Hoy conoceremos la historia de don José Luis Araneda Carrasco, un chillanejo, como tantos héroes que lo dio todo por la patria.
Ingresa al ejército cuando estalla la guerra contra España como soldado del Batallón 7° de Línea.
Ya teniente en 1879, en el regimiento Buin 1° de Línea, le toca partir hasta el norte.
Su primer destino fue el puerto de Antofagasta, pero más tarde en el Asalto y Toma de Pisagua, sería donde comenzaría a demostrar una fiereza y sangre fría para sortear las balas enemigas. Le corresponde ser parte de un grupo de desembarco a cargo Buines.
Tomada la plaza, las órdenes son de adentrarse más entre las arenas de desierto a tomar los pozos de Dolores, a sabiendas que quien sea dueño del agua en esas latitudes desérticas, era dueño de la vida.
San Francisco, Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores vieron la huella de bravura y disciplina del Buin, pero faltaba escribir la hoja más gloriosa para el 1° de Línea en esta guerra, y el capitán Araneda, grado que se había ganado merecidamente, sería el actor principal.
La expedición Letelier, la primera que se hacía a la sierra peruana, levantó en armas contra Chile a todos los poblados que hasta entonces habían estado indiferentes a la guerra que se hacía en los territorios costeños peruanos, venía retirándose y siendo atacado por partidas de indígenas acompañados de militares.
Para mantener libre de enemigos el paso de la expedición chilena, se envía una compañía del Buin a un sector denominado Cuevas, en medio de las cordilleras, 79 hombres en total, mandados por nuestro destacado capitán.
Se instalaron un puñado en una hacienda llamada Sangrar, otros en Cuevas y otro grupo fue en busca de víveres.
Lamentablemente estando divididos son atacados por fuerzas militares y montoneros indígena, los que aniquilan a la sección víveres y caen de lleno sobre la hacienda.
Parte del día y toda la noche, Araneda y sus hombres pueden resistir ataques contantes, hasta que las tropas peruanas dejan el lugar y vuelven a Canta.
Araneda queda con un puñado de hombres, pero resiste, cumpliendo la más importante máxima de un hombre de armas: «El militar que recibiere la orden de mantener una posición, a toda costa lo hará»
Lamentablemente todo fue en vano, pues Letelier tomó otro camino.
El «premio» recibido por Araneda fue ser ascendido a Sargento mayor y trasladado a una unidad cívica, al Batallón Victoria. El militar viaja a Chile dos meses después del combate para no volver más al Perú.
Muere el 19 de enero de 1912.
Sus restos hoy descansan en el patio de honor del Regimiento Buin 1° de Línea.
Un hombre solo muere cuando se le olvida…
Por Mauricio Pelayo