Ayer, a las 16.22 horas, numerosos pasajeros que venían de Santiago a Iquique, en el vuelo 1129 de la línea aérea Latam, se encontraron en el aeropuerto «General Diego Aracena», con una barrera sanitaria que no tuvo nada de expedita. Todo lo contrario, se formó una enorme aglomeración (dos vuelos), cuando precisamente es lo que quiere evitar la autoridad de Salud, en todo el país.
Desde la salida de la «manga» los pasajeros fueron llevados al extremo sur del aeropuerto, segundo piso, en espera de que llegaran los paramédicos del Servicio de Salud. Por supuesto, nadie se opuso, sin embargo, los que estaban dirigiendo esa operación en el lugar era parte del personal de la línea aérea Latam y soldados de la FACH y ninguno tenía claridad de la hora en que llegaría el personal de Salud a tomar la temperatura.
Comenzaron a pasar los minutos y varios de los pasajeros se acercaron tanto a los militares como al personal del aeropuerto, pero no había claridad y sólo hacían lo que podían para contener el descontento, puesto que el recinto no era el apropiado, en espacio ni ventilación y había apenas tres asientos como para más de 60 ó 70 pasajeros (sólo del primer vuelo)
Transcurrían los minutos, y de pronto hay movimientos nerviosos de los que estaban en esa operación porque llegaba otro vuelo. Entonces, a los que estaban en el segundo piso, los bajaron siempre al extremo sur, al primer piso, y ahí formaron nuevamente una fila a un costado de la correa que transporta las maletas, sin ventilación y de pie. Los minutos seguían corriendo, los pasajeros aglomerados, casi pegados unos con otros y… ¡llegaron dos funcionarios paramédicos! quienes comenzaron a pedir la proforma con los datos personales y otros antecedentes, medían la temperatura, provistos de guantes y mascarillas y después de tomarla, entregaban una colilla como comprobante a cada uno de los pasajeros y lo dejaban pasar.
Cuando llegaron estos dos paramédicos a tomar la temperatura, el personal militar y los funcionarios de Latam, hicieron un fila de pasajeros de la tercera edad, dándoles prioridad, luego a un niñito que venía con su madre y luego el resto. Total… ¡Casi dos horas de espera!
Esta es una crítica constructiva. Evidente que la autoridad sanitaria debe revisar urgentemente esta barrera sanitaria, eligiendo bien los lugares y que estos cuenten con la ventilación, espacio necesario, asientos para la espera y los elementos para escribir las proformas que pide la autoridad sanitaria llenar de puño y letra. Claramente hubo fallas como el intercambio de lápices y la aglomeración que debe ser evitada para no generar un posible contagio.
Respecto a la proforma, varios pasajeros la habían llenado vía internet, pero en el aeropuerto iquiqueño no fue considerada, debiendo llenarla nuevamente.
La guinda de la torta fue que un pasajero de avanzada edad, venía viajando sin compañía y se veía en pésimas condiciones. De hecho, fue el último que bajó del avión y caminó con dificultad por la manga y se afirmaba en las «paredes». Un funcionario del aeropuerto se dio cuenta de esta situación y la solución fue colocarle una silla, donde permaneció sentado todo el tiempo que demoraron en llegar los funcionarios que medían la temperatura y luego lo llevaron en una silla de ruedas para que le tomaran la temperatura.
Por supuesto, los paramédicos no tienen nada que ver en el tema (les dijeron que el vuelo 1129 no había sido anunciado), porque al igual que el personal del aeropuerto, de Latam y los soldados, sólo reciben órdenes y hacen lo que pueden. Es evidente que la barrera sanitaria debe ser revisada para lograr un buen ritmo que, esencialmente, evite las aglomeraciones que en este caso es peligrosa y contribuye al contagio, dejando nula la acción como barrera.
