Cuando a pocas horas de un nuevo día, tempranamente me levanto para cumplir las responsabilidades diarias y la oscuridad del cielo estrellado dan paso al frío crepúsculo del invierno en nuestra tierra nortina, busco tranquilizar mi espíritu, escribiendo estas líneas después de asistir a la misa de despedida de mi amigo Ernesto Pérez F., oficio religioso que se realizó el reciente martes 24 a primeras horas de la tarde en la Iglesia Catedral.
Casi todos los seres humanos por razones de nuestra propia naturaleza, cuando se trata de acompañar a la familia que ha sufrido la pérdida de un ser amado, somos presas de sentimientos especiales que nublan nuestra visión. Una sensibilidad que es más profunda en los propios familiares que deben vivir las horas del insoportable dolor del duelo eterno.
Sin retórica sensiblera deliberada, ni grandilocuencia por manipular la voluntad ciudadana, los que asistimos a esta reunión de fe cristiana en la Catedral, en esa tarde, fuimos testigos de la sencillez y valores políticos de Ernesto Pérez. Cobran vida los años de juventud socialista y de ser un servidor público en favor del pueblo. Lo conocí por los años mozos de su juventud, hablo de los años setenta. Con su línea de pensamiento y singular toma de posiciones ponía nervioso a sus opositores.
Después, a través del tiempo nos volvemos a encontrar en el Puerto, donde renovamos nuestros lazos de amistad, siempre caminamos por diferentes veredas en el dintel partidario, nos respetamos y apoyamos cuando así se precisaba. No existen en mi memoria recuerdos de momentos marcados por la rivalidad de las células o núcleos partidarios; no hay palabras ofensivas ni pedradas que dañaran nuestras ideas de luchadores sociales. Somos de la misma cepa humana, aquella de los sueños utópicos que corrían por nuestras venas…Más allá de la caída de la dictadura y de los socialismos reales, de la renovación y del capitalismo contemporáneo, seguimos por las raíces de los árboles que perduran en los malos tiempos.
Un día increíble, mientras este día martes en la mañana, junto a mi hermano menor Omar, nos dirigíamos al centro para realizar algunos trámites institucionales, en forma sorpresiva éste (mi hermano), como de la nada me pregunta por Ernesto, ya que él también me acompañaba en los momentos cuando me había saludado a la distancia hace apenas unas dos semanas atrás -12/07- alrededor de las 17,30 horas en las afueras del Consultorio Videla.
No sé porqué Omar de un instante a otro, de la misma nada, me pregunta por él (Ernesto Pérez). A lo que respondí que desde aquel día no lo había visto nuevamente. Después, en el mismo centro al comprar los matutinos locales en el quiosco de González, al hojear rápidamente el diario, nos enteramos que había fallecido. La noticia nos golpeó y quedamos muy desconcertados… Rondan en mi cabeza varios misterios del destino y que me quitan horas de sueño.
La imagen y semejanza de un líder sencillo como Ernesto Pérez F., lejos de la proeza y de los honores, desde mi perspectiva nunca se extinguirá, cuando éste ha ofrecido lo mejor de su vida en aras de sus semejantes, sin dobleces, con un solo rostro y con tono de su voz inconfundible en contra de las injusticias y la pobreza, estará y vivirá siempre en los corazones de los iquiqueños que lo conocíamos.
Eso es todo. Un día terrible, de nubes oscuras y de un viento que cala los huesos. Para despedir estas líneas en honor a este noble y leal amigo Ernesto, voy a las inspiradas y bellísimas palabras de Bertolt Brecht: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: Esos son los imprescindibles.”
Nelson C. Mondaca Ijalba.
nmonijalba@gmail.com
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