- Ubicado en el barrio histórico de El Morro, este local atendido por sus propios dueños deleita a sus comensales con recetas familiares que evocan la niñez de quienes las prueban, invitándolos a un viaje de añoranza y recuerdos donde muchos ya no están presentes.
“Acá cocinamos lo que nos gusta y cómo nos gusta”, afirma certera María de los Ángeles Matrás, quien junto a su marido, Ernesto Devia, son dueños de La Cucarda Morrina, emprendimiento que comenzaron el 2014 con capacidad de atención para 22 personas, en la casa de la familia Devia, la cual modificaron para inaugurar el restaurante, donde con el tiempo cada habitación pasó a ser un gran comedor que fue remodelado con mucho esfuerzo por ellos después de la hora de atención y que actualmente puede recibir hasta 60 personas.
“Ernesto es quien cocina, es el corazón de este emprendimiento, porque lo hace por motivación, porque le encanta. Todos los sabores, el gusto de lo que preparamos y la forma de hacerlo, dependen sólo de él, siempre fue su sueño cocinar y que fuera parte de su trabajo”, explica María de los Ángeles, y es justamente persiguiendo ese sueño que este profesor de educación física da vida a este restaurante, pues su memoria, asegura su esposa, es la que logra recordar los sabores de las recetas de su mamá y de su abuela, que encantan a sus clientes y que los hace viajar en el tiempo.
No lo pensaron dos veces, según cuenta María de los Ángeles, “la oportunidad se presentó, yo dejé mi trabajo en Antofagasta gracias a un plan de retiro voluntario, que me dio bastante dinero para iniciar el negocio y lo hicimos. Ernesto comenzó sólo y yo me dediqué a estudiar Ingeniería en Administración de empresa y todo se fue dando”, recuerda la emprendedora.
Así, la casa de Devia se transformó y abrió sus puertas a una semana antes del terremoto que asoló la región, atendiendo a todos los iquiqueños que tenían problemas para cocinar en sus casas, logrando una importante clientela en muy poco tiempo. Desde allí en adelante este matrimonio no ha dejado su lugar de trabajo, siendo incluso reconocidos en el libro El Hacedor de Hambre: Partir de Cero, de Patricio Cisternas, conductor del exitoso programa del mismo nombre, que sitúa a este restaurante dentro de las mejores 50 picadas del país, destacando sus recetas con identidad regional que conquistan con sus sabores y texturas.
Apoyo al comenzar
Cuando comenzaron, expone María de los Ángeles, “estábamos muy arcaicos, necesitábamos más espacio, porque el que llegaba se sentaba en una mesa si estaba el asiento desocupado, lo que era bastante familiar. Empezamos a ampliarnos, pero nos faltaba mobiliario y equipamiento, por lo que postulamos el 2016 a un Fondo Crece de Sercotec y nos lo adjudicamos”. Para hacerlo, se asesoraron con el Centro de Negocios Sercotec Iquique quienes les ayudaron a postular y hasta la fecha continúan apoyándolos. “Siempre están muy preocupados y me invitan constantemente a los cursos y charlas que realizan, aunque me falta tiempo para ir, porque con el flaco -su marido- las hacemos todas, pero mantenemos siempre el contacto y nos ayudan cuando lo necesitamos”, afirma la dueña del restaurante.
“Lo que mueve a las personas a emprender, es la búsqueda de un sueño, una idea que cruza la mente y se queda allí, en espera de materializarse, pero por distintas razones muchas veces duerme hasta que están todas las condiciones para ejecutarse. Con dedicación y esfuerzo, logran el negocio propio, pero mantenerlo en el tiempo requiere de mucho compromiso y estar en constante conocimiento de la evolución del mercado. Para ello es vital que se asesoren con expertos, como los profesionales que tiene el Centro de Negocios Sercotec Iquique, quien ayudan en forma gratuita a todos quienes tengan una idea de negocio o deseen potenciarlo”, puntualiza Patricio Burg León, director regional de Sercotec Tarapacá,
Tradición culinaria
Ernesto creció toda su vida viendo a su familia preparar empanadas y alfajores de Pica, tradición que se ha traspasado a través de generaciones desde 1890, que partió al interior de Iquique, donde vendían los dulces en las vías ferroviarias, Pica, Matilla, Pintados, por nombrar algunos pueblos, según recuerda María de los Ángeles, pero luego los antepasados se trasladaron a la cuidad, continuando esta práctica en la casa que hoy da vida a La Cucarda Morrina.
Sin perder esta tradición, aún fabrican estos dulces, “pero con una producción casi romántica, sólo a pedido, porque no podemos tenerlos preparados, pues se humedecen y pierden lo crujiente”, relata la dueña del restaurante, quien asegura que aquellos que han probado sus alfajores siempre vuelven, ya que actualmente son los únicos que mantienen la receta original, “que es muy distinta a la que se vende hoy, que se fabrica por volumen, diametralmente diferente”, afirma.
Por esta razón, dentro de sus planes a futuro pretenden posicionar el alfajor a un nivel de producción mayor e incluso llegar hasta la exportación de éstos.
La Cucarda Móvil
Dentro de las proyecciones que este matrimonio se plantea, además de aumentar la venta de los alfajores, es digitalizar su negocio y salir de viaje, pero junto a su restaurante. “Sueño en grande siempre, estar acá nos ha atado mucho generando un gran estrés, por eso queremos equipar un camión para recorrer el país con nuestra Cucarda Móvil y comunicarles a nuestros clientes, que tenemos a lo largo de todo Chile, los lugares en los que estaremos para que vayan a disfrutar de nuestra cocina y así nosotros podremos viajar”, anhela María de los Ángeles.
Por el momento este restaurante los espera en Freddy Taberna N°117 de martes a domingo de 13.00 a 15:00 hrs. con comida casera en su carta dinámica tipo menú, donde todos los platos de fondo son acompañados con una sopa y ensalada que cambia diariamente, todo preparado con pescados y mariscos frescos de la zona, junto con otros ingredientes que sus dueños compran muy temprano todos los días.
Un negocio familiar donde todos están comprometidos para sacar adelante y que tiene sus recompensas cuando escuchan a sus clientes emocionarse al degustar sus platos. “Hay gente que llora cuando come, como el otro día un señor que había enviudado hace 4 meses probó una de nuestras recetas y lloró, diciendo que estaba igual a cómo lo preparaba su señora. Esos momentos nos hacen pensar que todo vale, nuestro esfuerzo vale la pena”, finaliza María de los Ángeles.
