“A los 10 años me ocurrió algo muy lindo: Como niño pampino jugaba fútbol, practicaba natación y conocí la música. Maestros como Florencio Guardia y Juanito Poyanco me enseñaron, estudié y terminé enamorado de las notas musicales. Fueron casi 70 años de ininterrumpido amor con la música y la trompeta que elegí como instrumento”.
Jorge Molina Solís, 82 años, nacido en la Oficina Salitrera María Elena, hoy radicado en el conjunto habitacional Salitreras Unidas de Antofagasta, recuerda con mucho cariño su vida en la pampa y como “Dios me puso en el camino a gente tan linda que me enseñó música y a tocar instrumentos”, recuerda agradecido.
Corría el primer mes de clases, marzo 1953, cuando en la recordada Escuela América Nº 5 de María Elena, el destacado maestro de música, don Florencio Guardia, pasó por los cursos buscando niños para la banda, que a la edad de 10 años, lo único que querían era que llegara el recreo para ir a jugar a la pelota.
“Yo también estaba inquieto para seguir la pichanga apenas sonara la campana del recreo -recuerda don Jorge- cuando pregunté de qué se trataba la invitación. Quedé maravillado cuando me dijo que primero había que aprender música, su teoría, saber leerla y luego ver la capacidad y la vocación para tocar algún instrumento. Fui cumpliendo un sueño ya que desde que recuerdo iba a las retretas y quería ser músico y estar en la banda”.
Así nació el músico, tratando de coordinar los tiempos para no perderse las pichangas de fútbol y menos la natación. “Fue muy lindo saber de música -continúo- y el primer instrumento que me pasaron fue un pistón, que es medio pariente de la trompeta. Me encantaba sacarle sonidos y leer la música que era muy agradable para mis oídos”.
Contó que también le pasaron el bombo y las cajas, “pero yo -lo dice con firmeza – me había enamorado del pistón y la trompeta. Si me arrepiento siempre de no haber aprendido a tocar piano, ya que me ha gustado mucho como el instrumento central de la música. En María Elena tuve la opción con el maestro Azócar, pero la desaproveché”.
Un año después, el 1 de marzo de 1954 falleció Elba Nilda Solís, esposa de Hernán Armando Molina y madre de Jorge. Fue un golpe duro para él y para sus siete hermanos, ya que la hermana mayor, recién se empinaba por los 13 años. Esto lo marcó como familia. Comenzó la migración de la infancia para todos los hermanos Molina Solís: Leda, Hernán (fallecido), Aliro (Fallecido), Jorge, Elena, Magdalena (fallecida), Deidamia (fallecida) y Roberto.
LA MUSICA APLACA EL DOLOR
Sus recuerdos le permiten señalar que el “Maestro” Guardia buscaba alumnos para la banda de María Elena, que tenía por finalidad tocar retreta los sábados y domingo en la hermosa plaza de la localidad. Se formó una academia de música que funcionaba a una cuadra de la plaza y en horarios distintos a la escuela. “Había que ensayar en la semana y prepararse para tocar el fin de semana. La música fue la mejor terapia para el inmenso dolor de haber perdido a mi madre, siendo un niño”. También practicaba natación y waterpolo, “eso también me ayudaba a superar la partida de mi madre”. “Llegué a integrar la Selección de Water Polo de María Elena. En la foto estoy junto a: V. Pizarro, R. Peña, L. Pizarro, R. González, D. Mancilla, J. Bianchi y H. Núñez. En cuclillas: J. Molina, H. Ramírez, el súper crack E. Farfán, C. Peña, J. Reyes. Faltan F. Rivera, E. Ramírez y Julio Cortés (Presidente de la Asociación de Water Polo por muchos años).
Jorge, también conocido como “Toscanito” (apodo que se ganó cuando comenzó a tocar el bombo y por una película italiana) por sus amigos más cercanos. También se le conocía como el hermano de “Chuchoca”, un colorín que era menor que él. Así vivió su etapa escolar, adolescencia y juventud.
Comenzó a trabajar en la Compañía Salitrera Anglo Lautaro, en sus tiempos de estudiante y luego como operario al cumplir la mayoría de edad. “La empresa pagaba un bono a quienes integraban la banda de músicos. Dejé atrás la etapa escolar y me incorporé a las retretas y también acompañando al Cuadro Blanco, donde toqué con un gran trompetista, Carlos González «Palapa”, que después se radico en Arica. También toqué en la Banda del Maestro Guardia, con Sergio Guardia, un saxofonista de primer nivel», recuerda.
A LA BANDA DEL REGIMIENTO
Siendo seleccionado de waterpolo y trompetista de la banda de María Elena, le tocó el tiempo de cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Cayó “parado” en la Banda del Regimiento Esmeralda de Antofagasta, cuando aún estaba en la avenida Brasil, en la manzana comprendida por O’Higgins, Salvador Reyes, Galleguillos Lorca y General Velásquez.
Y lo dejaron una vez terminado el proceso del Servicio Militar y le dieron el grado de cabo. Destacaba por ser un músico muy disciplinado, siempre estudiando.
Se hizo conocido en la capital regional y su responsabilidad para cumplir como músico lo llevó posteriormente a trabajar en locales que animaban las noches antofagastinas como “Lucerna”, “Dorado III”, “Crazy Club”, “Gunga Din” (donde tocó junto a Hugo Navarro, record mundial de resistencia tocando batería), y otros recintos, que llegaban a la ciudad con cantantes famosos como Luz Eliana, Cecilia, Nelly Peirano, Osvaldo Cuadros y todos los artistas de la recordada “Nueva Ola”.
Se casó con Ana Cuadra Zárate y del matrimonio tuvo dos hijos (Yasna y Gerardo). Tiene 5 nietos y 6 bisnietos. Vive en la Población Salitreras Unidas acompañado del cariño de su familia, vecinos y amigos.
Se radicó una temporada en el mineral El Salvador y formó parte de la Banda de Cobresal, de grandes campañas en la liga nacional y Copa Libertadores con Zamorano, Salgado y Martínez, como recordada delantera.
ORQUESTA SINFONICA DE ANTOFAGASTA
También fue invitado e incorporado a la Orquesta Sinfónica de Antofagasta, destacando su trabajo por la Corporación Cultural que le rindió homenaje el 2023, con un reconocimiento público por su labor en el escenario de las Ruinas de Huanchaca. Y desde ahí comenzó a pensar en su retiro en gloria y majestad. Fueron años maravillosos.
Hizo de la música su profesión. Todos los días la jornada comenzaba temprano y terminaba muy tarde. También participó en giras regionales, nacionales e internacionales. Efectuó temporadas en Bolivia, Uruguay, Perú y Santiago.
Aún conserva siete trompetas lo que refleja que toda la vida ha estado enamorado de la música. «También quiero manifestar que en María Elena no sólo yo destaqué en la música, hubo otros grandes instrumentistas. Había oportunidad de encontrar un camino y muchos lo lograron. Fue una linda época la que vivimos en el trabajo, el deporte, el entretenimiento, con un cine donde todos los días cambiaba la película, una radio y, en la amistad que en nuestra oficina salitrera, es para siempre», concluye don Jorge junto a su familia.