La historia comienza cuando Charly tenía en mente viajar a Arica, la ciudad de la eterna primavera, en la década de los 90. Pretendía trabajar con el aventurero español, Kitín Muñoz para la fabricación de una barcaza de totora boliviana. Sin embargo, como dice el dicho «el hombre propone, pero Dios dispone», Charly cayó enfermo, truncándose los planes.
Posteriormente, él decide viajar a entrevistarse con Kitín, no obstante, la química de trabajo no fue la óptima, retirándose y asumiendo nuevos desafíos. De casualidad, conoce a la escultora aymara Edith Soza, aprendiendo y trabajando el arte del repujado de cobre. Luego se va a Iquique, buscando trabajo y una nueva oportunidad. Charly se acordó de unos buenos amigos, que conoció trabajando en la discoteca «Luxor», cerca de su casa en la comuna de Macul, Santiago. En Iquique, estaban decorando la nueva escenografía de la desparecida «P’haros». Un amigo lo derivó al «Papa Gallo» , donde necesitaban realizar una figura alusiva y representativa al local, conocido por todos. Para la fabricación, utilizó plumavit, lo talló cuidadosamente, pegó papel Kraft con cola fría, hizo las terminaciones y aplicó el esmalte sintético.
Aquí comienza la segunda historia, que se puede asemejar a la tuya, a fines de los 90, en una clásica junta de los iquiqueños, ubicada al costado de la Copec, frente al Sodimac y antes del Blockbuster. Época de franelas y bototos, del American sound y Félix Muñoz, del puerto hasta bajo molle, de la Pink Candillac al Papa Gallo, de la cumbia al techno. En ese local vendían principalmente cervezas y ricas pichangas. Como siempre miraba el reloj, que marcaba las 23:00, recogía mi banano, abrochaba los cordones de mis zapatos Donnors, me colocaba un polerón Maui y ordenaba mi cabello de ese tiempo, oscuro. El último retoque antes de salir, pintarme los labios con la frutillita Avon. No pasaba ningún colectivo por calle «Tadeo Haënke», por mientras compraba unos cigarros Derby en la botillería del frente. De las afueras del «Papa Gallo», escuchaba un grito que aún retumba en mi presente, ¡Llegaste! y también la banda sonora de «Armagedón». Estaba de moda el vodka naranja y la música del Mundial Francia’98, con el » Chileno de corazón». La energía era de fiesta; algarabía y celebración, en el único lugar donde calmar la sed.
Después de terminar el trabajo con la figura del «Papa Gallo», Charly se quedó un año en la ciudad , trabajando en la decoración de otros locales del puerto heroico. Veinte años después, le asombra la cantidad indefinida de edificios en un universo cosmopolita. El «Papa Gallo» ya no se encontraba frente al Sodimac. Ahora es parte de los pubs del sector de Playa Brava y le llama poderosamente la atención, que a pesar de los años, se conserve igual, así como la eterna bohemia del puerto inmortal.
Sonia Pereira Torrico
Fotografía: Carlos Iván Gaminao Quelempan, escultor autodidacta mapuche, apodado «Charly Maravilla».