Toda referencia en los medios al nuevo Presidente del Brasil, lo señalan como “ultraderechista”, “homofóbico”, “ultraconservador”, “populista” y otras calificaciones que procuran caricaturizarlo definitivamente, no son para promoverlo, sino todo lo contrario. Sus afirmaciones o propuestas electorales, han sido drásticas respecto a cómo enfrentará los graves problemas del país: corrupción, criminalidad, estancamiento y la decidida oposición política de sus adversarios, el Partido de los Trabajadores, Haddad derrotado, Lula preso, y Dilma sin lograr ser senadora. Al asumir, las ha reiterado, recordando será fiel al programa con que triunfó, con cambios profundos. Los dos años de Temer, si bien enderezaron tímidamente la economía, tuvieron mínimo apoyo y ninguna proyección política en un Parlamento que no controla.
Enormes tareas en lo interno y lógicas repercusiones en la región, al anunciar
ruptura con los socialismos reales de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Distanciamiento
con el Mercosur y su acostumbrado socio principal, Argentina; cercanía con
Uruguay y Paraguay; y pragmatismo buscado por Bolivia. Lejanía con el nuevo
México de López Obrador, donde no habrá coincidencias. Y un caso a caso con
Colombia, Perú o Guyana. Con Trump se aprecian coincidencias. Para Chile, persiste
la buena relación y los amplios intereses económico-comerciales que podrían incrementarse
a otras áreas.
Subsisten incógnitas ante tantos desafíos y una oposición que estará al acecho
y exigirá soluciones inmediatas. Veremos si obtendrá logros, o terminará confundido
con sus caricaturas.
Samuel Fernández Illanes
Académico Derecho U. Central