-Si algo bueno trajo la pandemia de Covid en Chile fue la moda por cultivar tomates en casa. La facilidad para sembrarlos y el gran abanico de variedades existente entusiasmaron a muchísimas personas que vieron en la huerta un escape al estress del encierro y la incertidumbre. Actualmente, cada temporada de siembra se incrementa la cifra de huerteros que buscan semillas o plantines para disfrutar de este verdadero rey del verano. Su historia es muy interesante. Nació en los Andes peruanos y desde allí se extendió a todo el orbe hasta convertirse en uno de los frutos indispensables de nuestras mesas. Es, sin lugar a dudas, el inmigrante más célebre y exitoso del mundo.
Cuando esta planta surgió hace miles de años, sus frutos eran diminutos, redondos y de color amarillo, muy diferentes de cómo son en la actualidad. Con gran paciencia e intuición, los indígenas del continente americano lo fueron domesticando mediante la selección de las semillas de aquellos frutos que eran más bellos y que provenían de las plantas que crecían con más vigor. De esa manera, a lo largo del tiempo y, debido a la alta variedad y concentración de sales minerales presentes en los suelos de cultivo de todo el mundo, fueron apareciendo tomates cada vez más grandes, de nuevos colores, con formas y sabores extraordinarios.
Hoy en día, se estima que existen más de 10.000 variedades. Algunas sirven para preparar ensaladas, otras para hacer salsas, sopas, mermeladas, kétchup y también las hay que son ideales para decorar platos.
Su cultivo es muy fácil y lo mejor de todo es que es una planta que no necesita polinizadores, que no se hibrida con otras variedades de tomates y que se adapta muy bien a la sequía. Pueden ser cultivados a lo largo y ancho de todo Chile, tanto en grandes extensiones de terreno como en pequeños balcones. De hecho, en un espacio de 2 metros cuadrados, teniendo los cuidados necesarios, es posible cultivar hasta 12 plantas de diversas variedades. Es cosa de desearlo y de ponerse manos a la obra.
María José Sáez es una de las agricultoras de la zona sur que ha dedicado más de 15 años al cultivo de tomates y es una de las pocas productoras con más variedades disponibles en el país. Como ella sostiene, producir estos frutos maravillosos es muy sencillo. Asesora continuamente y de manera desinteresada a quienes desean mejorar sus técnicas de cultivo a lo largo de todo Chile. Incluso en la Región de Magallanes, sus semillas han prosperado sin problemas. Asegura que quienes habitan en la zona norte del país son privilegiados, ya que podrían sembrar tomates todo el año teniendo algunas precauciones. De allí, el interés por contactarla y pedirle algunos consejos.
GERMINAR EN SERVILLETAS HÚMEDAS
Tanto la germinación de las semillas de tomates como el crecimiento de las plantas requiere de una temperatura promedio de 18° Celcius durante la noche y de unos 23° durante el día. Es por ello que se dice que el tomate es un cultivo de verano, ya que durante dicha estación se alcanzan esas temperaturas gran parte del tiempo. Sin embargo, esto no significa que debamos esperar a que llegue el verano para comenzar a germinar sus semillas. Debido a que las tomateras tardan entre 5 a 6 meses desde que se pone a germinar una semilla hasta que se comienzan a cosechar los primeros frutos maduros, es necesario anticiparse de seis meses en el proceso.
Si se vive en el norte de Chile, especialmente, en las áreas costeras o de la Depresión Intermedia, lo ideal es iniciar la germinación en junio. Aunque dadas las extensas horas de Sol gran parte del año, se podrían poner a germinar hasta el mes de noviembre.
Para germinar las semillas, Sáez recomienda hacerlo en servilletas o papel absorbente grueso ligeramente mojado, ya que se trata de un método fácil en que el huertero puede controlar muy bien la humedad y temperatura para que se produzca la germinación.
Las servilletas húmedas deben permanecer en un sitio oscuro o a semisombra resguardadas del viento y del frío nocturno. No deben recibir Sol directo, pues éste podría secar el papel y quemar las semillas.
Las servilletas o papel absorbente deben ponerse en platitos o envases de plástico que se destapen de día y se tapan de noche para mantener el calor. Si hubiese demasiado frío nocturno, dichos envases se pueden cubrir con toallas, swéteres o pequeñas mantas.
Cada variedad germina a un ritmo diferente. Algunas lo hacen a los 3 días, otras pueden tardar hasta 15 días. Al germinar les aparece la raíz con forma de colita blanca. Llegados a esta fase, es momento de preparar los almácigos, es decir, el sitio donde dichas semillas se transformarán en plántulas.
El almácigo puede ser cualquier envase que contenga un poco de cómpost (tierra con nutrientes libres de agrotóxicos) y donde la plantita vivirá durante sus primeras semanas de vida. Puede ser una bolsa almaciguera, una bandeja almaciguera o cualquier pote con perforaciones en el fondo para que escurra el agua de riego. El primer almácigo debe tener unos 10 centímetros de profundidad.
EL PRIMER ALMÁCIGO
La agricultora sugiere llenar el primer almácigo con un sustrato liviano formado por la siguiente mezcla: ¾ partes de fibra de coco con ¼ de perlita, además de media cucharadita de humus de lombriz o de bokashi seco. Si no se pueden conseguir con facilidad los últimos dos elementos, aconseja el uso de estiércol maduro de algún herbívoro como caballo, llama, alpaca, vaca, conejo o cabra. También, ayudaría un poquito de guano maduro de gallina.
Si no es posible conseguir fibra de coco ni perlita, se puede utilizar arena de río o de construcción. No debe ser arena de playa porque contiene sal, la cual afecta a los cultivos. Todos estos materiales evitan que la tierra del almácigo se compacte, ya que lo que se busca es que las raíces de las plántulas se expandan lo más posible.
Una vez preparada la mezcla de todos los elementos mencionados, se llenan los almácigos y se riegan con un rociador de agua. Luego, se pasan las semillas germinadas con delicadeza con un palito de helado o una pinza y se entierran medio centímetro en el sustrato con las colitas blancas hacia abajo. Después, se cubren con un poco de sustrato y se vuelve a rociar delicadamente para no hundir más las semillas.
Al estar preparados todos almácigos, éstos deben permanecer húmedos, pero jamás deben quedar encharcados. Deben posicionarse en un sitio ventilado y tibio y a semisombra. Cada día o cada dos días es necesario rociar con agua los dos primeros centímetros del sustrato hasta que aparezcan las primeras hojitas. Una vez que aparecen se rocía cada dos días sin mojar las hojitas para evitar que se enfermen con hongos y deben continuar en un lugar tibio, ventilado e iluminado, pero evitando que reciban Sol directo, pues aún son demasiado frágiles y podrían quemarse. Hay que cuidarlas como si fuesen bebés porque lo son.
Cada plantita o plántula debe permanecer en este sustrato por unos 20 a 30 días o hasta que aparezcan cuatro a seis hojitas. Ese será el momento de realizar el primer transplante.
PRIMER TRANSPLANTE
En esta etapa, cada plántula debe ser colocada en un maceterito individual con perforaciones en el fondo para que drene el agua de riego. Cualquier envase de plástico puede servir a este propósito. Lo importante es que tenga entre 15 a 20 centímetros de profundidad.
El sustrato que se debe emplear en esta fase debe contener más nutrientes, porque las plantitas necesitarán más energía para formar nuevas hojitas. Sáez recomienda mezclar ¾ partes de cómpost con ¼ de fibra de coco mezclada con perlita más una cucharadita de humus de lombriz o bokashi seco. Además, recomienda evitar los abonos fabricados en laboratorio y que muchas empresas comercializan, ya que poseen elevados niveles de tóxicos que, posteriormente, serán transmitidos a los frutos.
TOMATITOS EN LA SALA CUNA
Durante el período de formación de las primeras hojas, las plántulas hacen fotosíntesis, por lo cual se les debe dejar en un sitio ventilado, tibio y, sobretodo, iluminado.
Gradualmente, se les debe exponer al Sol directo. Primero, puede ser 1 a 2 horas diarias en un ventanal con visillo o en lugar con malla rascel, plástico transparente o panel de policarbonato para evitar que se quemen. Hay que recordar que aún son bebés.
SEGUNDO TRANSPLANTE
Transcurrido el mes en el primer almácigo, se procede al segundo transplante para darle mayor espacio a las raíces. Un macetero de 30 centímetros de profundidad sería lo ideal. Cualquier envase sirve. Lo importante es que tenga drenajes en el fondo.
El sustrato de esta etapa también de estar formado por ¾ partes de cómpost con ¼ de fibra de coco mezclada con perlita más el humus de lombriz o el bokashi seco, de los cuales hay que agregar 2 cucharadas soperas. En estos envases, las plantas deben permanecer alrededor de dos meses.
De forma gradual, requerirán ser expuestas al Sol directo sin sobrepasar las dos horas al día. Sáez aconseja exponerlas al Sol matutino que es menos peligroso para ellas.
Respecto a la nutrición, la agricultora recomienda abonar el sustrato cada 15 a 20 días con algún abono orgánico como el bokashi, el humus de lombriz o el guano maduro o fermentado de algún herbívoro.
Durante esta etapa, las plantas crecerán de manera importante y requerirán de un tutor o varilla que evite que se caigan y rompan.
HUERTA CON SUELO CARGADO DE NUTRIENTES
Transcurridos los dos meses y, antes de que aparezcan las primeras flores, ya podrán ser pasados al huerto a su lugar definitivo. Es fundamental preparar el suelo de este sitio con todos los elementos ya señados con anterioridad. Lo ideal es pasarlos a la huerta después de las 18:00 horas para que el Sol no las queme. Se pueden plantar a una distancia de 30 centímetros entre cada planta. Con el tiempo, será necesario ir podando algunas hojas con tijeras limpias para que las tomateras no se toquen entre sí.
Además, aconseja cubrir el suelo de las tomateras con algún material seco que reduzca al máximo la evaporación del terreno y para que las raíces no se sobrecalienten. Puede ser paja, cascarilla de arroz o trozos de cartones. De esta forma se evitará regar todos los días. A los tomates no les gusta el exceso de riego. Prefieren pasar un poco de sed para intensificar su sabor.
Otra cosa que incrementa su gusto y aroma es plantar múltiples hierbas aromáticas a su alrededor. Las más indicadas son albahaca, orégano o tomillo.
Asimismo, será fundamental debido a la altísima radiación solar del norte de Chile, ponerle una malla rascel al cielo raso de la huerta, de esa manera no correrán el riesgo de morir quemadas. Lo ideal es la de color verde.
Al transplantarlas es importante quitar las cuatro primeras hojas que aparecieron con cuidado para que el resto de hojas no queden tan cerca del suelo. Esto se hace para evitar que con la humedad y calor se enfermen con hongos.
El riego se puede hacer 2 a 3 veces por semana como máximo sin mojar jamás las hojas, y el abonado cada 15 a 20 días durante unos 6 meses.
Quienes se interesen en saber cómo seguir cuidando a las tomateras, pueden contactar a María José Sáez a su whatsapp +56947408427. Está siempre disponible a compartir sus conocimientos y guiar a los huerteros de cualquier edad.