Iván Vera-Pinto Soto, Cientista social, pedagogo y dramaturgo
En la historia cultural de Iquique hay capítulos que, aunque escritos con tinta juvenil, dejaron huellas profundas. Uno de ellos comenzó a mediados de la década de 1950, cuando el teatro salió de los escenarios profesionales para anidar en las aulas y patios del Liceo de Hombres y del Liceo de Niñas. Allí, un puñado de estudiantes y profesores encendieron una chispa que terminaría iluminando el panorama artístico local.
La ciudad vivía entonces un ambiente de cambio. El puerto bullía con el auge de la industria pesquera, los sindicatos mantenían viva la organización social, y en las radios locales sonaban voces que llevaban cultura y entretenimiento a las casas. En ese contexto, el teatro estudiantil se convirtió en una ventana abierta a la imaginación y al diálogo social.
Entre los protagonistas de esta historia se encontraban Elena Duvauchelle y Teruel Carrasco. Este último, abogado radicado en Canadá desde 2015, recordaba con una mezcla de nostalgia y orgullo aquellos días:
“Organizamos el Grupo de Teatro Estudiantil con la participación de estudiantes de ambos liceos. Nos acompañó el profesor Manuel Miranda y la profesora de castellano, Eliana Vigorena. Montamos varias obras cortas y, en 1957, nos presentamos en el Teatro Municipal de Iquique con Carolina, de Isidora Aguirre, y Martes, Jueves y Sábado, de Aurelio Díaz. El Municipal estaba repleto de estudiantes; fue una verdadera fiesta del arte juvenil”.
Aquel Teatro Municipal —el mismo que había albergado a compañías nacionales y extranjeras— se convirtió, por una noche, en territorio de los jóvenes, que subieron al escenario con la misma entrega que los consagrados.
Haroldo Quinteros Bugueño, profesor que años más tarde crearía el Drama Club en la Universidad Arturo Prat, ampliaba el recuerdo:
“En 1957, en el Liceo de Hombres, nuestra primera obra fue La breva pelá, de Gloria Moreno. Éramos un grupo de muy buenos actores juveniles: Juan Araya, Hugo Mery, Teruel Carrasco, Nolberto Carreño, Enrique Lucero, un muchacho de apellido Gahona, Henry… y otros cuyos nombres ya no recuerdo, pero sí su talento. También hicimos radioteatros en la emisora Almirante Lynch. Antes que nosotros, Heine Mix había hecho teatro en el liceo; él era mayor que nosotros y después se convirtió en un reconocido actor nacional de teatro y cine”.
La figura de Heine Mix merece mención aparte. Actor, dramaturgo y director, fue una de las grandes figuras de la escena chilena en los años 60 y comienzos de los 70. En teatro, cine y televisión dejó huellas imborrables: desde La Remolienda, de Alejandro Sieveking, hasta la emblemática Carrascal 4000, obra crítica a la dictadura. Su familia fue una verdadera cantera artística, con nombres como el poeta Rolando Mix y Víctor Mix Fortín, actor nacido en Caleta Buena.
Es oportuno señalar que un importante segmento de los gestores del teatro en Iquique ha surgido de las aulas de este emblemático liceo, caracterizado por su carácter público, democrático, laico y con una marcada orientación humanista. Entre los nombres que merecen rescate figuran Jaime Torres, Guillermo Jorquera, Guillermo Ross Murray, Haroldo Quinteros, Heine Mix, Mario Puch, Mario Vernal, Marcio Egaña, Julio Gallardo y José Cubas. Ellos, desde distintos frentes, contribuyeron a sostener y proyectar la actividad teatral en la ciudad y más allá de sus límites.
La prensa de la época confirma que el grupo estudiantil siguió activo en 1959. En septiembre se anunciaban dos estrenos: Contrabando para el amor, de Manuel Miranda, y Noche Oscura, junto con una posible gira a Antofagasta. A esa fecha, el grupo ya se había fusionado con la Academia de Experimentación Teatral de Iquique, dirigida por los maestros Jaime Torres y Cecilia Millar.
El entusiasmo era tal que el teatro salió a los barrios. En Cavancha ofrecieron funciones al aire libre con un programa que incluía música de cuerdas, recitales del alumno Guillermo Contreras, una disertación sobre teatro del profesor Héctor Vidal Caballero y la comedia A mí me lo contaron, de Lucho Córdova y Américo Vargas. La campaña se amplió a la Sociedad de Artesanos, donde se presentó también la obra Los amigos, interpretada por estudiantes del plantel.
Ese mismo año, el público iquiqueño conoció por primera vez el formato de lecturas dramatizadas, muy popular en Santiago, con la obra Movimiento Judicial. La innovación fue recibida con interés y sorpresa.
El 15 de agosto de 1959, la agrupación se presentó en el Centro Social Yugoslavenski, ofreciendo una velada artística para la colectividad yugoslava. Paralelamente, el salón del colegio se convertía en espacio de experimentación teatral bajo la guía de los profesores Manuel Miranda y Silvia Aguilar. Más adelante se sumó el profesor Julio Romero Gorrotea, quien aportó con charlas especializadas en escenografía teatral.
Este impulso artístico tuvo eco en otras instituciones. En 1968, el Instituto Comercial creó su Academia de Arte, que agrupaba teatro, música, canto y danza, con cursos abiertos a la comunidad y charlas en el Casino Español. En mayo de 1969, el diario El Tarapacá informaba que 140 alumnos participaban activamente en talleres de teatro, dibujo, pintura, danza, escultura, modelado y guitarra, señal de que la semilla plantada una década antes había germinado con fuerza.
Más que un episodio pasajero, el teatro estudiantil de los años 50 fue una verdadera escuela de vida. Formó a jóvenes que después serían abogados, profesores, artistas, dirigentes sociales o simples espectadores apasionados. Forjó lazos entre liceos, unió a la comunidad y demostró que, incluso en una ciudad lejana de los grandes centros culturales, el arte podía florecer con la fuerza y el compromiso de la juventud.
Hoy, al mirar atrás, esas voces y aplausos siguen resonando, como si el telón del Teatro Municipal aún se abriera para dar paso a aquellos muchachos que, con valentía y creatividad, se atrevieron a soñar sobre las tablas.