Las ciudades cada día crecen más, y al mismo tiempo que concentran la mayor cantidad de población, también concentran la mayor cantidad de emisiones de CO2, siendo las principales responsables de la contaminación ambiental.
Aparte de ser las mayores consumidoras de energía, también son aquellas que por su naturaleza utilizan, por ahora, la mayor cantidad de energía generada por fuentes no renovables. En este contexto las renovables no convencionales aún representan un bajo porcentaje de este consumo.
Hay varios retos que enfrentar en este ámbito, como por ejemplo: mejorar los niveles de eficiencia energética de los sistemas de transmisión, mayor integración de las energías renovables en la red eléctrica, disminuir los niveles de CO2 como consecuencia de un menor consumo energético e involucrar al consumidor final en el uso inteligente de la energía.
En este contexto, las ciudades y los administradores directos de su gestión global, pueden contribuir de una manera directa, importante y coherente con los objetivos de ahorrar mucha energía, contaminar menos y acercarnos a ser una Smart City (ciudad inteligente).
Son muchos los beneficios que una buena gestión local municipal en temas energéticos puede provocar sobre los impactos y beneficios económicos que pueden producirse.
Una premisa fundamental para el logro de estos objetivos, es que para contribuir a la gestión inteligente de la energía, es necesario “automatizar y monitorear la distribución y el consumo de energía eléctrica”.
Una buena “gestión y control de la energía”, permite entre otras cosas, reducir las pérdidas de esta en la distribución, conocer en tiempo real y de manera concreta los consumos de energía, disminuir los costos de operación y mantención de la iluminación, minimizar notablemente los tiempos de actuación frente al caso de incidencias, disminuir la delincuencia, habilitar barrios y sectores de uso común, devolviendo a la sociedad espacios de esparcimiento y disminuir los consumos individuales mediante el desarrollo de aplicaciones para la gestión del consumo por parte de los consumidores.
El consumo de energía no puede ni debe ser solo una resultante del consumo indiscriminado de parte de los demandantes, sino que en los sectores en que se pueda incidir, tal como la iluminación pública, estos consumos deben “gestionarse”.
No debe ser que las luminarias públicas alumbren con la misma intensidad aquellos lugares riesgosos de delincuencia, que aquellos lugares que nadie ocupa, ni tampoco necesariamente el alumbrado debe estar toda la noche disponible, independientemente por ejemplo del flujo de personas o vehículos que transiten.
En la medida que la sociedad y los administradores comunales se impongan estos propósitos, se pueden ahorrar importantes sumas de dinero en las cuentas comunales de electricidad, beneficiando además una serie de otros efectos, como la disminución de la delincuencia, la integración comunal, la disminución de los accidentes de tránsito, entre otros.
Lo claro es que actualmente ya existen las tecnologías para lograrlo, es cosa de disponerla desde el mercado y operarla adecuadamente. Es lo que en jerga técnica denominamos “telecontrol” de la energía.
Hernán Cortez Baldassano, Ingeniero Civil U de Chile.