El universo de los lugares constituye el telón en blanco para exultar emociones, pasiones, sensaciones, alegrías, penas, dolores, risa y llanto, cuando se está verdaderamente vivo, ocupando la energía vital en la retórica de un poema llamado vida.
La añoranza y la nostalgia germina de mi carne, toda vez, que mis abuelos eran unos condenados melancólicos y románticos. Mi madre hacía lo suyo invocando las playas y atávicas covaderas, donde brincaba a pata suelta, hurtando en los roqueríos locos y suculentos erizos. Mi padre, otro loco soñador, creaba la hermandad desde las comunicaciones y el amor al prójimo. Ambos dejaron huellas imborrables en el corazón de amigos y vecinos. Yo preciso respirar profundo y tomar cautela, aunque reconozco que a veces la fragilidad de mi corazón, invierte mi propósito. El pecho me oprime contra la pared en ocasiones con el cantar de los ruiseñores , y copiosamente comienzo a soñar y regresar inexorablemente allí, donde tu estás…
Hoy quiero relatar del universo sobreviviente llamado playa, no obstante describirla en detalle hasta la desembocadura del río loa, sería un cuento sin fin. Pero nombremos algunas para remecer la memoria infinita, Chanavayita , Ike- ike, el Águila, los Verdes, los roqueríos de Caramucho, Lígate, Vicente Méndez, Pabellón de Pica, Yape, Primeras Piedras y la Poza de los caballos.
La poza de los caballos, antes llamada «Choyota», piscina natural que atrapa las locas aguas que entran a la bahía. Su nombre se debe a que antiguamente a esta playa acudían el personal del ex regimiento de granaderos a bañar a los caballos, pero una vez que está actividad con el tiempo finalizó, este sector comenzó a ser conocido con el nombre que se conoce actualmente. Al costado estaba «Buque Varado», cuyo casco fue desmantelado y la acción erosiva del mar terminaron con minarlo, dejando un hecho histórico de 1896 azotado por las olas y el recuerdo de la fragata alemana Alida. ¡Orgullo cavanchino!, junto a la poza de la liza, en la punta de Cavancha, y el Saladero.
¡Oh! ¡qué maravillosa es la poza de los caballos! Recuerdo en la compañía de una amiga del colegio, un día de verano como las dos de la tarde, querer darnos un refrescante chapuzón. El mar nos expulsó con la piel arrugadita de color camarón, con ganas de saborear algo refrescante, todo bien hasta ahí, pero después de las cuatro, mis tripas demandaban otro bocado. Se me antojaba un membrillo con sal o un huevo cocido de la señora con sus hijas, lo compré pero aún así seguía con apetito. Mi amiga se comportaba estoica e incólume, de guata al sol y con la piel bronceándose sin pudor. Nos fuimos a bañar, la poza estaba llena, las olas nos arrastraban para todos lados. Siendo las seis, nos dieron ganas de tomar tecito con cedrón. Afortunadamente, trajimos un termo y pan con mantequilla, y por ende compartir juntas en compañía de un memorable atardecer, cobijadas con la tibieza de los granitos de arena, el perfume de la brisa marina, felices en la poza de los caballos de Iquique.
Sonia Pereira Torrico