Ante los últimos y reprochables hechos de violencia inusitada y manifestaciones de xenofobia en contra de familias migrantes, ocurridos en Iquique, no puedo dejar de expresarme como ciudadana, feminista, aymara y Constituyente de este por Distrito 2, condenando estas acciones que nos alejan de nuestro propio ser y humanidad.
Hechos como estos que nos avergüenzan como país y nos exponen ante el concierto internacional, no ocurren de manera espontánea, aparecen ante la inacción de la autoridad y la ineficacia en aplicar las medidas necesarias para enfrentar la crisis migratoria.
La migración es una realidad mundial, por lo que se deben crear y potenciar políticas migratorias mediante acuerdos bilaterales o multilaterales, adoptando medidas que se apliquen en situaciones como la que estamos viviendo. Cuando los problemas generados por la migración masiva sólo se abordan a nivel nacional, la respuesta en su mayoría será represión y leyes restrictivas, por ello hay que llegar a acuerdos y alianzas con los países vecinos, de modo que prevalezca ante todo el respeto a los Derechos Humanos y la dignidad de las personas.
No relataré lo que ya sabemos y hemos visto en imágenes impactantes, que mostraron lo peor de la miseria humana. Sin embargo, no puedo dejar de referirme ala situación de los niños, niñas y adolescentes (NNA) que fueron expuestos a la violencia y destrucción, por eso, sostengo con mucha fuerza que los derechos de estos NNA, se deben respetar, independiente de la situación migratoria de sus padres.
De igual manera creo que también se vulneraron los derechos de NNA iquiqueños, que fueron llevados por sus padres o familiares a la manifestación, exponiéndolos a ser testigos de un espectáculo de violencia. Sin duda, aquello es un daño enorme en su formación. No debemos olvidar que los niños aprenden con el ejemplo.
Quisiera señalar que es lamentable y muy triste comprobar que exista un aprovechamiento político de la migración. Así lo vemos en sectores nacionalistas de extrema derecha, que buscan posicionar candidatos, supuestamente defensores del orden y la paz, pero que enarbolan discursos racistas y xenófobos.
Los cambios que se propugnan a nivel constitucional buscan precisamente lo contrario, poder construir un país cuyo centro sea el buen vivir y el respeto por las personas, independiente de su condición social, cultural, política, étnica o religiosa.