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San Pedro, por Sonia Pereira Torrico

30 junio, 2024
en Columnistas
San Pedro, por Sonia Pereira Torrico
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El origen de la festividad marítima de San Pedro, se remonta a más de 120 años, cuando las comunidades de pescadores artesanales comenzaron a organizarse en torno a esta fecha para agradecer y a la vez solicitar a su Patrono la protección y las gracias de la pesca.

Los recuerdos de Ingar, una niña coloraína son muchos. La casa de su abuela Ángela Pulgar quedaba frente a la iglesia «San Gerardo», en  el barrio histórico «El Colorado». Su abuelo, un pescador antiguo muy respetado por su trabajo y por su compromiso con la festividad, fue aquel que compró «El Santo». Con el correr de los años, la casa de su abuela siempre estaba abierta de par en par, con un ir y venir de gente. La mayoría, familiares que vivían conforme a la tradición,muy cerca, todos conocidos, todos amigos.

La actividad comenzaba en los primeros días de junio. Sin embargo, su abuelo se preparaba con anticipación , arreglando y pintando el bote de «San Pedro», en el patio de la casa junto a los tíos. Las capas o atuendo de «San Pedro» , en ocasiones las vio guardadas en el ropero. Estaba absolutamente prohibido tocarlas. Ella era muy curiosa, por ende, se metió en la cocina para participar de alguna forma con la familia y los mandados. Lindos recuerdos le trae su tía Nolfa (Q.E.P.D), la cual era costurera, encargada de coser los trajes para los bailes. Saben, el sueño de la pequeña Ingar era bailar como figurina, aprovechaba de probarse los faldones y falsos, bailando al ritmo del bronce y ensayo de los chunchos cada noche.

Paulatinamente la fiesta comenzaba a tomar forma, los días avanzaban inexorablemente. Se enviaban cartas que las redactaba su propia tía Coñita  (Sonia ) y las enviaban a la gobernación, a la municipalidad y a los bailes para la participación en la fiesta. En los albores, los bailes se financiaban con la colaboración de los pescadores, luego con los años se fue sosteniendo con la donación de los socios. Actualmente es una organización con personalidad jurídica y cada socio paga una cuota.

La niña de cabellos claros recuerda amorosamente a su abuelito sacando una gran escalera, ayudado por su hijo Iván Q.E.P.D,  más otros feligreses, los cuales engalanaban toda la calle con banderines fabricados de tela y  papel.  ¡Uf!, como olvidar  las hileras tendidas de estos coloridos trapitos por las calles del barrio. Desde ese momento, la niña sintió en lo más profundo de su corazón, que la fiesta pertenecía al barrio, a los pescadores, a su familia y a su querido abuelito.

Ella con su abuela preparaban la clásica  «Champañita» (manzana con naranja picada en cuadritos, jugo y bebida papaya con vino blanco) que se servía a los bailes, después de hacer su ingreso. También preparaban sandwichs de atún con mayonesa, que orgullosamente repartía la niña coloraína a los bailarines. Era maravilloso recoger las miles de estrellitas, lentejuelas y piedras preciosas que quedaban tiradas en el pavimento después que los bailes danzaban. 

Se hacía la entrada de los bailes tipo siete de la tarde. En la misa, estaba «San Pedro» en su bote ,con su chinguillo, los arpones, los remos la red y sus hermosas capas, con su arco de flores esperando ser saludado por cientos de humildes pescadores y familias. En las afueras, la calle estaba atiborrada de gente esperando ver y saludar al santo.También reinaban los ambulantes, como el señor de las palomitas, la ruleta con dulces de paragüitas de caramelo y chocolate, el señor de los patos y sus escopetas deleitando a grandes y chicos.

A la salida de la iglesia, el abuelo de la niña, tíos y pescadores cargaban con devoción al santo en sus hombros mientras replicaban las grandes campanas de la iglesia. En plena procesión se escuchaba por alto parlante la melodiosa voz de su tía Dina. El santo salía con su capa llena de billetes prendidos, en virtud a ofrendas de gratitud. El ruido era ensordecedor, con pañuelos al viento repartidos por doquier, y la presencia de pescadores humildes del barrio El Colorado vestidos con mejores atuendos para rendir honores al Santo patrono. También sacaban sus bengalas rojas de humo y otras que salían al aire en señal de alegría y regocijo.En tanto los bailes cantaban y danzaban al unisono hasta la media noche. Para posteriormente ingresar al santo nuevamente a la iglesia y  prepararse con entusiasmo a la procesión del día siguiente.Ese día , había misa y a las tres o cuatro de la tarde aproximadamente se procedía a cargar el santo , entre ellos los tíos, el abuelo, el papá y los primos de la niña, más otros pescadores.

Comenzaba la procesión desde la puerta de la iglesia, acompañados por bailes que entonaban hermosos cánticos, mientras el cura iba  contando pasajes de la vida de San Pedro.

El destino, la «Caleta Riquelme», aquí  se subía al santo , el padre y acompañantes a una embarcación. El resto de las familias se subían a botes más pequeños, adornados con banderines de colores para acompañarlo al mar. Emocionante escuchar las bocinas de los barcos. Al detenerse la procesión, el padre dirige unas palabras, y se lanzan las ofrendas florales al mar, las cuales eran claveles rojos y blancos en agradecimiento al cuidado y protección de los hombres de mar.

 El humo rojo inundaba las aguas de la «caleta Riquelme», era poderoso el ruido de las bocinas y las flores posando en el mar. Al regresar al muelle con el patrono, se ofrecía un refrigerio, empanadas, bebidas y champañita. Camino a la iglesia, los bailes seguían bailando como hasta  las siete de la tarde, donde se entraba a San Pedro y se agradecía nuevamente a la vida, los peces y la abundancia para todas las familias de pescadores del barrio histórico El Colorado.

Sonia Pereira Torrico 

Agradecimientos a Ingar, nieta y  perteneciente a uno de los linajes más importante del barrio El Colorado, Los Ayala.

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