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Mahfúd Massis: el poeta iquiqueño olvidado

18 febrero, 2025
en Cultura y Espectáculos
Mahfúd Massis: el poeta iquiqueño olvidado
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Apriétala, ponla sobre tu corazón mientras dura la noche.

Con ella escribo esta estrofa muerta, reviento una mariposa cada mañana.

Con ella te digo adiós, pájaro viejo.

Iquique, nuestro querido puerto, tiene una deuda pendiente, un vacío en el reconocimiento que clama por ser llenado, una deuda con la memoria que se arrastra desde hace años. Y esa deuda tiene un nombre: Mahfúd Massis. (1916-1990) Un hombre nacido un 19 de marzo entre las arenas y el mar de esta ciudad, cuya voz aún retumba en los rincones de la historia, aunque pocos sepan realmente lo que nos debe significar.

Hoy, cuando hablamos de los grandes poetas de Chile, sus nombres se acompañan de honores, monumentos y celebraciones. Pero Mahfúd Massis, uno de los más profundos y comprometidos, sigue en las sombras, como un diamante olvidado, sin el brillo que merece.

Iquique, esa ciudad de contrastes, de historias entrelazadas con las del salitre, tiene la responsabilidad de hacer justicia con su legado. Y no hablo de plasmar su nombre en una placa o en unos versos perdidos entre papeles. Hablo de un homenaje genuino, de una resignificación de su obra, de una revalorización que lo coloque en el lugar que, como ciudadano y poeta, le corresponde.

¿Qué le debemos? Le debemos, primero, un reconocimiento público. Pero no un reconocimiento vacío, hecho de palabras sin alma. Le debemos la reivindicación de su poesía combativa, de su mirada cruda, de su capacidad de hacernos ver la sociedad tal como es, con todas sus grietas y contradicciones.

Su primera obra, Las Bestias del Duelo, publicada cuando tenía solo 26 años, ya dejaba claro que Mahfud Massis no venía a ser uno más en el mundo literario. Con su estilo desafiante e incendiario, le dio voz al dolor, la desolación y la muerte, elementos recurrentes en su obra que no solo reflejaban el conflicto externo, sino las luchas internas de un hombre comprometido con la justicia social y la verdad.

El propio Pablo de Rokha, su suegro, lo veía con una claridad que atraviesa el tiempo. En el prólogo a uno de sus libros, escribió: “En nadie, quién sabe, brama tan aguda angustia y tan acendrada y macerada desolación humana como en Mahfúd Massis, poeta de los viejos aceros y la gran cuchilla mahometana.” Este no es solo un elogio a la maestría de su poesía, sino también una reivindicación de la potencia emocional de su voz, esa voz que atravesaba las paredes del sufrimiento humano y daba testimonio de la angustia de un mundo que se desmoronaba.

La poesía de Massis nunca fue un refugio cómodo, ni un canto placentero. Fue un espejo de la realidad cruda, una mirada penetrante a un mundo que se desmoronaba bajo la presión de la injusticia y la violencia. Y si alguien vivió esa lucha, fue él. Al respecto, él mismo decía: “La sociedad tiende a fragmentar al hombre, a hacerlo pedazos. Quizás la vida no sea otra cosa que la lucha por la unidad coherente del ser frente a un mundo dotado de armas suficientes para destruirlo.” Estas palabras no solo reflejan su visión de la vida, sino también la batalla que él mismo libró durante años, primero en su Chile natal y luego en su exilio en Venezuela.

Massis no fue un hombre que se dejó consumir por el dolor ni la desolación, sino que los usó como combustible para su poesía. Su compromiso con los procesos sociales de su época lo llevó a vivir una vida de resistencia, a mantener sus principios firmes a pesar de los vientos que lo empujaban a la indiferencia.

Su exilio en Venezuela fue un destierro de lucha, no de quietud. Como relató su esposa, Lukó, en una entrevista que le hicimos el año 2001: “Cuando se produce el golpe militar, mi esposo era agregado cultural de Chile en Venezuela. Aunque la Junta le ofreció continuar en el cargo, obviamente no aceptamos y empezamos a organizarnos para ayudar a los que se habían quedado en Chile bajo la dictadura de Pinochet.” Fue esa misma conciencia política la que lo mantuvo firme, sin ceder ante las tentaciones que el poder le ofrecía para desmovilizarlo.

Pero, mientras en Venezuela su voz era escuchada y admirada, aquí, en su propia tierra, parecía un desconocido. Lukó nos confesó: “En Venezuela, donde vivimos durante muchos años, se lo respetaba y admiraba mucho. Cuando murió, le hicieron numerosos homenajes, y varios de sus libros fueron publicados con gran éxito. Incluso tuvo un programa de radio que se transmitía dos veces al día, donde leía sus crónicas tituladas El Hombre y sus Circunstancias. Fueron más de 10,000 transmisiones en cinco años.”

Hoy, esa falta de reconocimiento en su país natal debe ser saldada. Iquique, esta ciudad que lo vio nacer, no puede seguir ignorando su obra, no puede dejar que su legado (compuesto por poesía, cuento, teatro y crónica, publicada en libros, diarios y revistas) , se diluya entre las olas de la omisión. Massis no solo fue un escritor, fue un hombre de lucha, de resistencia, que nunca abandonó su compromiso con la verdad y la justicia. Su poesía es, en su esencia, un acto de valentía.

Es hora de dejar de mirar a los grandes literatos como figuras lejanas. Mahfúd Massis es nuestro. Es hora de que Iquique reconozca la deuda histórica que tiene con él. Es hora de que su voz, como tormenta que lleva la vida y la muerte juntas, siga resonando en nuestras calles, en nuestros corazones, en nuestra memoria colectiva. Porque, como él mismo lo dijo, “La poesía no es un regalo, es un fenómeno de identificación.” Y esa identificación la necesitamos ahora más que nunca.

Definitivamente, Iquique, esta ciudad marcada por el olvido, debe devolver a Massis lo que le corresponde: su lugar privilegiado en la memoria colectiva.

Por Iván Vera-Pinto Soto

Cientista social, pedagogo y dramaturgo

-Toma mi mano, este hueso que estará un día podrido.

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