El 10 de mayo de 1965, se funda el «Colegio Universitario Regional» de la Universidad de Chile. Al año siguiente se traslada al ex edificio del Seguro Obrero ( Serrano con Ramírez), con el nombre de «Centro Universitario Regional» .
«El Centro Universitario» en la década de los 70 pasa a ser «Universidad de Chile», sede Iquique, con tres dependencias; Serrano 579; Patricio Lynch y los famosos «Gallineros» o «Pabellones», de Playa Brava.
En Iquique la población era de un un poco más de 50 mil habitantes y sus últimos limites urbanos eran el aeropuerto Cavancha. Reinaba la tranquilidad, que permitía sacar las sillas fuera de sus casas y ponerse a mirar cómo pasaba la tarde. Iquique era un puerto alegre y pequeño, todos se conocían, el abrazo y el beso eran una constante al momento de entregar un saludo cariñoso. La arquitectura era sencilla y su gente, su linda gente, amable y acogedora. Mi hermosa madre me contaba que su programa favorito era «Música Libre», con el lolo Peña, en ese espacio juvenil se marcaba la tendencia de la música, coreografías y la moda (pantalón pata de elefante y zapatos con terraplén).
En 1981, cierra la sede pasando a ser «Instituto Profesional de Iquique» y posteriormente, en 1984, se concluirá con el nacimiento de la ‘Universidad Arturo Prat», la cual es la heredera de esta hermosa historia y una nueva, que comienza a escribirse en marzo de 1995, cuando tenía 17 años y entraba por primera vez a la casa de estudios. De estudiar en una burbuja protegida por profesores y amigos, pasé a ser parte en un lugar diverso social; cultural; religioso y políticamente diferente. La primera clase: «Filosofía» e hicimos un ensayo grupal sobre ¿Qué es la Filosofía? y en ese grupo, conocí a Miguel Ángel de Puerto Montt, Johanna, de Concepción e hicimos una muy buena química, no obstante, faltaba la cuarta mosquetera; Alicia Agurto, de Calama. Con ella teníamos algo en común, a las dos nos gustaba Luis Miguel y eso era simplemente maravilloso.
Miguel Ángel, Johanna; Alicia y yo andábamos juntos para todos lados; estudiábamos en la biblioteca; tratando de comprender autores tan profundos como (Chinoy; Berger; Marx; Weber; Habermas; Foucalt, entre otros), íbamos por nuestros ricos completos en un kioskito, afuera de la universidad para distender el estudio. También nos gustaba, estudiar, leer, conversar, reír, orar frente al batir incesante de las olas y la brisa marina acariciando tu cara, en la «explaya larga», dónde nuestros padres sacaban machas.
La universidad, se convirtió en nuestro segundo hogar, estrechamos lazos, construimos recuerdos e hicimos familia. Hasta el día de hoy, una amistad que se mantiene como el primer día, que forjamos cuatro amigos en el mes de marzo del año 1995, la década del grunge, el hip-hop, los bototos, las camisas de franela y los primeros años de la vuelta a la democracia.
Sonia Pereira Torrico
