La escritora iquiqueña Sonia Helena Pereira Torrico, radicada actualmente en La Serena, fue oficialmente nominada al Premio Nacional de Literatura 2025 por el canal Nexovisión, representando el arte local y los artistas locales de la zona norte.
Su postulación se enmarca en un movimiento cultural que busca poner en valor el arte local y destacar a los creadores que han nacido y crecido en los barrios, en las memorias familiares y en los paisajes de las regiones.
Sonia ha construido una trayectoria marcada por la resignificación de la memoria y la identidad cultural de la comunidad. Su obra se distingue por rescatar los aromas, sabores, oficios, fiestas y costumbres que constituyen la esencia de la vida cotidiana. En sus textos, la nostalgia se transforma en memoria colectiva, visibilizando las voces de hombres y mujeres comunes que, en su sencillez, revelan lo más profundo de lo que somos como pueblo.
“Para mí, la escritura siempre ha sido un camino para rescatar lo más profundo de nuestra cultura local”, señaló la autora tras conocer la noticia de su nominación. “Creo que en lo local está la raíz de lo universal. En lo simple, en lo hecho a mano, en la mesa larga de la infancia. Esa es la verdadera riqueza que nos sostiene como pueblo”.
Su labor ha trascendido la creación literaria. Con talleres en colegios, Ferias, bibliotecas, universidades y espacios comunitarios. La escritora ha impulsado la escritura como una herramienta de sanación, aprendizaje y conexión con las raíces. Ese trabajo cercano le ha valido el reconocimiento de la comunidad artística y cultural, que la destaca como un referente de entrega, pasión y generosidad.
Junto a ella, también fue nominada la escritora Isabel Del R. Orellana Fuentes, de Rancagua, quien ha dado voz a las sensibilidades de la zona central. Ambas candidaturas refuerzan la presencia de las regiones en un premio históricamente concentrado en Santiago, proyectando nuevas perspectivas y matices para la literatura chilena contemporánea.
La nominación de Sonia Pereira Torrico confirma que la literatura no solo habita en las estanterías, sino que también late en las calles, en los patios y en las cocinas familiares. Desde el norte de Chile, su obra se abre camino hacia el máximo reconocimiento literario del país, llevando consigo el pulso vivo de la memoria local.