El 21 de diciembre de 1972 Chile entero se alegró y en Uruguay a varias familias se les apretó el corazón. Había trascendido una buena noticia. Cosa rara. En las Salas de Redacción siempre se prefieren las malas.
Pero no esta vez.
Se trataba de algo que nadie esperaba. Un milagro.
Recordemos.
Había desaparecido un avión Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea uruguaya en la Cordillera de los Andes, el 13 de octubre de 1972, con 40 pasajeros y 5 tripulantes. Nadie sabía lo que realmente había ocurrido en las alturas.
La esperanza de las familias de los pasajeros, la mayoría rugbistas del Old Christian, ya casi se perdía después de 72 días desde el trágico accidente ocurrido a 3.500 metros sobre el nivel del mar. No había ningún indicio, pese a todos los esfuerzos de búsqueda de sus parientes, especialmente del pintor Carlos Páez Vilaró (Q.E.P.D.), padre de Carlitos Páez.
Sin embargo, el milagro ocurrió entre el jueves 21 y el 22 de diciembre de 1972, cuando el arriero chileno en sus labores habituales movía su ganado en los bordes cordilleranos y vio que desde el otro lado del río, le hacían señas. Quienes las hacían desesperados eran Nando Parrado y Roberto Canessa, quienes pensaban que el jinete no los había visto. Habían caminado, cuesta abajo en la rodada, 10 días hasta llegar a ese lugar que los separaba de la salvación de ellos y sus 14 compañeros de equipo que esperaban allá arriba, en las empinadas montañas.
Don Sergio los había visto, parecía que no porque tenía que mirar por donde andaba y a los nerviosos uruguayos les parecía que se iba, que se iba, que se iba… “Vengo de un avión que cayó en las montañas”, fue el mensaje que escribió Parrado.
El arriero que sí los había visto era un chileno de buen corazón, agallado, buen manejador de riendas y con mucha energía. De esos que aman al prójimo e hizo su obra humanitaria.
Era en realidad un ángel bondadoso don Sergio Catalán, quien los auxilió y los llevó de nuevo a la vida recorriendo 120 kilómetros para dar cuenta a Carabineros del hallazgo y con ese episodio también salvó la vida de los otros uruguayos deportistas, quienes esperaban ayuda en el lugar del accidente, en la montaña aferrados a Dios, después de ver morir a 16 amigos y tripulantes malheridos por el impacto del avión contra la ladera y un pico de hielo, rebotando luego hasta deslizarse a una planicie quedando en medio de la nieve, el frío, la lluvia, del viento y el eco de los ruidos provenientes de quién sabe dónde y comenzaron a vivir un episodio de mucho dolor y tormento durante 72 días.
Don Sergio hizo lo que tenía que hacer, cumplió con su deber de hombre bueno. Con sencillez y humildad estuvo en los titulares de los medios informativos de todo el mundo.
La información del fallecimiento de Don Sergio (Q.E.P.D.), a los 91 años, fue dada a conocer ayer por Carlitos Páez, en su cuenta de Twitter, uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia. Si no me equivoco era el más joven de los rugbistas. La muerte del noble arriero ocurrió en San Fernando, a 47 años desde el milagro, del encuentro.
Reconocimiento también para una emisora que fue la primera que dio la buena noticia: Radio Minería y desde ahí se colgaron las agencias de todo el mundo.
(En la foto, el arriero Sergio Catalán, en medio de Roberto Canessa y Nando Parrado)
