Todas las mañanas, despierto y no sé en qué lugar habito, viajar me obliga a percibir aromas distintos, texturas, soles y lunas. No obstante es el sol, mi refugio conciliador, que me acerca a mi casa, mi pieza y las voces de mamá Alicia, hermanos y sobrinos. La voz de papá sólo la capturó mirando el cielo opalino, toda vez que él me cuida para seguir con mi vida. Te extraño papá y precisamente, es lo primero que hacíamos con el despunte del alba, tomar desayuno con el pan batío de la independencia. Me sentía una niñita acompañándote con un tecito con cedrón y las ricas aceitunas. Que gratos sonidos de la mañana, el crujir de las hojas del diario, del pan tostado y el graznido de tórtolas e intrépidas palomas. A pesar que mi casa queda en el corazón del centro, el ruido de motores no ensombrece el andar de artistas y parroquianos. «Caminas más que Kung fu», se decía en atávicas épocas donde el iquiqueño a pie era reconocido y bendecido.
Precisamente en la «iglesia San José», mi papá le pedía la bendición al padre, por cada amigo con quién iba conversando en el celular. Risas y carcajadas se desataban así como cuando un personaje querido llamado «El Chicote» se hizo pasar por muerto, en complicidad con la Banda del litro. Mientras toda la gallada lloraba a mares por el deceso, el Chicote se levantó de golpe para asustar a los presentes. Aún se escucha el eco de ese día, en calle Tarapacá con Vivar. Don Manuel González fue testigo de ese divertido momento, así como cuando ganó Calichal el año 1985, «la Reina del Tamarugal». Iquique vestía de fiesta, se había ganado en grande, como el Tani , el bombardero de Caleta Buena y el club de mis amores; «Deportes Iquique» ganando la copa Polla Gol en Santiago frente a colo colo. Si hasta Campanita fue testigo de tremenda proeza deportiva. De ahí en adelante, el sonido del batir de las olas de la playa más hermosa; Cavancha, las cuales no iban en solitario, así como voy yo, escribiendo mis recuerdos con ustedes en este presente algo extraño. Desde la hostería, se escuchaba a rabiar el grito de gol de miles de hinchas con pasión. Como olvidar en el entre tiempo, las voces de los clásicos vendedores de cuchufli barquillo y pan de leche luna. El vendedor de helados, salió despavorido, debido que la última vez gané tres veces consecutivas un vale otro. Lo que no tenía vale otro, eran las entradas al cine en la matiné. Aunque varias de mis amigas se escondían en el baño para repetirse la película. Yo era bien tímida por esas fechas y no me revelaba frente a la autoridad y me acomodaba seguir afuera escuchando a Campanita vendiendo helados o jugar a la pesca milagrosa en la Plaza prat. Los más osados se iban al Galaxia , por más fichas y pasar a la siguiente etapa en el pac – man o en la guerra espacial.
Sin embargo, el olor a progreso, no era obstáculo para sentarme en la banca de la plaza, cerrando mis ojos y tocando con mi pensamiento, el canto de palomas y otras aves de la costa. Era genial sentir el susurro del viento y el roce de miles de gotitas salinas. No sentía frío, ya que los techos eran planos y amables. Sólo las casonas de la señorial y otras calles importantes, tenían una azotea con vista al puerto y al inexpugnable océano. Algunos sonidos que me incomodaban eran los 21 cañonazos del año nuevo, debe ser porque vivía al frente del puerto. No así la sirena de las 12 del Colectivo O’ higgins, el viejo pascuero » tira pastilla», la banda del litro y el bombo tiraneño en marzo para los ensayos previos. En qué momento, desperté de esta burbuja o quimera, en qué momento el progreso nos cegó, convirtiendo al puerto de los amigos en una ciudadela desordenada y dispersa. Los elefantes han bloqueado el camino del respiro del mar y la claridad del astro rey en tus ojos. Siento frío entre tantos desconocidos, ya no veo a la Pichuca vendiendo sus enjundiosas empanadas, tampoco a Chiricaco vendiendo el diario. Se fue la abuelita coloraína de Antonio , la Ginita del Morro y mi papito lindo .¿ Dónde estás papá?, me despierto y ya no estás para tomar desayuno conmigo. Se nota tu ausencia al abrir la puerta , en el café de la señorial, con tus amigos y colegas.
Los antiguos bares, tiendas despachos y casonas familiares, ahora son farmacias, edificios, tiendas y restoranes. Al despacho se le llama Emporio y a la Botica, una cadena de farmacia , tanto así que saben que vas a comprar y en cuántas cuotas adquirir el remedio magistral.
«A veces uno amanece con ganas de extinguirse. Como si fuéramos velitas sobre un pastel de alguien inapetente. Así es la vida, un constante querer apagarse y encenderse». (Julio Cortázar). Yo prefiero encenderme. Quizás sea bueno mirar al puerto desde las alturas, abrazar el nuevo horizonte y buscar como un acertijo, al sobreviviente «Splendid » de calle Vivar.
Sonia Pereira Torrico
