Los caminos del glorioso son impredecibles, cada día un lugar maravilloso por descubrir.
La importancia de Caleta Riquelme radica en su papel como destino turístico y su contribución a la economía local a través de la pesca y el turismo. Además, es un lugar emblemático que refleja la cultura y el estilo de vida costero de la región de Tarapacá.
La mañana con toques fríos de este otoño, invita a la postura de un chaleco . ¡Dios! Hace 30 años era impensado usar una prenda de invierno. Mis chalitas veraniegas aguantaban todo el año. Pero hoy en compañía de los vientos alisios, dibujo en mi boca, notas alegres de mi niñez con «Lady Lady», se pinta los ojos de azul caminando por el centro, en el barrio donde aprendí mis primeros pasos, cerquita de la plaza 21 de mayo, frente al intocable monumento a Prat, gallardo, estoico, como si estuviera guiando los pasos desde los ex baños la gaviota hasta el muelle, para tomar una embarcación o bien degustar los sabores del mar al paladar con la familia en la caleta, cantando con la guitarra del sociólogo, pidiendo un bis y seguir emborrachado de alegría, entusiasmo donde nadie te niega un saludo y un abrazo. En cada esquina, el avísale y el avisándole surca por todas partes, así como la celebración de los clubes deportivos más longevos.
La Caleta Riquelme fue el destino que sensibilizó nuestros sentidos más exigentes y el aroma a mar es inigualable. Variedad de mariscos y pescados vaticinan la mejor obertura gastronómica ( mono, albacora, corvina, congrio, reineta, palometa, palometa y jurel). Las escalas al olimpo del buen sabor deslizan la dulce espera. Son muchas las alternativas, las vivaces mujeres ofrecen su mejor carta . La intuición flechó nuestro corazón con un solo lugar, «El rincón celeste», debe ser por qué somos hinchas del gran amor de nuestras vidas y porque celeste en nuestro corazón.
La complicidad del océano y los botes de esfuerzo embelesan mi más profundo sentir, es difícil desviar la atención, estoy fascinada y maravillada con la poesía que emerge con la historia del combate naval de Iquique y la vida marítima ulterior . La sonrisa de una buena mujer ilumina hasta la más tenue de las luciérnagas, ella nos trae el pedido y la malicia que denota en la partitura del menú.
Un suculento jardín de mariscos evoca el perol de antaño y el sabor iquiqueño del «Colorado», «Cavancha «o «El Morro».
No cabe ningún alma en los comedores del segundo piso, varios comensales se levantan con el pupo parado para iniciar la siesta en casa o debajo de una sombrita. ¡Uf ! qué ganas de dormir un ratito también, para recobrar fuerzas de esta deliciosa odisea llamada Caleta. Me asombra que muchos quedaron debajo de la mesa, la infraestructura no dio a vasto y se conformaron con una empanada de horno o un completo con papas al hilo de un carrito emprendedor.
A pesar de ello, que bueno es estar en casa otra vez, respirar olor a mar, ese que Iquique me sabe dar como señala el poeta Óscar Hahn y sentir que bajo cualquier circunstancia, no hay lugar como el hogar.
Sonia Pereira Torrico
