- El exministro de Economía y Obras Públicas de Sebastián Piñera, Juan Andrés Fontaine, destaca las favorables condiciones externas y el impacto positivo del alto precio del cobre en la economía chilena que tendrá José Antonio Kast en su primer año de Gobierno. Advierte sobre la necesidad de un ajuste fiscal responsable y medidas para destrabar inversiones.
-Las cifras recientes muestran una economía en recuperación tras los desequilibrios de 2022. ¿Cómo evalúas este escenario actual?
-José Antonio Kast comenzará su Gobierno con una buena racha de la economía. Estamos en un momento donde los astros se han alineado para Chile. Factores externos como el cobre alto, el petróleo a la baja, y un renovado interés de los inversionistas por América Latina -en parte por el conflicto entre EE.UU. y China- han beneficiado al país. Chile sigue destacando en la región por su estabilidad y posibilidades de crecimiento. Políticamente, ha sido derrotado el octubrismo en el primer plebiscito constitucional, han sido derrotados el Partido Comunista y el Frente Amplio en la presidencial y tenemos un gobierno pro-seguridad y pro-mercado.
Hoy vemos que los mercados se adelantaron cuando pareció claro que habría una alternancia hacia un gobierno de otro signo y el Banco Central, con su prudencia característica, ya se mueve hacia un escenario más positivo.
-¿Es posible que crezcamos más allá del 3% en 2026 como proyecta el Banco Central?
-Absolutamente. Creo que un shock de confianza puede gatillar un repunte rápido en la demanda que ya se está insinuando. La economía chilena tiene buenos motores y mucho pique: una vez que arranca, toma velocidad rápidamente, algo que hemos visto sistemáticamente en el pasado.
Actualmente, el poder adquisitivo del ingreso de Chile ha aumentado de forma impresionante; Si tomamos el indicador de cuántos barriles de petróleo compra una tonelada de cobre antes comprábamos 100 barriles de petróleo con una tonelada de cobre, hoy estamos cerca de los 200. Sin embargo, estas rachas son cíclicas y debemos ser conscientes de que terminan.
-En este contexto, ¿cuál es el mayor desafío para la política macroeconómica?
-Manejar la abundancia es, paradójicamente, más complejo que manejar la adversidad. En momentos difíciles, las medidas son duras pero el camino es claro; en la bonanza, la presión por gastar es enorme. El informe de la OCDE advierte sobre el riesgo de que las medidas para destrabar la inversión vayan lento. Si logramos acelerar la inversión, no solo tendremos resultados inmediatos en la demanda, sino que aumentaremos la capacidad productiva del país a largo plazo. Mi proyección es que la economía retomará un ritmo de crecimiento significativo, llegando al techo, o tal vez más, del rango planteado en el último IPoM.
-¿Qué debería hacerse con los ingresos adicionales provenientes del cobre? ¿Se puede evitar el ajuste de gasto prometido en el programa de Kast?
-Sería un error garrafal destinar esos recursos a más gasto público. El gasto debe frenarse según lo comprometido. Esos fondos nos vienen “como anillo al dedo” para reponer el Fondo de Estabilización Económica y Social (FESS). Contar con esa caja es vital para realizar una política fiscal anticíclica: es decir, tener ahorros para poder gastar cuando las condiciones empeoren sin tener que recurrir a endeudamiento costoso o autorizaciones políticas complejas.
La tarea prioritaria del nuevo gobierno debe ser definir una política que frene significativamente el crecimiento del gasto público.
-Hablemos de la inversión. ¿Cómo se destraba de manera efectiva?
-Se requiere capacidad técnica y política en tres niveles. Primero, decisiones administrativas inmediatas: dar prioridad de 30 días para despachar proyectos que ya tienen calificación ambiental pero están reclamados ante el Consejo de Ministros; ahí hay unos US$10.000 millones en juego. También destrabar los proyectos ya adjudicados de concesiones de Obras Públicas. Segundo, mejorar la gestión de reglamentos y decretos que dependen del Ejecutivo y requieren toma de razón de la Contraloría. Aquí es clave una relación fluida con dicha institución.
Finalmente, está el nivel legislativo. Aunque Chile no tiene decretos de necesidad urgente como Argentina, sí posee los Decretos con Fuerza de Ley (DFL). Es un camino interesante para abordar la permisología. Dado que este gobierno ha avanzado en enfrentar este tema, conseguir la venia del Congreso para cambios legales que faciliten la aplicación de la “ley marco” ya aprobada para responder a ese mismo espíritu, no debería ser tan difícil.
-¿Preocupa que un crecimiento mayor genere inflación?
-No me parece una preocupación vigente hoy. El crecimiento potencial es un rango, no un punto fijo, y la economía puede acelerarse inicialmente sin gran impacto inflacionario. Además, la caída del dólar y la moderación de los salarios están compensando las presiones. Estimo que la inflación cruzará el umbral del 3% hacia abajo a principios del próximo año.
En cuanto a la tasa de interés, el nuevo nivel neutral de 4,25% definido por el Banco Central es razonable, -siempre pensé que se le había pasado la mano hacia abajo en la estimación que tenía- aunque debemos estar atentos a lo que haga la Reserva Federal en EE.UU. para evitar arbitrajes de capitales. Si la inflación cae rápido por el dólar, hay espacio para bajar tasas, pero debe ir acompañado de un ajuste fiscal para evitar un sobrecalentamiento de la demanda.
-¿Cómo ves las propuestas en materia fiscal y tributaria?
-La regla fiscal debe apuntar a que el crecimiento del gasto público esté entre 1 y 2 puntos por debajo del crecimiento del PIB. No hablo de recortes drásticos, sino de moderar la tasa de crecimiento de manera sostenida por los próximos 10 años. Esto permitiría eliminar el déficit fiscal primario y abriría espacio para bajar impuestos.
En lo tributario, apoyo la propuesta de José Antonio Kast de reducir paulatinamente el impuesto corporativo del 27% al 23%, a razón de un punto por año, e incluso seguir bajando más allá de ese periodo. Este es el impuesto más dañino para la inversión y el empleo. Además, es crucial restablecer un esquema de garantía de estabilidad tributaria, y tal vez también de ciertos marcos regulatorios claves, similar a un nuevo DL 600, que proteja tanto a la inversión extranjera como a la nacional de cambios bruscos en las reglas del juego.
-Respecto a la política, ¿cómo se prevé la relación con el Congreso y la ciudadanía?
-Las lunas de miel son cortas y la ciudadanía está impaciente. Aunque la configuración del Congreso es favorable para la centroderecha en el contexto de la historia, el apoyo no está garantizado; siempre hay parlamentarios “díscolos” incluso en el sector que gobierna. Por otro lado, aunque sectores de extrema izquierda busquen retomar las calles, dudo que tengan la misma repercusión que en 2019. La centroizquierda parece haber madurado y comprendido que ese no es el camino para ser oposición.
¿Qué opinas de los nombres que suenan para el equipo económico y el diseño del gabinete?
-Jorge Quiroz y José Luis Daza son candidatos excelentes, con sólida preparación académica y conocimiento real de los mercados. Respecto al diseño, me parece interesante la idea de un “superministerio” que agrupe Economía, Minería y Energía para centralizar los temas de crecimiento y productividad. Mientras Hacienda, por cierto, debe mantener la crucial tarea de dirigir la política fiscal y financiera, la legislación financiera y -junto a al ministerio del ramo- la laboral.
Igualmente crítico es el rol de la SEGPRES; se necesita a alguien con visión técnica y sensibilidad política para asegurar la coherencia de las iniciativas legales, tanto gubernamentales como parlamentarias, rol que ejerció eficazmente Cristián Larroulet en el primer gobierno del Presidente Piñera. (Consignado por exante.cl)








