Está dicho que el pago de los parlamentarios resulta del dinero del país y el país lo componen todos los chilenos, según decreto establecido, trabajen o no trabajen, aporten o no aporten al crecimiento y dichos parlamentarios deben trabajar para los intereses del contratante por decirlo de esta manera, o sea los chilenos. Esta obligación deben hacerla votando en proyectos y leyes que favorezcan la economía social, pero es un hecho que estos parlamentarios atienden preferentemente a sus intereses personales, de colectividad política y acuerdos convenientes.
Es inaceptable que estos interpelados se desentiendan de su obligación de votar ya sea a favor o en contra cuando se requiere el pronunciamiento con una postura clara y definitiva. Sin embargo, hay algunos esquivos que simplemente no votan para no lidiar con enfrentamientos de la elite establecida o para no ser rechazados por grupos simpatizantes de la política regente.
Aprovechando la iniciativa de una nueva Constitución, muy necesaria, deberían establecer obligatoriedad de votación en cualquier proyecto que lo requiera y quienes se abstengan deben ser sancionados tanto en exclusión de sucesivas votaciones y también aplicar multas en UTM igual que los ciudadanos, porque reciben un sueldo para trabajar y no para proteger su imagen desentendiéndose de la obligación. Sin ningún temor aplicar tarjeta amarilla como en el fútbol y roja en casos reiterativos.
Estos cargos de gran responsabilidad y privilegio no debieran ocuparlos participantes indecisos o temerosos, son para gente con postura sólida, valiente, decidida y consecuente con las necesidades sociales, pues se trata del bienestar del país, muy distinto a los parlamentarios socialistas Jaime Tohá y Marcelo Schilling, quienes se abstuvieron en la votación del cuarto retiro de fondos previsionales, emulando el clásico lavado de manos de Pilatos.
Es digno, honorable y se respeta a aquellos que se ganan los porotos limpiamente, pero les guste o no les guste deben votar a favor o en contra, le duela a quien le duela y quitarse la máscara de la conveniencia sin evadir con ligereza el acto de pronunciamiento obligatorio, escabulléndose. Eso no es honroso, es feo, contraproducente y cobarde.
Es el momento de rayar la cancha a quienes han gozado de la autonomía de la impunidad en sus obligaciones y la gente puede rayar la cancha exigiendo a los elegidos constituyentes poner en tabla este y otros mecanismos de sanción, para conseguir un mejor funcionamiento de nuestros organismos funcionales, para demostrar que en Chile puede gobernar el decreto ciudadano que ha estado en manos sucias durante muchos años.
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