Sin dudas, las últimas movilizaciones sociales que se llevaron a cabo en el país, obligaron al Gobierno y a la clase política, girar en un cien por ciento el timón de la conducción de nuestra nación. Miles y miles de personas, millones de ciudadanos, como nunca antes en la historia, marcharon pacíficamente en contra del poder político en la Moneda y del Parlamento chileno.
Las promesas del Presidente Piñera por realizar cambios de fondo no van en la dirección correcta. El modelo económico sigue intacto y generando desigualdades sociales. El futuro del país sigue incierto, mientras, el presidencialismo todopoderoso mantenga un Estado que garantiza la libertad de saquear a los grupos económicos: En la AFP’s, en las Isapres, en los préstamos financieros, en el CAE, en las industrias contaminantes, en el alto valor de los combustibles, etcétera. Al mismo tiempo, declara reprimir con toda la fuerza: A los que roban, saquean grandes tiendas supermercados, a los que destruyen la propiedad pública y privada, en fin, por último, a los que levantan barricadas y encapuchados.
Un Estado que permite saquear sus riquezas naturales por décadas, inclusive el mar, entregando a transnacionales los servicios básicos del agua y luz, menospreciando el bienestar y calidad de vida de sus habitantes, entonces, quiere decir que el poder del Estado dejó de tener legitimidad y sus instituciones funcionan por inercia. Los símbolos de las Patria sucumben ante la corrupción, por falta de ética y valores morales. En todo caso, las grandes mayorías nacionales, la gran avalancha social, no comulga, odia y rechaza categóricamente el saqueo, venga de donde venga.
El esfuerzo y prosperidad de un pueblo se va al terreno de los más astutos, de los que tienen las sendas de los negocios, el dominio de las industrias exportadoras y finalmente, a los peces gordos de las clases sociales más ricas de Chile, que especulan en la bolsa de valores. Nos encontramos al final de treinta años de retorno a la democracia, que si bien podemos expresar libremente nuestras opiniones y escoger a nuestras autoridades, los ricos son más ricos que antes y por otra parte, los trabajadores, una vez jubilados mueren más pobres que antes. Es una asimetría que no guarda ninguna relación de la distribución justa de la riqueza. Un viejo refrán popular viene como anillo al dedo: “Está mal pelado el chancho”. Simplemente, porque nos dejamos llevar por el manejo y contexto de los datos.
Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recientemente destacaba que Chile fue líder en Latinoamérica, por dos razones socioeconómicas: 1) Ser el país que más rápido creció en las últimas décadas. 2) Por ser ejemplo en la disminución de la pobreza, donde el 2000 tenía un 30% y el 2017 bajó al 6,4%. Cifras espectaculares que a primera lectura se aplauden. Sin embargo, estas estadísticas, en definitiva, escondían y bloqueaban la verdad que se anida en su esencia macroeconómica, sobre el mundo de las injusticias y pobreza en Chile. Todo bajo al amparo del Estado subsidiario y pro empresarial.
Siguiendo las experiencias que proviene de los Estados Unidos, país dominante de América del Centro y Sur del continente, uno de sus destacados presidentes, Roosevelt, hablaba de las cuatro libertades, pero no de la quinta y más importante. “La libertad de saquear y explotar”, escribía el destacado ´profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Noam Chomky en su libro “La quinta libertad”. Estas políticas son posibles y se hacen realidad en la vida cotidiana a través de las leyes, principalmente, de una Constitución reguladora de nuestras sociedades.
Es hora de parar el saqueo y la explotación. Los ciudadanos no toleramos más las injusticias. Tampoco, seremos cómplices silenciosos de los saqueos populares. Queremos paz, pero sin justicia no hay paz posible. El Gobierno no puede jugar con las demandas sociales. El Senado, con algunos parlamentarios íconos de la Concertación, no pueden ser artífices, de acuerdos que van en la misma sintonía de mantener la pobreza bajo cierto control. Parece que no han entendido nada de lo pasa en Chile. Siguen con los engaños de siempre y fuera de toda racionalidad humana para solucionar el drama de las pensiones miserables de la tercera edad.
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