¿Quién no fue niño? ¿Quién no fue feliz en medio de la inocencia? Para mí el ritual más maravilloso de la niñez era ir a la «playita Cavancha».
Por esos mis recuerdos se remontan en un verano iquiqueño. Llegábamos con mis amigos caminando a la playa y en fracción de segundos ya estábamos todos chapoteando en el agua pura y cristalina, Con mis amigos estábamos felices y expectantes de encontrarnos con los personajes clásicos de Cavancha: el vendedor de los Helados Milano, el vendedor de cuchuflí y la vendedora de berlines y mebrillos.
Si capear tumbos era una osadía, llegar la balsa era una proeza.
Se acercaba la hora de irnos y estábamos cansados, arrugaditos de tanto bañarnos y con un hambre.., ¡uff de los mil demonios!, pero qué importa si éramos felices en la mejor etapa de nuestras vidas: La niñez.
Sonia Pereira Torrico