Frente a los diversos problemas que han provocado últimamente las lluvias, vientos y temporales, especialmente desde las regiones de Coquimbo hasta la región de Los Lagos, vemos que, una vez más, la energía solar y eólica toman un rol muy relevante en el suministro eléctrico domiciliario, comercial e industrial.
Como sabemos, nuestro país tiene un sistema eléctrico, en esencia, centralizado, conformado por grandes extensiones de torres, postes y cables, los cuales conforman un modelo tripartito de generación, transmisión y distribución.
En estas recientes catástrofes hemos visto como, producto de los eventos climáticos, una importante cantidad de infraestructura de las distribuidoras se ha venido abajo, generando apagones importantes a más de 100 mil viviendas por muchos días, mínimo 6 a 8.
Inclusive, frente a la seriedad del problema, el gobierno está evaluando las concesiones de Enel y CGE.
Sumado a esto, desde el mes de julio estamos viendo aumentos de los costos de electricidad a lo largo y ancho de nuestro país.
Ello, porque las tarifas eléctricas estuvieron congeladas desde el año 2019, época de pandemia y estallido social.
Aquellos consumidores regulados (domiciliarios) verán incrementadas sus boletas en hasta un 30%. Aquellos que consumen entre $ 45.000 y 65.000 tendrán un aumento de hasta 60%. Y clientes que consumen más de $ 65.000, en su mayoría empresas y hogares de alto consumo, verán un incremento máximo del 50%.
Si se incorpora a la ecuación el alto costo y la poca seguridad de la infraestructura eléctrica, debido a la centralización de la distribución, los sistemas independientes y autónomos (como la energía solar y eólica) toman un rol cada día más relevante.
Frente a esto, el uso de la energía solar y eólica se viabiliza mucho más.
Disponer de estos sistemas nos permite electrificarnos sin necesidad de depender de los cables de las distribuidoras y, por lo tanto, nos independiza de los eventos climáticos que generan caída en el suministro.
Lo anterior, sumado a que mientras la electricidad de las distribuidoras aumenta, la energía solar baja. De hecho, actualmente, la energía solar le pisa los talones a la energía de los cables y postes. Y no solo eso, sino que, además, la energía solar no contamina y es completamente autónoma de una red, es decir, nos da seguridad del suministro un 100%.
Actualmente, una inversión de un sistema solar fotovoltaico se recupera en el orden de 4 años o menos, dependiendo de la radiación solar del lugar y de los consumos del usuario.
En la medida que los valores de los equipos bajen y la eficiencia de los paneles aumenten, junto con sus precios (ya está ocurriendo), esos 4 años de recuperación bajarán a 2 y, altamente probable, antes del 2030 llegaremos a un período de recuperación de 1 año.
*Hernán Cortez Baldassano, Ingeniero Civil
hcortez@enersa.cl