Cada armonía que el viento me trae, me vuelve a poner a cantar. Nunca olvido que todo es más fácil cuando se aprende a confiar. Se olvida, respira… la pena, penita, pena… ahora tú respiras.
En el corazón de Iquique, donde la bruma salina y la chusca se mezclan con la memoria viva de su gente, emerge un negocio que ha resistido el paso del tiempo como un acorazado tamarugo,:la Ferretería Lonza.
Fundada hace más de 130 años, sus orígenes se remontan a un pequeño almacén en la oficina salitrera La Noria, a cargo de Jacob “Veliki” Lonza, inmigrante croata. Punto neurálgico en pleno auge del salitre y, gracias al trabajo constante, se expandió a Arica, Vallenar y Alto Hospicio. No solo fue un centro de abastecimiento completo para la comunidad, sino también testigo silente de los grandes hitos que marcaron la historia local, la crisis del salitre, la depresión de 1929, el devastador incendio de 1947, las banderas negras, la crisis bancaria de 1982 y la noche más oscura del planeta, la pandemia.
En medio de esta perenne tradición, surgió una figura entrañable, don Antonio Lonza Lonza, “Tonko” (Q.E.P.D.), heredero de esta historia y protagonista de su permanencia. Su presencia tras el mesón era sinónimo de confianza, propio del espíritu familiar y comunitario del Iquique de los techos planos. Atendía con una sonrisa, conocía a cada cliente por su nombre, y no se trataba solo de vender, sino de conversar. Era compartir un consejo sobre cómo reparar una puerta o cambiar una cañería, siempre con paciencia y generosidad.
Cabe destacar que don Antonio participó activamente en instituciones como el «Club Croata de Iquique», el «Club Deportivo Remache», el “Club de Pesca Los Tomoyos” y con el gran amor de nuestras vidas, nuestro querido «Deportes Iquique». Dejando huellas imborrables en cada espacio, donde compartió su entusiasmo, energía y espíritu colaborador.
Saben, indefectiblemente vuelvo a una pregunta que me sacude con los años.
-¿Dónde voy a comprar mis alpargatas?, me refiero, cuando cerró «Bazar Obrero», del señor Zolezzi.
-¿Dónde voy a comprar mis zapatos?, cuando partió don Ernesto Gandolfo, de Tienda La Liguria.
-¿Mis vestidos?, con el cierre de Tienda La Riviera. Que tristeza más grande sentí en mi alma!!!.
-¿Dónde comprar la mercadería de la quincena?, tras el deceso del señor Rossi.
– Y ¿dónde voy a comprar mi traje de baño, las zapatillas Topper o las alpargatas Iberia?, tras la partida de don Italo Sacco Solari.
Muchos negocios históricos de la ciudad no lograron sobrevivir frente a la irrupción agresiva de los malls y las grandes cadenas. No obstante , Ferretería Lonza resistió estoica. Supo modernizarse sin perder su esencia, amplió su oferta, incorporó nuevas líneas de productos, actualizó su infraestructura, conservando su sello humano. Ese sello que don Antonio mantuvo hasta sus últimos días.
¡Que sí es posible doblarle la mano al destino, carajo!.
Por eso, la partida de don Antonio Lonza no es solo un “hasta pronto”, es un llamado urgente a cuidar la vida de barrio, los clubes sociales, clubes deportivos y los lazos afectivos en medio de la jungla de cemento. Es un llamado a valorar y proteger los negocios que nacieron aquí, que crecieron con nosotros, que vieron jugar a nuestros abuelos en las polvorientas y que siguen abriendo sus puertas cada mañana, ahora a través de sus hijos y nietos.
Descansa en paz, querido don Antonio Lonza Lonza “Tonko”.
(1929 – 10 de octubre de 2025)
Sonia Pereira Torrico
