- Con una profunda invitación a centrar la vida en Jesucristo y valorar la dignidad humana, el obispo de Iquique presidió la Misa del Amor Fraterno que cerró el tiempo de fiesta en el santuario.
En la tarde del sábado 19 de julio, el Santuario de Nuestra Señora del Carmen de La Tirana fue escenario de una emotiva celebración: la Eucaristía del Amor Fraterno con adoración al Santísimo, que marcó el cierre litúrgico del tiempo de fiesta.
El templo, colmado de fieles, acogió esta última misa de la festividad, que fue presidida por el obispo de la Diócesis de Iquique, hermano Isauro Covili Linfati, y concelebrada por el padre Eduardo Parraguez, rector del santuario, junto a los sacerdotes Sebastián Encalada y Aroldo Cepeda. También participaron los diáconos Milton Jorquera y Luis Romero.
Durante su homilía, el obispo Covili destacó que el centro del mensaje cristiano es la vida misma de Jesucristo, quien no solo anuncia el Reino de Dios, sino que lo encarna con su persona: “El Reino ha llegado con Jesús, pero es Él mismo el Reino”, afirmó.
“Estamos en este templo precioso, pero les digo que cada uno de ustedes es más importante que este templo, porque la vida de cada persona es sagrada. Cada uno es templo del Espíritu Santo. Así como entramos con respeto a este lugar, debemos cultivar respeto, veneración y cuidado por la propia vida y la de los demás”.
El pastor diocesano invitó a los presentes a reordenar sus prioridades poniendo a Jesucristo en el centro: “Si no defendemos la vida, algo ha pasado con nosotros. A veces estamos deformados, descentrados. Que podamos volver a colocar en nuestra vida a Jesucristo como centro gravitante, como fuente de vida”.
También recordó el papel esencial de María en la historia de la salvación: “María es templo, en ella por gracia del Espíritu se aloja aquel que venía desde siempre. Que no nos perdamos. Que María nos guíe para apostar por lo esencial, que es la vida”.
Al finalizar la Eucaristía, se vivió un íntimo momento de adoración a Cristo sacramentado. Posteriormente, se realizó una procesión por la explanada del santuario, donde los fieles acompañaron al Santísimo con velas encendidas, en un gesto de fe y recogimiento. Ya de regreso en el templo, el obispo impartió la bendición final con el Santísimo Sacramento.
Como signo de cierre y consagración, el rector del santuario elevó la oración a la Virgen del Carmen, poniendo a todos los peregrinos y fieles bajo su maternal amparo.