Para mucha gente hablar en público es un reto personal y también es un requisito profesional, que impacta directamente su imagen laboral.
Nos podemos poner en diferentes posibles escenarios, desde el más simple, como que una persona nunca antes se había expuesto a hablar en público y tiene que hacerlo, a veces no por propia voluntad, por sus estudios o trabajo, que puede generar un nivel de estrés normal, que le permite actuar y que con la adecuada preparación podría superar el temor inicial; al más extremo, donde por algún evento crítico de exposición social, este miedo inicial podría haber derivado en algo persistente y suficientemente inhabilitante para la persona, desarrollando algún cuadro de síntomas relacionados con una fobia social, por ejemplo, Glosofobia, se le llama a esta fobia específica relacionada con el temor a hablar en público.
Una persona expuesta a una situación de tensión, como es hablar en público, por ejemplo, con la percepción de tener pocas herramientas para desempeñarse en este contexto, muy autoexigente, que siente que no alcanza los resultados esperados, expuesta a críticas o posibles burlas, podría poco a poco, comenzar a evitar estas situaciones, desarrollar pensamientos y emociones que lo restringen, cerrar posibilidades y que se acompañan también de una experiencia corporal desagradable, como palpitaciones, olvidos («quedar en blanco”), náuseas, mareos, falta de aire, etc..
Hay planes de estudios donde pocas veces se exponen a situaciones de presentaciones orales, por ejemplo, y se impone como parte de la exigencia académica, sin hacer distinciones al respecto, sin dedicar tiempo a conversar sobre estas habilidades, practicarlas, mirar las brechas, en un entorno de cuidado que permita el aprendizaje.
Alejandra Leiva
Académica Diplomado Técnicas Oratoria y Habilidades Vocales U. Andrés Bello








