Entre las ruinas de la Hacienda Sangrar en la sierra peruana, aun hoy se escuchan los gritos de «Viva Chile» y los toques de corneta del niño José Gavino Aguila, transmitiendo las ordenes de José Luis Araneda, dejando claro que el Buin jamás se rinde.
Un hombre sólo muere cuando se le olvida
Por Mauricio Pelayo González