Qué agradable es tomarse un café en el centro de Puerto Montt. Aparte de las abundantes variedades de tortas, kuchenes, sándwiches y otras cosas ricas, sorprende gratamente la amabilidad, disposición y diligencia de los trabajadores extranjeros.
Vienen de todos lados y el común de ellos es que tiene esa virtud de hacerte sentir grato, cómodo y hasta importante, un aspecto tan latino que me lleva a pensar cuándo y dónde perdimos esas actitudes.
No los afecta el mal clima, el frío, la oscuridad temprana de las tardes invernales, porque siempre está la sonrisa cordial como carta de presentación.
En los recorridos que todos hacemos por supermercados, lavanderías, restaurantes o tiendas, es común encontrarse con gente de Colombia, Perú, Haití, Argentina y hasta Siria, pero últimamente destacan los oriundos de Venezuela.
Mucho se ha hablado de la inmigración reciente que ha llegado a Chile, con opiniones contrapuestas, incluso con un llamado a cerrar la frontera. Unos defienden el libre ingreso, mientras otros piden aumentar las regulaciones, sobre todo cuando el tema pareció irse de control con aviones llenos de personas, con sobres amarillos, que en lo personal me indujeron a pensar en tráfico y abuso de seres humanos.
Zulay y Gisel (venezolanas), Anwar (sirio) y Débora (argentina) trabajan en locales del centro. Como soy habitual, de a poco he ido conociendo sus circunstancias que son prácticamente iguales a lo que todos nosotros queremos en nuestro camino por la vida. Sueñan con surgir, con entregar sus talentos, con sentirse orgullosos en su nueva tierra. Conversaciones que se mezclan con su excelente atención al público, entregando cosas ricas que endulzan con sus sonrisas y su piel morena.
Y todo esto me hace reflexionar sobre la tremenda responsabilidad que tenemos como comunidad de hacer sentir gratas a estas personas, que depositaron su confianza al elegirnos como destino para edificar su futuro. De devolverles sonrisas y no lágrimas.
Chile en su historia vio partir a sus hijos por crisis políticas y económicas. Millones de compatriotas tuvieron que forjar un hogar lejos de su patria. Seamos dignos ahora para devolver la mano al necesitado en momentos difíciles y aprendamos a ser cordiales, como lo son ellos.
Por Sergio Velásquez Haros
Presidente Colegio Periodistas
Región de Los Lagos