Gobierno del Presidente Boric, según lo pienso, ha sabido manejar estos delicados asuntos. No es simple o fácil, mantener una posición internacional independiente toma una posición muy compleja. China, es uno de los principales mercados de importaciones y exportaciones. Por otro lado, EE.UU., es nuestro segundo principal mercado y todas las políticas de nuestro crecimiento emanan del imperio norteamericano; quien mantiene de rodillas a sus aliados o en el “patio trasero”. La dignidad de nuestro país, no es indiferente a los embates de la historia del presente sudamericano.
Guardamos experiencias muy valiosas y hasta milagros por luchar contra la pobreza y la desigualdad. Aún existen millones de niños padeciendo hambre, miserias y la muerte ronda su nacimiento. Se habla de méritos y grandeza del crecimiento, sin embargo, florece el nacionalismo. Éste se queda en cada amanecer, entiendo que se construye el amor por el dinero y el capitalismo nos hace ver como enemigos y no como hermanos.
Mis ideales ven cosas que me rompen el alma. No hay que inventar nada. Amar la vida se hace un sueño del cual no quiero despertar. Con mis ojos cerrados se rompe mi corazón y se me cansan las piernas. El pensamiento viaja a veces lento y otras veces rápido. Lo más triste es perder a nuestros seres amados. Nadie es indiferen te a estas vicisitudes, tocan lo más fondo de nuestro ser. Puedo reconocer que hay bajo el cielo ángeles, seres humanos, que siempre permanecen a nuestro lado y no te abandonan cuando la oscuridad te toca el alma. Ese amor, sí ese amor humano, no se hace polvo y no desaparece con cada amanecer.
Amigos/as, lectores yo miro lo que aconteció un 21 de Diciembre de 1907. La clase trabajadora de aquellos tiempos fue valiente, amante del sol y el desierto. Abrazaron un clima de contrastes, forjaron sus familias en la extracción del oro blanco. Su fuerza física y jornadas laborales de 16 horas diarias y más, sin medidas de seguridad, tornaban su piel blanca en color canela, oscura y morena por el intenso calor de la pampa. Estas son verdades indesmentibles, no es ficción ni literatura ideológica
Los trágicos acontecimientos de la Escuela Domingo Santa María del 21 de Diciembre de 1907, es un trago muy amargo en nuestra historia republicana. Los dueños del poder y de la industria del salitre, el Gobierno de turno, impusieron sus designios de la explotación humana a punta de ametralladoras y logística de fusilería militar. Terrible, atroz, horrible y pavoroso. Por donde se analice y mire. El poder político en Santiago, jamás pago su error y menos se sintió culpable de aquella espantosa tragedia pampina.
Cuando volvemos a las páginas de esta Matanza Obrera y sus familias, nos remonta a un pasado triste y sangriento de nuestra clase trabajadora. El pueblo de Iquique fue solidario con los huelguistas.
Quienes somos sus descendientes, hacemos un alto en medio de esta Navidad. Honramos su lucha por la justicia y su legado contra la explotación humana. Gracias.
Nelson C. Mondaca Ijalba
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