Iquique en llamas nuevamente, me duele el alma de manera creciente. De todos los puntos de la población, se podía ver el templo ardiendo. Una nube gris cubrió el casco histórico para llevarse más de 100 años de historia de la ciudad de Iquique, la ciudad del eterno carnaval, la religiosidad y el arte.
Hoy el puerto se viste de luto, tiznado por las cenizas de una construcción de pino oregón que comenzó a edificarse en 1899 para entregarlo en 1904. La construcción se pensó con la llegada de misioneros franciscanos a la ciudad de Iquique a fines del siglo XIX liderados por el Fray Esteban Pérez, los cuales fueron invitados por el Vicario apostólico de Tarapacá y además Obispo auxiliar de Antédone, don Guillermo Juan Carter.
Que barrio más bonito, mirando el cerro y posando la vista frente a la playa y el infinito. Ningún elefante obstaculizando el dominio , tampoco decenas de motores agudizando el oído, sólo el vaivén del viento y la chusca encabronada. Nada que temer a principio de siglo, salvo los ecos de una revuelta que deviene de la pampa salitreras y la injusticia calichera.
La iglesia San Antonio de Padua, de cariño San Francisco fue testigo del auge del salitre, la matanza de 1907 en la escuela Santa María, el éxodo pampino, el incendio voraz de manzanas y manzanas, la construcción del hospital, la lluvia torrencial de 1940, la pelea por el título mundial de Godoy frente al bombardero de Detroit, el título mundial de pesca y caza submarina obtenido en 1971 por Raúl Choque, las banderas negras, la irrupción de la zofri, el olor a progreso, la explotación minera, la globalización del puerto heróico, el cierre del comercio por detalle , y la gloria deportiva con los dragones celestes en 1979, 1980 y el 2023 ascendiendo a primera. Una iglesia que transitó por terremotos como el del 2014 y la noche más oscura del planeta.
La iglesia fue declarada Monumento Nacional en la categoría de «Monumento Histórico» el 25 de octubre de 1994.
Historias por doquier se escriben debajo de los escombros. Bautizos, la comunión, casamientos, misas, semana santa, velorios, catequesis y la escrita por tantos niños aprendiendo en la escuela.
En jueves santo, las familias ,como la conocida familia Álvarez, (Berta, Lilian, Nena, Charle y Juanito), acudían a misa, a eso de las tres de la madrugada con su mamá Bertita, luego iban corriendo a la procesión que se extendía hasta las siete de la mañana, era la tradición, y contra eso, no había discusión.
Cómo todos los años, se realizaba en noviembre la comunión para una ciudad puerto pequeña.Terminado el ritual religioso, las familias preparaban una convivencia en sus respectivas casas, lo más común era el chocolate caliente acompañado de un trozo de torta.
Cuenta la historia que el día 5 mayo de 1962 a las 20:00 se efectuó el matrimonio en la iglesia San Francisco. El otoño vestía de verano aún, los invitados aguardaban a la novia ligeramente desabrigados, abrazando los destellos del sol con un agradable perfume salino. La novia llegó a la iglesia , radiante y emocionada, cruzando una alfombra roja desde la puerta hasta el altar. A ella la acompañaba su padre el sr. Manuel Castillo Parra y al novio lo acompañaba su madre la sra. Rosa Aguirre Iglesias; mi bisabuela. Los padrinos de los novios eran Don Domingo Torrico Yanki y su sra. esposa Gladys Pizarro Aguirre . El sacerdote que los casó, fue el padre Lorenzo, un franciscano de acción y corazón.
Hoy la ciudad perdió un patrimonio, las lágrimas de los fieles no pudieron apagar la llamarada de la última misa.
Nos sentimos nuevamente huérfanos de techo, abrigo y una palabra de aliento. No obstante, no hemos perdido la fe, el amor a la tierra y el agradecimiento a la obra de la congregación franciscana se mantiene intacta, esperando el milagro de la reconstrucción y el oficio de la misa para toda la comunidad.
Sonia Pereira Torrico







