Señor Director: En el último tiempo he comprobado, en numerosas ocasiones, que Chile cambió. Para mal, especialmente en la convivencia.
Tengo más años que la cocoa. Dicho popular de antaño que tal vez los jóvenes de hoy no conocen. Con tantos años he visto mucho, demasiado, aunque dicen que siempre la vida sorprende.
Todo este preámbulo para contarles que cuando yo era pequeño, en los años 50 del Siglo XX, la gente, siendo muchos analfabetos, igual eran respetuosos unos con otros. Se saludaban y sólo se hablaba disparates en círculo de amigos muy cercanos, por ningún motivo en lugares públicos. Incluso el tono de voz siempre era moderado.
Siendo la inmensa mayoría pertenecientes a hogares humildes, existía un respeto único, por la abuelita, el abuelito, la mamá y el papá, los tíos y los vecinos. Y se castigaba el proferir malas palabras y nadie se traumó. Las vecinas acusaban cuando había un niño disparatero o garabatero.
También recuerdo que en la Libreta de Notas de la Escuela Pública se calificaba los Modales y Cortesía del alumno.
Hoy veo, lamentablemente, que no se respeta a los profesores. Y el peor pecado del Magisterio es que muchos profesores por temor a la funa, optaron por ser permisivos, puesto que también la mayoría de los directores prefieren “no hacer olitas” y quedar bien con el alcalde de turno. Antiguamente, dependían de la Dirección Provincial de Educación y por ende del Ministerio de Educación. Hoy sabemos que los directores suelen ser del mismo partido o adeptos del alcalde en la comuna que sea y así están las cosas. No sólo hay bullying entre los estudiantes también los profesores son presa fácil de los alumnos atrevidos respaldados por los padres que dicen: “A mí hijo nadie lo manda ni le llama la atención”. Así están las cosas.
Lamentablemente, el camino elegido por muchos padres no es el adecuado. En mis tantos años lo he visto hasta en mi familia. Y de verdad es doloroso. Todo por no ser firmes. Y eso no tiene nada que ver con no tener amor ni cariño. Todo lo contrario, se trata de guiarlos por el buen camino y eso es amor y cariño de verdad.
¿Quién respeta el Reglamento Interno de Disciplina y la necesaria estrictez de la enseñanza que tanto nos sirvió en la vida a mí y a mis amigos y compañeros de escuela?
Hoy todo se confunde hasta la ridiculez. Hasta el lenguaje (el español que hablamos) se distorsiona con fines políticos e ideologías que está más que claro nunca llegaron a nada de nada, reflejado en el retroceso que vemos a diario en una y mil situaciones.
Hay que enmendar el rumbo hoy. Después siempre será tarde.
Remberto Y. Mora
