Señor Director: Quisiera hacer algunos comentarios basados en mi experiencia de 70 años en Iquique. Nací acá y quiero mucho a mi puerto histórico y heroico. Quiero referirme a la lluvia inusual y potente que nos afectó el sábado.
El mal llamado ‘invierno boliviano’ no es algo nuevo. Es de siempre y el ser humano lo advirtió cuando llegó a estas latitudes. Son, en realidad, lluvias veraniegas. Los especialistas dicen que en Chile se denomina invierno andino —así como invierno boliviano— a las épocas de mayor pluviosidad en los Andes centrales. El término es paradójico, puesto que el fenómeno se da mayormente entre los meses de diciembre y marzo, correspondientes al verano austral.
Las precipitaciones de esta estación se originan como lluvias orográficas causadas por masas de aire provenientes de la región del Amazonas durante la estación lluviosa. Estas se producen especialmente en el Altiplano de la Cordillera de los Andes debido a la actividad convectiva, que es la precipitación que se asocia a la formación de nubosidad cumuliforme durante la tarde, cuando el calentamiento del suelo favorece el desarrollo de movimientos ascendentes y produce precipitaciones en este lugar. El problema surgió esta vez porque la lluvia no pronosticada fue muy potente y dejó 12 milímetros de agua caída en Iquique.
Por lo tanto, estas lluvias veraniegas en la precordillera y cordillera son naturales. Y cuando quedan en esa zona son una bendición porque los pueblos que viven en esa área pueden tener agua para sus regadíos, pueden criar a sus animales y alimentarlos, las mineras pueden operar, podemos tener a partir de ahí agua potable, etc. Se llenan los ríos, lagunas, las napas y las cuencas. Desde siempre ha ocurrido así. Para la anécdota, el novelista francés Julio Verne (1828-1905) se refiere a estas grandes avenidas de agua desde la cordillera al mar en un episodio del libro «Los Hijos del Capitán Grant».
El problema es que esta vez el fenómeno ha superado lo visto hasta ahora y en la precordillera y cordillera ha sido muy violento y así lleva varios días. Mucha gente por años y años en el interior construyó sus casas al lado de los ríos o en las laderas. Y ahora, nos tocó a nosotros en Iquique. 50 años años que no se repetía algo así.
También hay otra cara de esta situación. Y otro comentario: Muchos creen que todo comienza a partir de ellos. Y no es así. Del mundo en el que vivimos hay que saber bien del pasado, para estar bien plantado en el presente y desde ahí proyectarse al futuro.
Y aquí es donde surge el principal problema.
Cada ciudadano, cada autoridad, cada parlamentario, cada alcalde, cada core, concejal, etc., no anticipamos nada. Vivimos como pajaritos hasta que… De allí que los estragos de un fenómeno climático se acrecientan. Lo estamos viendo. No es ningún invento.
Una muestra evidente es que se autoriza con firma, timbres y todo, construcciones donde no deben estar por ningún motivo, (caminos, puentes, viviendas, bifurcaciones, calles, pasajes, edificios de enorme altura, tendidos eléctricos con sobre y hasta triple peso cargados de cables, etc.)
Con este tipo de fenómenos climáticos, la mayoría de los problemas son derivados de la nula previsión. Entonces, se actúa «echándole pa´delante» y permanentemente expresando el refrán popular: «En el camino se arregla la carga», «echando a perder se aprende», etc.
Por eso, cada vez que ocurre una situación como la vivida, se paga muy caro la inoperancia, la improvisación y la actuación no profesional, etc. Tampoco quiero decir que todo debería ser perfecto. No. Sólo digo que previniendo las consecuencias no serían ni serán tan catastróficas.
Esta vez, el inusual fenómeno -para Iquique- dejó en evidencia que los techos de los inmuebles no están para soportar la lluvia, muy pocos se salvaron; aquí se hacen techos para que den sombra, nos cobijen del sol; los que están para hacerlos «le echan la cundidora», total «el que paga no sabe y no ve lo que estoy haciendo aquí en el techo». Vamos viendo como saltan los refranes. Los caminos no tienen los terraplenes como debe ser, la altura menos, los caminos tienen unas «bermitas» y no bermas, la carga sobredimensionada traspasa los límites de las calzadas. Siempre se han cortado los caminos, por lo mismo. Se autoriza la construcción de edificios en laderas y pendientes; casas y vayan a ver como quedaron los pasajes debajo de calle Cerro Dragón, «Tres Islas», «Arcadio Castillo» y otras, por nombrar algunas. Sólo porque Dios es Grande no pasó a mayores. Los que autorizaron jamás previeron una lluvia tan intensa. No se colocaron en ese lugar… «Mientras no nos toque a nosotros». Y así.
Pasarán los días, algunos años, se secará lo mojado y vendrá más de lo mismo. No se aprende de lo que hay que aprender. Y, el mayor problema, es que los que tienen que escuchar se enojan, buscan culpables, en vez de ponerse de cabeza a trabajar profesionalmente y como corresponde. Por el bien de todos.
Me salto las telecomunicaciones y otras falencias notorias, pero todos las advirtieron.
Leonardo Oliva Ch.
Jubilado