Existen candidatos presidenciales quienes saben que no resultarán electos. Sin embargo, se realizan emitiendo declaraciones en cualquier medio comunicativo, descalifican a otros competidores intentando demostrar que ellos sí son una alternativa factible, reciben aportes monetarios para viajar, alimentarse y otras necesidades. Opinan de esto o de aquello por todos lados, figurando en la prensa sensacionalista y gozan conformándose con apariciones públicas. El jugo royal de la satisfacción recorre su cuerpo sabiéndose mencionados por una parte y por otra.
Obtienen espacio televisivo que es caro, pudiéndose otorgar a otros ciudadanos para tocar temas mucho más necesarios.
MEO es un divo de las declaraciones descalificadoras.
Provoste un clásico requete conocido con chapa de dos caras.
Boric un experimento desordenado riesgoso.
Kast competente discriminador de los derechos igualitarios.
¿Qué es lo que nos queda entonces? ¿Tal vez Sichel con algunas propuestas valederas, pero hundiéndose cada segundo como la Esmeralda con la bandera al tope?
¿O quizá Eduardo Artés, lejana reminiscencia de un pasado insistente con la idea de desarticular las organizaciones parasitarias, como él se refirió irrespetuosamente a las fuerzas armadas?
Se ventila de los dientes para afuera, la intención de modificar emblemas patrios fundamentales originados en nuestra república, baluartes de nuestra independencia. Por tanto, en vez de entonar nuestro himno nacional tendremos de cantar “despacito” esa frívola propuesta musical del mundo latino perteneciente a Luis Fonsi y en vez de la cueca, vals chilote o trote nortino deberemos sacudirnos al compás del perreo, amenazando con dejarnos sin identidad.
El valor y reconocimiento por la herencia que nos legaron nuestros antecesores, son sagrados. Es una falta de respeto, un sacrilegio contra la historia de quienes lucharon por brindarnos una patria libre del yugo español, pretender borrar lo que está cifrado en las tablas de la ley social de Chile, algo nuclear que está en el ADN de quienes nos sentimos verdaderamente chilenos. Nuestros abuelos lucharon por darnos un hogar, comida, enseñanzas y dignidad. No debemos olvidar nuestro origen jamás, ni menos aún, transarlo por votos para dejar contentos a algunos disidentes del orgullo patrio, desconociendo lo que somos y aquello que fuimos antes de ser libres.
Un antiguo precedente señala: “No cambies de lugar, los linderos establecidos por tus antepasados”. Proberbios 22:28
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