En materia de desarrollo local, es claro que existe un notorio desequilibrio en la cancha respecto de las posibilidades de subsistencia en aquellas localidades establecidas en zonas aisladas.
En efecto, la falta de energía eléctrica y de agua potable en éstas provoca que, aunque sus habitantes tengan muy buenas ideas de negocios, las iniciativas no puedan desarrollarse y, cuando lo han podido hacer, son actividades de muy baja productividad.
Lo vemos a diario, en la ruralidad cordillerana y en las zonas costeras de nuestro país. Es cuestión de viajar y observar.
Si bien es cierto se ha avanzado bastante en la profundización de los servicios básicos en la ruralidad, no es menos cierto que existen muchísimos lugares en los cuales no se disponen de estos insumos básicos.
Y probablemente no los tendrán debido a que son inversiones que las compañías tradicionales, quiénes transmiten sus servicios a través de grandes y largos tendidos, no las realizarán por la baja cobertura, así al menos lo indican las frías cifras de las evaluaciones económicas.
Pero una vez más, la ingeniería y la creatividad tecnológica, como lo ha hecho a lo largo de nuestra historia, permite que estos servicios básicos lleguen a esas zonas aisladas y, de paso, impulse el desarrollo social, productivo y comercial de las localidades.
Me refiero a las tecnologías renovables y a los tratamientos de agua, tales como la energía solar fotovoltaica, la eólica, la desalinización y el tratamiento de las aguas servidas para su reúso, como por ejemplo para el regadío de ciertas cosechas.
Son tecnologías ampliamente probadas, no solo en Chile, sino que en el mundo entero. Particularmente, nuestro país tiene todos esos recursos en demasía.
Estas tecnologías han demostrado que son viables, económicas, fáciles de montar, no complejas en su mantenimiento, no dependen de redes ni de postaciones, bajos montos de inversión, operables por las propias comunidades (lógicamente con capacitación efectiva) y, algo muy importante, es que son sistemas autónomos y fiables.
Este modo de ver el impulso al desarrollo local, a veces incompresible porque cambia paradigmas de generaciones en materia de desarrollo, nos permite señalar que no existe impedimento alguno para provocar un real desarrollo de localidades rurales aisladas y, de esta forma, lograr que ciertas comunidades realicen sus actividades productivas, comerciales y sociales como corresponde, aportando a su desarrollo personal, familiar, local, regional y al país en su conjunto.
Hernán Cortez Baldassano
Ingeniero Civil