El canto de Iquique no es solo música, es identidad, memoria y esperanza. Es la voz de una ciudad que sigue latiendo, cantando y soñando, por su historia, por su gente, y por el gran amor de nuestras vidas.
Desde cualquier rincón del glorioso, el himno de Iquique es más que una melodía, es una plegaria, una oración de amor, el grito de un pueblo , un pañuelo de seda para quienes estamos lejos del puerto. Sin embargo, este canto glorioso es también la voz de una historia que pocos conocen. Porque las voces del norte han entonado otras melodías, con diferentes gestas, épocas y sentimientos.
Mario Bahamonde, en su libro «Guía de la Producción Intelectual Nortina», cuenta que Baldomero Castro, bajo el seudónimo Justo Miralles, compuso el primer himno en Pisagua en 1889, destinado a glorificar la epopeya de Iquique. Aquella canción fue entonada en todas las escuelas de Chile entre 1890 y 1897. Uno de los eventos más importantes de la semana Tarapaqueña ( 1936), organizado por la Municipalidad con poetas y escritores de Iquique y el sur. El premio mayor lo obtuvo Roberto López Meneses, el cual escribió el «Canto lírico a Iquique», donde exaltaba las virtudes humanas del iquiqueño y llamaba a la ciudad “pueblo singular”.
El tercer himno, obra de Julio García con música de Olga Edding de Ramírez, resonó en los años cuarenta y cincuenta. Su letra hablaba del desierto, del mar, de las gestas militares y deportivas que han forjado el carácter nortino.
Estribillo:
Iquique, Iquique,
yo te canto mi mejor inspiración.
Iquique, Iquique,
eres orgullo de nobleza y tradición.
Cantemos a Iquique
y esos tercios que son honra y corazón,
que se fueron con el alma tan altiva,
abrazando con amor el pabellón.
También existe el himno popularizado por el grupo » Los Bingos», incluido en el álbum «De Chumbeque a la Zofri», del profesor Bernardo Guerrero.
Y el más conocido, el que todos entonan hoy, fue escrito en la década de los sesenta por el coronel Santiago Polanco Nuño, con música del mamiñano Victoriano Caqueo Cholele. Surgió en los años de bonanza pesquera, tras la crisis salitrera, como una advertencia frente al espejismo del progreso y el centralismo, pero también como una invitación a seguir luchando por el porvenir del puerto.
Sin embargo, entre las calles, el canto del pueblo adoptó otro ritmo, más íntimo y sentimental, el «Vals de Iquique», del músico boliviano Gilberto Rojas, quien retrató con dulzura la esencia de la ciudad:
«¡Corazón de la más linda de las playas y bañada suavemente por el mar!
¡Oh, ciudad hospitalaria, no desmayes en tu noble y cotidiano palpitar!”
Rojas, nacido en Oruro en 1916, fue un hombre amable, conductor de locomoción colectiva, que supo captar el alma del puerto. Su vals se convirtió en un himno no oficial, muy querido, especialmente tras el «Mundial de Caza Submarina», cuando Iquique fue vitoreado por visitantes de todo el mundo.
El periodista Daniel Díaz Segovia solía decir que Rojas “le sacó la fotografía perfecta a nuestro puerto”.
Hoy, Iquique sigue cantando con los hijos, de los hijos de la rada. Un soplo divino que vibra en las cuerdas de iglesias, cerros y playas. En los estadios, en la pasión celeste que inunda las gradas del Tierra de Campeones.
El pasado viernes 7 de noviembre, Deportes Iquique venció 2-1 a Unión La Calera, un triunfo que mantiene viva la esperanza de permanecer en Primera División. Cada gol, cada ovación, fue el eco del himno a la alegria y del amor.
Cuando Iquique canta, los cielos son los más claros del planeta. Cuando Iquique canta, la Chinita está contenta, el Lolo es misericordioso, el chumbeque sabe mejor.
Cuando Iquique canta, la gente sonríe temprano y camina hacia Cavancha.
Cuando Iquique canta, los problemas se olvidan; el alma se estremece al compás de un té con cedrón y hierba luisa, y las aceitunas se vuelven más sabrosas con un pan batido.
Porque cuando Iquique canta, no existen las penas. Y entonces comprendemos que lo más bonito que nos ha pasado es haber nacido en la Iquique».
Sonia Pereira Torrico
Fuente: Reseña de historia tarapaqueña
