Sr. Director: Frente al proyecto parlamentario que sanciona el negacionismo no es posible mantenerse en silencio. Resulta increíble que aquello por lo cual luchamos sin pausa en la década del 80, que es la libertad de expresión, hoy, con los mismos argumentos que utilizaba la entonces dictadura militar se nos pretenda reimponer.
Pareciera que estos parlamentarios olvidando lo que establecía el art. 8º de la Constitución del 80, que proscribía las ideas “totalitarias”, lo que hoy buscan, vistiéndose con otros ropajes es precisamente restablecerlo en contra de lo que ellos consideran intolerable. No puedo dejar de recordar al pensador inglés John Milton, que siglos atrás en su notable obra «Aeropagitica», nos indicaba que: “La libertad para conocer y expresar lo conocido es una libertad preeminente. La verdad reclama su difusión y, por ello, ha de fluir sin cortapisas en el debate, a fin de no encorsetarse en la versión que marque la tradición. En el ejercicio de dicha libertad, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, son, a priori, conceptos que aparecen como inescindibles.
Y ambos se han de conocer, sin cortapisas. La libertad de pensamiento y la difusión de opiniones, sin criterios restrictivos o control previo en razón a su contenido, ayudan a alcanzar la verdad. Por ello, la imposición de límites al libre tráfico de las ideas convierte al individuo en un menor de edad en la medida en que se le niega la capacidad racional para decidir».
Finalmente, en este penoso escenario, parece que todo lo hecho en los 80 para recuperar la libertad y la democracia fue en vano, pues hoy otros, que poco han creído en estos valores, embozadamente quieren volver a arrebatárnosla.¿Habremos perdido el tiempo en esos años?
Óscar Acuña Poblete, Abogado
(foto referencial)