Quiero seguir celebrando, es un mágico acontecer que renueva el ser. Especialmente en este verano, que lo he sentido más intenso, pero más acotado. Recuerdo que las vacaciones de antaño comenzaban en diciembre y terminaban a principio de marzo con el entierro del Rey Momo, sin variar la inclemencia del sol, terminando la estación con la chaya de los picados. Pero estábamos acostumbrados, sin bloqueador, a pata pelá, comiendo perol, pisando las sombritas y usando una cámara de neumático, para estallar de tumbo tumbo por la bahía. Las pertenencias se quedaban en el mismo sitio, después de pasar más de dos horas en la balsa de Cavancha. Otros tiempos, el mismo lugar y no mirábamos el reloj, simplemente la bajada del Granaderos para volver a casa, enjuagarse, tomar tecito y pancito de la panadería «El Pueblo», con la abuela enfermera, para posteriormente armar un nuevo juego en las calles polvorientas del barrio.
Quiero seguir celebrando, porque siguen permaneciendo tradiciones del ayer. El lonche al atardecer; en Cavancha; en Playa Brava; en las pozas y Bellavista. El espíritu de acampar sigue vivo así como el de pescar un merlín o mariscar con la marea baja locos y señoritas.
Las familias se van con monos y petacas , marcando los terrenos, se llevan las camas , la loza y las alfombras para vivir como reyes frente a una vista hermosa.
¡Qué lujo!, ¡qué honor!, a las seis de la mañana, el litoral está en movimiento, por los deportistas del viento, unos trotando, otros caminando, jóvenes y viejos, y cada uno con una sonrisa en agradecimiento al Cielo. Me siento en casa, me siento identificada con la nortinidad de Sabella que conduce al camino de la felicidad.
La pasión de multitudes se replica en la calle, es usual ver la camiseta de «Deportes Iquique» de esquina a esquina, es tan hermoso ver los colores del glorioso carajo. Celeste es mi pasión y el gran amor de nuestras vidas nos ha colmado de historia, valentía, coraje, triunfos, momentos difíciles y un volver a soñar con alcanzar la copa.
«La Cenicienta del Norte»‘, la «Tierra para querer’, la «Ciudad del querer» ha parido como dijo Mauricio Villafaña a uno de los mejores deportistas de los últimos tiempos. El mago, hijo de deportistas de clubes de barrio, nieto del Ñatito Cortez ; hombre mágico que por décadas hizo bailar a toda la gallada iquiqueña hasta la madrugada.
El campeón de América, Edson Puch nos tiene vueltos locos en el glorioso. Por ende, seguimos soñando jugar con «Boca», en el «Tierra de Campeones». Debe ser la misma sensación que sintieron nuestros abuelos, cuando pelearon el título mundial el Tani y el chico de Caleta Buena, Arturo Godoy. La ciudad se paralizó en ese tiempo, y el dragón dormido testigo de otro gran acontecimiento.
Iquique, dónde el diablo perdió el poncho, una miserable caleta según el naturalista Charles Darwin, hoy es una ciudad pujante, con un clima privilegiado, donde el sol nos acompaña los 365 días del año, con la playa más linda de Chile. Cuna del Combate Naval de Iquique, movimientos sociales y glorias deportivas importantes.
Después de la Cenicienta del Norte, la Ciudad para querer y la Tierra de Campeones… ¿Qué?
Sonia Pereira Torrico
