Sr. Director: Tras un divorcio marcado por la violencia, muchas mujeres creen haber llegado al fin de su calvario. Sin embargo, lo que debiera ser el inicio de una etapa de reparación y estabilidad se convierte, muchas veces, en un nuevo ciclo de agresión: el de la sobrejudicialización.
Demandas cruzadas por cuidado personal, por relación directa y regular o incluso por violencia en reversa transforman la vida cotidiana en una extensión del conflicto que también afectan a las actuales parejas, incrementando el problema y no dejar continuar procesos de vida. Los correos, llamados y escritos judiciales reemplazan los gritos, pero el daño emocional y económico sigue siendo profundo. He visto madres agotadas, angustiadas, enfrentando a abogados que tergiversan su rol y a tribunales que, sin advertirlo, se vuelven parte del problema.
Resulta especialmente doloroso constatar cómo, en algunos casos, profesionales del derecho reproducen dinámicas de violencia económica, aconsejando retener pensiones alimenticias o utilizar a los hijos como estrategia negociadora. Esa práctica no solo vulnera derechos fundamentales de los niños, sino que perpetúa la desigualdad que decimos combatir.
La violencia postdivorcio existe y puede ser tan destructiva como la física. Necesitamos un sistema judicial con verdadera perspectiva de género, profesionales comprometidos con el bienestar de la niñez y mecanismos eficaces que impidan que la justicia se transforme en un nuevo campo de batalla.
Natalia Reyes Inostroza
Abogada








